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Rubén Pozo: «Con mi trabajo pretendo, sobre todo, sentir más que pensar»Rubén Pozo (Barcelona, 1975) conversa como canta; directo, sin filtros, castizo. Su último disco, 'Vampiro' es más corto, diez canciones y más benévolo consigo mismo. Se ha dejado ser un poco más optimista y contarlo, dice. Lo suyo son años de escuela y oficio con ... una meta que se mantiene firme: seguir en la brecha. Con esa premisa y su guitarra, el catalán de nacimiento y madrileño de vida, abrió ayer la jornada sobre la Cultura como base del pensamiento crítico en Torrelavega.
-Viene a unas jornadas que se llaman la cultura como base del pensamiento crítico. ¿Ha pensado en todo lo que implica esa denominación?
-Pues…cultura, bien, pensamiento crítico bien, ahí los dos juntos. Más por más sigue siendo más.
-Piensa que con su trabajo ayuda a crear este tipo de pensamiento.
-No lo sé. No sé lo que pretendo hacer con mi trabajo, pero diría que sobre todo es sentir, más que pensar. Por ejemplo, ahora que está muy en boca de todos esto de la inteligencia artificial, que ya está haciendo canciones y la gente se queda con lo de artificial, pero para hacer canciones el problema es lo de inteligencia yo creo.
-La presunta gran amenaza.
-De momento está en pañales, pero todo es muy Terminator. Yo sigo creyendo de momento en la chispa inimitable del genio loco que de pronto hace una obra de arte que dura siglos. Vaya melón he abierto.
-¿Cómo busca esa chispa de inspiración, con un método o al libre albedrío?
-Me he mirado a mi mismo para decirme cómo lo hago. Tengo un cuaderno, ¿vale? y un bolígrafo bic. A veces escribo porque me apetece, otras porque creo que tengo que hacerlo. Trato de que sea rimado, pero tampoco es una ley fija. Lo dejo ahí escrito, llego en otro momento, me pongo a tocar la guitarra, empiezan a salir acordes y pienso lo bien que quedaría una letra. De pronto empiezo a cantar algo que escribí hace días o esa misma mañana y empieza a encajar. Ese es mi método el 80 por ciento de las veces. En el otro 20, de repente estoy como nervioso, cojo la guitarra y empieza a contar y tocar a la vez y empieza a salir. Cojo la grabadora y a lo mejor se tira 37 minutos grabando algo que en ese momento lo escucho y me parece una mierda, pero al día siguiente lo escucho y encuentro que ahí ha salido una canción. Esa es la manera que más me gusta y que da resultado las canciones que más me gustan de las que tengo y las que me dan menos trabajo.
-Es interesante ese concepto de pausa y de volver a mirar con tiempo para cambiar la perspectiva. Eso se puede aplicar a casi todo.
-Sí, totalmente. A mí me pasa. A veces sale una canción de repente, que haces porque te estás divirtiendo, sin siquiera plantearte lo que estás haciendo, pero al día siguiente te encuentras con que suena bien. Lo que tú dices, das tiempo y te sorprendes. Como quien tira la caña a ver si pica una canción.
-El disco ya tiene un recorrido y ha cogido aire. Un disco que define como manejable.
-Es un disco corto. Siempre he hecho trabajos de doce o trece canciones y tiene diez. Tenía el come come de hacerlo así. Tengo discos favoritos que son así o que no llegan ni a diez. Siempre me ha gustado. Es un poco saltarme mis propias reglas. Es un disco predominantemente acústico, muy poco arreglado, bastante tosco en cuanto a eso. Las canciones están ahí, pero menos vestidas respecto a lo que hago yo.
-¿Quitar cosas, simplificar es también señal de que uno va aprendiendo lo que le gusta y lo que no?
-Ojalá. Creo que los que hacemos cosas, tú que escribes también, al final estás como guiándote en la oscuridad. Creo que este párrafo o esta sobra, aunque este verso me gusta un montón, pero lo enfarraga. Al final tiramos de la intuición ciega, porque nadie te va ayudar ahí. Molaría frotar una lámpara, que saliera un genio y te dijera: no, no, quita esa estrofa y no repitas tanto el estribillo al final. Me encantaría tener un jefe de canciones.
