![Déficit de atención](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2024/09/22/Imagen%20Hawley%202-kJkF-U2201307802189p0H-1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Tremendo rapapolvo el de Richard Hawley en mitad del concierto: «el público español sois increíble porque siempre habláis; a ver, que a mí no me importa, podéis hacer lo que queráis porque habéis pagado, pero cada vez que vengo aquí me sorprendo, España debe ser ... el país más rico del mundo, si podéis comprar una entrada y luego estar hablando durante todo el espectáculo, sin escuchar nada…».
Y sí, el inglés algo de razón tenía, pero claro, hay que entender que el público tampoco lo tiene nada fácil para meterse en su papel. O sea, ponte a currar toda la semana, gástate una pasta en la entrada, queda con los amigos, métete una kilometrada en algunos casos y a ver quién es el guapo que entre cañones de cerveza no se pone un poco en modo 'Friday on my mind'. O incluso 'Fiebre del sábado noche', debajo de esa bola discotequera que han colgado ahora en Escenario.
El concierto, en todo caso, era de los de escuchar con atención. De hecho, se llamaba 'An intimate evening with…', lo que ya daba alguna pista: formato acústico, un dúo de dos guitarras… Menos mal que la regañina no llegó a empañar un espectáculo soberbio, que había congregado a medio millar de fieles. Por cierto, cerca de la mitad foráneos, según datos de los promotores.
Calentó motores el incombustible Fernando Macaya, todo un clásico de la escena nacional –guitarrista en Deltonos o junto a Quique González o Mikel Erentxun–, que además jugaba en casa, porque su estudio de grabación Moon River está en el mismo edificio. Mientras daba calor a su disco en solitario, 'Salida - Stereo Out', un espontáneo gritó desde la platea: «¡Pues tampoco lo hace mal este chaval!»; al veterano músico se le escapó una sonrisa. No, nada mal: apoyado tan solo por un batería, aquello sonaba a banda completa.
Sin puntualidad británica pero hecho todo un dandi llegó la estrella principal, un Richard Hawley que parece tocado por la eterna juventud. Tupé de rocker, vaqueros con un palmo vuelto y gafas de sol. Duro pero tierno. Como esa voz pétrea pero a la vez delicadísima con la que saludó en castellano, antes de atacar con dos canciones de 'Truelove's gutter', su disco de 2009. Y pasar a mayores ya en la tercera entrega 'Tonight the streets are ours', que introdujo con un largo discurso denunciando la deriva política de su país.
Y ahí arrancó probablemente el problema, la falta de atención de la que se lamentaba. Igual no se percató de que los españoles no entendemos demasiado bien el inglés; tal vez por eso en la sala había un silencio más que aceptable mientras él cantaba y un murmullo algo molesto cuando peroraba… en su idioma.
El caso es que Hawley lo puso todo de su parte, con mucho agradecimiento y loas al público, y hasta una camiseta del Racing personalizada–«Hawley 20», lucía en la espalda–, y el músico siguió desgranando baladas ante un público que levitaba, como en trance. Y con silencio reverencial cuando cantaba. Salvo un exaltado que se pasó de frenada y terminó reclamando silencio… a gritos.
Al final solo cayó un bis, 'For your lover give some time'. Hora y media dio Hawley, que se llevó –ahora sí con gusto– mucho ruido en la ovación final.
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