Quique González: un aplauso sin límites al blues

Tomando esa ausencia de prisa y exceso como punto de partida es más fácil comprender la sobria puesta en escena de una banda que, liderada por González y tras parada previa en Valladolid y Salamanca, ayer recaló en la capital cántabra con la gira de presentación de este último trabajo, un disco vinculado hasta la raíz con los Valles Pasiegos: «es una maravilla venir a tocar al sitio de donde viene el disco que estamos presentando; buenas tardes, vecinos». Apenas hicieron falta el dibujo de una carretera sobre el suelo y una luna de colores de fondo para ambientar el desfile de canciones durante dos horas de espectáculo.

El cantautor madrileño se presentó sobre el escenario de la Sala Argenta como un vecino más que quería presumir uno a uno de sus amigos —banda— y hacer, con su ayuda, lo que lleva haciendo más de veinte años: cantar a lo cotidiano, a las pequeñas cosas, a los gestos, lugares y expresiones en las que, por rutinarias, no reparamos y terminamos por echar de menos pasado el tiempo, porque nos faltan. También aplicable a personas.

El repertorio de ayer tarde comenzó con la canción homónima del disco, siguiéndole 'Lo Perdiste en Casa' y 'Amor en Ruta'. Las tres primeras pistas de un álbum que vio la luz el 1 de octubre del año pasado y a las que su autor llegó, junto a los ocho temas restantes que componen 'Sur en el Valle', años después de haber sido compuestas. De por medio hay otro álbum, 'Las Palabras Vividas' (2019), disco en el que fue el escritor Luis García Montero quien compuso las letras a las que posteriormente Quique pondría música.

La función, que iba de amigos, vecinos y un público en el que había mucho de lo uno y de lo otro, se animó pasados los primeros cuarenta y cinco minutos. Un nombre tuvo la culpa: Ángel Stanich, quien a su vez ya invitara a Quique el pasado mes de diciembre a tocar algunos temas juntos en su propio espectáculo: «hace unos meses estuve cantando con él en este mismo escenario, y hoy quise que recogiera el guante». Dicho y hecho, cántabro de nacimiento y de adopción cantaron 'Piedras y Flores' y 'Avería y redención', con coros de 'Carbura' —single que catapultó a Stanich allá por 2014— de por medio. Como anécdota: la actualidad deportiva y el «¡Aúpa Racing!» que Stanich lanzó al aire en su abandono del escenario.

A la jornada le siguieron, como no podía ser de otro modo, los clásicos: 'Salitre', 'Kamikazes Enamorados', 'Dallas - Memphis', escrita en un lugar no muy lejano de nuestra geografía regional y mano a mano con quien González considera el cirujano de sus canciones: César Pop —a los mandos de teclados y Hammond—, y esa con la que el auditorio estalló en un aplauso indefinido hasta el regreso de la banda al escenario, 'La Casa de Mis Padres': «Luchar con la puta culpa, saber ni necesitas ayuda; necesito luz, la última curva, para vivir como me dé la gana». Si han llegado hasta aquí le habrán puesto música a la letra.

Acabada la canción, turno para esa pequeña farsa que es el 'bis'; mientras tanto, aplauso continuo con músicos fuera y dentro del escenario. A su vuelta, González redirigió la ovación hacia su equipo técnico: Alberto Liras (técnico de monitores); Rafael Carvajal (técnico de iluminación); Sergio El Vikingo y Ramsés Castro (backliners); Laura Lorenzo (logística); Maxi Resnicosky (Conductor y Merchandising); Álvaro García (Tour Manager) y Silvia Fernández (Escenografía). También hacia los responsables del videoclip de 'Puede Que Me Mueva': Alberto Lavín y Avanti Movimiento Creativo.

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