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«Soy como un cuadro feísta que tiene diversas interpretaciones»
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La cantante e icono queer actúa mañana en Escenario Santander donde presentará su disco 'Liquidación total'Samantha Hudson no tolera no tener el control. Por eso presenta su show elevando las expectativas. «Si de primeras digo que es el peor show de vuestras vidas, quedo divinamente, porque me posiciono como una maestra de la ironía». Una vez terminado, quien salga de su espectáculo compartiendo ese punto de vista le dará la razón y quien no esté de acuerdo, «me hará un gran elogio». El caso es «salir ganando siempre». Ese show llega mañana a Escenario Santander (21.00 horas).
En contexto: Samantha Hudson es Iván González y se convirtió en personaje de actualidad en 2015. Propuso como trabajo para una asignatura del instituto el videoclip 'Maricón'. El vídeo se hizo viral y se le echaron encima grupos conservadores y religiosos. Pero también se ganó el aplauso de otros sectores. A partir de ahí, performance, teatro, televisión, podcast y su primer disco, 'Liquidación Total', publicado en 2021 y con el que está de gira.
Responde a las preguntas, de manera pausada, desde su hotel en Barcelona, preparando la charla que tiene con el cineasta Jon Waters en el Primavera Pro: 'Cómo desarrollar el gusto musical'. Cree que posee «un sistema cognitivo muy particular» porque no suele pasar nervios por casi nada en su vida. Mantiene unas emociones «no neutras, pero sí líneales». Sin picos de euforia o tristeza. Contra todo pronóstico está «relajada», una forma útil de abordar una agenda como la suya; diversa, repleta y con presencia en múltiples formatos. «Si me dejase arrastrar por algún sentimiento desbocado, quizá acabaría como el rosario de la aurora», reconoce.
Esa creciente popularidad se asienta, según ella, en la ensalada perfecta que representa «un discurso bien armado, un poco de desparpajo y sentido del humor». Al final, razona, desde su punto de vista como consumidora de contenidos, cuando observa debates sobre cuestiones que son importantes, de índole social «siempre se llevan a un tono demasiado serio, pero pueden abordarse los temas más grandilocuentes desde la frivolidad, el descaro, desde una perspectiva más irónica, más liviana». Considera el sentido del humor como algo universal y añade que también se ha convertido en un reclamo mediático «porque llevo unos looks imposibles». La mejor o peor vestida, pero «siempre en el top de la estética».
Cantante, travesti, influencer, performer, artista multidisciplinar y activista LGTBIQ+, son todas las etiquetas que van cayendo al mencionarla. «A mí siempre me ha gustado cuando ponen filántropa (ríe), mucho más que la de activista, a la que intento quitarle hierro y desproveerme de esa categoría tan solemne». Y resume: «Soy una chica majísima y con sentido común, que es lo menos común que existe e intento ser la mejor persona posible».
En su camino artístico apareció un día Subterfuge. A través de su participación en un podcast en la sede de la discográfica, decidió probar suerte y presentarles su faceta como cantante. Funcionó. Un mail, varias reuniones y hasta hoy. Un camino con el que se siente «más que satisfecha» y en el que figuran más de 30 fechas cerradas por delante.
En ese recorrido musical, la inspiración de Samantha Hudson procede de la corriente electroclash de los años 2000 en España. Grupos como Pestaña, Putilatex, Kolchica… «La onda, vanguardista en su momento, de poder hacer canciones y cantar sin ser una artista musical al uso, me abrió un horizonte inmenso de posibilidades». Así se lanzó. Más atrás aparecen Madonna, Lady Gaga o Nina Hagen como referentes infantiles. «Ese concepto de performatividad, esa entrega en el escenario, ese ensamblaje de talento escénico y la importancia de la estética a la hora de pisar una alfombra o actuar, marcaron un antes y un después para mí».
El reto permanente durante estos años es «que la gente me reconozca como cantante, a secas». Lo atribuye a un prejuicio generalizado con los artistas queer o las personas definidas como travestis. «Me cuesta que se conciba mi música como tal y no como música petarda». No porque tenga algo en contra, «siempre digo que soy como un cuadro feísta con diversas interpretaciones» y en esa lectura cabe un género musical u otro. «El problema es que es una etiqueta muy denostada y un poco injusta». La sátira, la ironía y el sarcasmo pueblan sus letras. La diferencia está en que «si lo hace un heterosexual es ácido y rompedor, pero si lo hace una travesti, estás haciendo música petarda para mariquitas», critica.
En el camino ha enfadado a muchos. En parte como intención de algunas de sus letras, que abordan los abusos de la iglesia contra el colectivo homosexual o claman contra el fascismo «que habita nuestras calles». «Sería una necia si dijera que no había intencionalidad, pero en el resto de las canciones es casual. Es algo que también depende de quien se ofende», razona. «Puedo ser transgresora, disruptiva o disidente, pero es una cuestión de dos y tal vez sea hora de poner el foco sobre la norma que se está transgrediendo y los estándares que se están rompiendo».
En este sentido,sobre su exposición pública y las cuestiones que se le plantean, argumenta: «Soy una cantante de 22 años y me hacen preguntas dignas de cualquier mitin de un líder político o un filósofo. Me lo puedo tomar como un halago, pero es frustrante si lo comparas con las preguntas que le hacen a cualquier artista CIS heterosexual centradas en el proceso creativo o su experiencia en el escenario. Hay un sesgo muy claro».
Samantha Hudson, que considera que ser «tan estrepitosa es un trabajo a tiempo completo», invierte todo lo que gana en videoclips, producción musical, vestuario, bailarines, equipo… «Una está en un buen momento, pero a veces creo que debería ser más escueta con los presupuestos o volverme un poco más underground». Junto a la integridad física, es el único límite que se marca.
Puede que con el tiempo pruebe a cantar en un teatro con un arpa, pero también a aspira a verse en una década en la cama echando una siesta. «Nunca se es suficientemente joven para eso». No piensa demasiado en el futuro, porque le abruma y «a menos que sea a corto plazo lo considera incluso contraproducente». Las expectativas traen grandes desilusiones. «Yo soy una chica muy moderna y lo más moderno que puedes hacer es vivir el ahora».
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