-En este disco hay mucho de mirar lo bueno, decir lo que se siente, asumir los errores. ¿Van los tiros por darse un poco de cancha?
-Me he dejado ser optimista. Hay canciones también de mal rollito, pero antes no me permitía ser buen rollero. Pero mi vida es así; a veces bien, a veces mal y a veces ni fu ni fa. Siempre escondía esa parte, pero ahora la saco. Tengo menos vergüenza a decir que hoy está todo bien, luce el sol y estoy contento porque parece que todo va bien.
-Uno puede estar contento en el rock y no pasa nada
-No solo por el rock. Es que parece que está más legitimado cuando hablas de mal rollo, te metes con alguien o contigo mismo.
-Siempre tendemos a dar mayor profundidad a todo lo que es malo.
-Sí, porque lo bueno es como: no seas pánfilo, ni inocente, que la vida es cruda y destructiva. Ya son años de vida, pero pasan cosas buenas y a pesar de que los medios nos digan que todo está muy mal y el ser humano es una mierda, la verdad que no; hay buenas acciones y gente que de vez en cuando trata de hacerlo bien. El bien y el mal, el yin y el yang.
-En un día malo uno puede levantarse, ponerse este disco y sentirse mejor.
-Ese es mi sueño con este disco.
-¿Siente que lo está consiguiendo?
-Sí, que alguien te diga que le ha cambiado la perspectiva y está agradecido, es lo más bonito que te puede pasar. Después viene todo lo demás, pero lo primero es eso. La canción que abre el disco es 'Gente', que es como una caricia en el lomo, de va todo bien y si no va bien, aunque no lo estés viendo, no desesperes.
-Cuando uno da conciertos de tres horas, sin ser Raphael, ¿es porque se siente bien?
-Sí y porque el público se está sintiendo muy bien también. Últimamente se me están alargando un poco los conciertos, sobre todo cuando hago cosas a voz y guitarra. Me pongo ahí, de repente hay gente que conoce bien mis canciones, mis discos y me piden que toque cosas que no están en el repertorio de esa noche y se empieza a alargar la noche. Tengo terror a ser un brasas, pero si de repente me empiezan ap pedir, y quieren brasa, ahí vamos.
-Es un disco diseñado por tu hermano, en el que toca tu hijo y dedicado a tu padre. Toda una saga en este trabajo.
-Sí, por carambolas de la vida. Ahora digo carambolas y pienso que en la portada hay un billar. Ha salido de forma natural, no es que esto sea un negocio familiar. Se ha dado así y para mí guay.
-Los vampiros dan miedo pero también fascinan. ¿Qué parte pudo más para elegir el título?
-Viene por una canción que se llama así, que me gusta un montón y me sonaba bien para título de un disco. Soy bastante nocturno, pero casero, no en los bares. En mi casa. Lo que había que hacer durante el día, yo suelo hacerlo de noche. Como dice la canción «vivo de noche como un vampiro y cuando todos duermen, estoy mejor». Cuando los míos están dormidos. Estar dormido es estar bien. Todo está en orden. Son las tres y media de la mañana y yo estoy currando y me siento bien.
-Dice que el éxito es lo que tengas en la cabeza. ¿Qué tiene usted a estas alturas de la vida?
-En lo práctico, seguir ganándome la vida en esto, dar conciertos, que me pidan canciones, poder seguir girando y seguir teniendo un público que quiera canciones nuevas. Acepto todo lo que conlleva. El nervio cada vez que saco algo nuevo y si les gustará a los míos, que es lo que más me importa. Que no piensen que he flojeado, que para mí es el terror, pero hay que estar abierto a esa incertidumbre. No es un oficio fácil, aquí no hay finiquitos; hay veces que faltas y es injusto y veces que triunfas y también es injusto. Al final, a mí lo que más me importa son las canciones y si puede seguir haciéndolas, tocando y me da para vivir, ya me siento exitoso.
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