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Entre las peores cosas de las redes sociales está el daño que han supuesto para algunas palabras. 'Talento' o 'artista', pertenecen a ese amplio grupo de términos convertidos por 'likes' y corazones en un vago reflejo de lo que significaron, enterrados entre 'followers' autoproclamados como ... únicos expendedores del carnet de lo relevante y lo indiferente. En la música pasa algo parecido, consecuencia a su vez de lo anterior. A todo se le busca un eufemismo. Pero seamos claros. Hoy en día, un aforo de 1.500 personas se puede llenar, principalmente, de dos formas: por méritos propios o por algoritmos. Dos perspectivas opuestas a la hora de concebir el oficio separan estos dos tipos de bandas. Mientras que los primeros siempre recordarán el momento en que su trabajo se vio recompensado, los segundos vivirán esquivando la explicación lógica de lo ocurrido. Llámenlo casualidad, llámenlo Instagram o llámenlo Marlon.
Por todo esto, asistir al éxito de aquellas bandas que son capaces de llegar subidas al talento, es un lujo cada vez más tropical. Pasa con Morgan. Ni Carolina de Juan, Paco López, Ekain Elorza, David Schulthess o Alejandro Ovejero son excesivamente conocidos por separado. Sin embargo, juntos, conforman uno de los grupos más prometedores del panorama nacional, una promesa tornada realidad de forma fugaz y talentosa que el fin de semana pasado se permitió la licencia de llenar dos Rivieras seguidas. Tanto con como sin redes sociales, Morgan iba a estar ahí. Y eso, hace no mucho, era la música.
Hay un talento, el arrollador, aquel más cercano a lo emocional que a lo tangible, que siempre consigue abrirse paso. Basta con escuchar sus dos únicos discos, una especie de serie a dos capítulos y plano único, para entenderlo todo. Lo primero, que la voz de Nina es una de las mejores cosas que le han pasado a la música española en los últimos años. Verla romper con esa potencia marítima en canciones como 'Marry You', encargada de cerrar el segundo largo de la banda, 'Air' (Goodbye Producciones), bien vale un ticket. Lo segundo, que la música se conjuga en singular pero se vive en plural.
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La forma en la que el grupo arropa a su cantante es medio gol. Si a todo eso se le une José Nortes a los mandos, el despegue es garantía. Hits como 'Sargento de Hierro', de fraseo arrebatador y fondo inabarcable, completan una colección que viaja entre funk, soul, góspel y el envoltorio folk que tan bien lo hace funcionar en directo.
La ventaja de que la calidad la pongan los músicos y no las máquinas asegura que, a la hora de defender el disco en directo, ninguna expectativa pase frío. Lo bueno es siempre aquello que, en esencia y rebajado a la mínima pirotecnia posible, sigue pareciéndolo. Canciones como 'Oh Oh' o 'Blue Eyes' dejan patente el talento y latente la emoción de una grabación que, si bien no arriesga con respecto al primer disco, mantiene la línea estelar y cuidada. Esa que ya han convertido en sello Morgan.
La banda se tomará ahora un año para grabar el tercer disco. Es tiempo suficiente para ver hasta qué punto están dispuestos a llevarse la partida. De momento, lo que nadie les va a poder quitar, es el haber llegado para demostrar, una vez más, que la música es talento y el talento una pasión que nada sabe de algoritmos.
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