Los días raros
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John Lennon volvió a la actualidad musical en 1980 para presentar 'Double Fantasy', álbum publicado justo un mes antes de su asesinatoSecciones
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John Lennon volvió a la actualidad musical en 1980 para presentar 'Double Fantasy', álbum publicado justo un mes antes de su asesinatoFrancisco Rivera, 'Paquirri', figura máxima del toreo, yace herido en la enfermería de la plaza de Pozoblanco; los doctores tratan desesperadamente de cortar la brutal hemorragia. El diestro, todavía consciente, pide a los miembros de su cuadrilla que avisen a Ramón Vila, amigo cercano y ... cirujano jefe de La Maestranza de Sevilla. A continuación, emprende en ambulancia su último viaje fatal hacia Córdoba, donde llega cadáver.
Informado de la gravedad de la cornada y de la voluntad del torero, el doctor Vila, conforme a las indicaciones recibidas, se dirige en coche desde la capital hispalense, primero, al Hospital Reina Sofía. Un celador lo espera en la puerta y le dice que los sanitarios que acompañaban a 'Paquirri' en la ambulancia finalmente decidieron llevarlo al más próximo Hospital Militar de San Fernando. «Pero ha muerto», añade. Este relato de dolor y despropósitos, incrustado en la más oscura historia de España, se lo traslada Ramón Vila, muchos años después, al periodista Jesús Quintero en una entrevista en Canal Sur. Quintero, lacónico, comenta: «Cuando la tragedia va a ocurrir, todo es raro».
Las muertes violentas iluminan mediáticamente el día de autos, pero también las jornadas previas, como si el público pudiera detectar a posteriori señales y previsiones que la víctima debería considerar para evitar lo peor. No es así, por supuesto. Nada anuncia un desenlace desagradable ni previene de la agonía o del dolor cuando este llega inesperadamente. Conocer los últimos momentos de una persona significa penetrar en su destino, acaso en una última y morbosa visita a la intimidad del héroe sacrificado. La tragedia refleja lo extraño de las cosas; de la casualidad -muchas veces despreciada en el occidente científico y digital-, que condiciona la vida de todos y que ataca sin piedad por todas partes. John Lennon, de cuya muerte se cumplen cuarenta años, asume la mitología de lo que, falsamente, nos parece un tropiezo de la providencia. Si quieres hacer reír a Dios, dicen, cuéntale tus planes.
Aquel 8 de diciembre de 1980, un día aparentemente inane del calendario de Lennon, contiene en veinticuatro horas ingredientes bastantes para persuadir al lector de que el universo no planeaba sobre el músico una embestida brutal. Atendiendo únicamente a esa última jornada, cabría mencionar su comienzo esperanzador y ajustado a la cotidianidad que se le supone a una estrella del mundo del espectáculo: un corte de pelo, con el que el exBeatle pretende evocar sus años de aprendizaje en Hamburgo, y una visita de la fotógrafa Annie Leibovitz al apartamento que Lennon, su esposa, Yoko Ono, y el hijo de ambos, Sean, comparten en el emblemático edificio Dakota en Nueva York. Leibovitz toma unas cuantas imágenes por encargo de la revista Rolling Stone, entre ellas, la icónica de un Lennon desnudo abrazado a Ono en posición fetal. Serán publicadas tras su muerte.
Al mediodía, Lennon concede su última entrevista a un equipo de la emisora RKO, en la que, entre otras declaraciones escalofriantes, afirma su entusiasmo por afrontar la llegada de los años ochenta, «una nueva oportunidad». Después del almuerzo, Yoko y él salen del apartamento para dirigirse al estudio de grabación, donde trabajarán en una nueva canción de Ono, 'Walking on Thin Ice'. Antes de subirse a la limusina que los está esperando, Lennon firma un ejemplar de su último disco, 'Double Fantasy', publicado en noviembre de ese mismo año, a un extraño y tímido individuo que parece incapaz de dirigirle la palabra. «¿Quieres algo más?», pregunta el cantante mientras le devuelve el álbum. El supuesto fan niega con la cabeza. Es Mark David Chapman, quien, tan sólo unas horas más tarde, se convertirá en su asesino.
El resto de la historia es más que conocido. Por la noche, al volver de la sesión de estudio, Lennon y Ono se encuentran de nuevo con Chapman en la entrada del Dakota y este vacía el cargador de su arma sobre la espalda del músico. La habilidad del criminal para obligar al planeta a que su nombre fuera impreso o pronunciado por los medios de comunicación tan sólo es comparable a su puntería en aquella noche siniestra. Las explicaciones posteriores acerca de alguna voz diabólica que lo animaba a cometer el asesinato -incluso las plumas 'conspiranoicas' que tejen una red de sospechas que incluirían a la mismísima CIA- únicamente sirven para blanquear la decisión de trascender la intimidad del mediocre. Resulta perturbador darse cuenta de que la simple decisión de un desequilibrado durante una noche cualquiera, en el denso anonimato de Nueva York, puede condicionar una parte decisiva del futuro. Nunca más habrá otra canción de Lennon, ni se producirá la deseada reunión de los Beatles. Mark David Chapman, intoxicado por una mala lectura de Salinger, tomó esa decisión sin salir de su almario, en la soledad doliente del marginado con una misión que debe cumplirse por la sangre.
En el momento de su muerte, John Lennon había vuelto a la actualidad musical después de cinco años de ausencia. La publicación de su disco (un álbum doble firmado al alimón con su esposa) supuso un acontecimiento de enorme magnitud dado que el artista había preferido huir de la fama para dedicarse exclusivamente a la vida de amo de casa, comprometido personalmente con la educación de su hijo pequeño, Sean. Los días últimos de Lennon fueron de extenuante trabajo de promoción y exposición pública. Y de la rareza de un destino que lo animó a regresar sólo para despedirse.
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