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Dice la leyenda que el mítico Son House tenía dos personalidades que se manifestaban a través de su voz. Podía rasgar el aire cuando cantaba, pero apenas era audible su susurro cuando llegaba el momento de manejarse con palabras. Distancia y vida perra de por ... medio, Nina, así a secas, porque ni siquiera le hace falta apellido, se asemeja al bluesman maldito. Puede hacer que un teatro entero contenga la respiración cantando a capella. Y puede resultar cómica cuando dice lo que se le pasa por la cabeza, entre canción y canción, como una recién llegada a esto de los escenarios. Esa naturalidad que impregna todo lo que hace Morgan es parte de su imbatible éxito.
Su concierto de ayer en el Palacio de Festivales comenzó con un guiño. Versionaron 'Honey' de Head and the Heart. Paco López (guitarra), Alejandro Ovejero (bajo) y la propia Nina rodeando un micro a media altura, como tres colegiales en la función del colegio, acompañados apenas por las notas de la guitarra. Y ya, en solo unos segundos, lograron ese algo que cada día parece más difícil de alcanzar en un concierto; atención, respeto y silencio.
Ekain Elorza se sumó a la fiesta a continuación para marcar el latido de 'Cold' e iniciar un relato que durante la primera mitad del bolo pasearía por su iniciático álbum, 'North', ese que hizo que un nuevo nombre se repitiera cada vez con más fuerza, en el efímero mundo de las bandas emergentes.
Hasta que no finalizaran otros dos temas, no hablaría la cantante con el público que se regodeaba escuchando cada nueva canción, sin apenas moverse, sin que los móviles estropearan la experiencia. «Esperamos daros algo esta noche», afirmaba. Y vaya si lo lograron.
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El recorrido, cuya siguiente escala fue 'Work' sirvió para explicar que esa canción tiene ahora, cuando terminan la gira de 'Air' para descansar y centrarse en su próximo disco, todo el sentido. Una composición muy anterior a los primeros compases de la banda como tal. Cuando intercambiaban maquetas, sin saber que en apenas tres años serían sinónimo de calidad.
'Volver' que alienta a romper la timidez por aquello de cantar en español, no contó con coro del público. Pero no fue algo malo. Ninguna de las cientos de personas allí reunidas quisieron resquebrajar la magia, que alcanzaba la mitad del show y se adentraba en el segundo disco de Morgan.
En 'Thank You' apareció el espíritu de Aretha en la multipolar Nina, que bien puede ser Norah, Janis o Taylor, si le apetece, y dio paso a la segunda confesión de la noche, una versión de 'Unknow Legend' de Neil Young, que los cinco utilizan como banda sonora propia antes de salir al escenario. Un poco más de luz habría sido de agradecer entre la penumbra para no perder detalle, pero hasta eso parecen cuestiones menores.
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'Planeth Earth' resulta quizá el tema de arreglos más inquietantes, previo al 'Blue Eyes', donde se corrobora que lo de aplaudir con ritmo y coordinación no es algo que se nos dé especialmente bien y antes del himno de celebración 'Flying Peacefully'. Faltaba en el repertorio uno de esos momentos electrizantes que iba a serlo mucho más de lo previsto. «Algo bueno habré tenido que hacer en otra vida para estar con ellos, con gente tan importante. Es un regalazo contar con su presencia esta noche». Y entonces, Quique González se convirtió en el sexto miembro del conexionado grupo para interpretar a medias la descomunal 'Sargento de Hierro', mientras el público hacía tambalearse el patio de butacas. Sin restar mérito alguno, a González le debe Morgan parte de su notoriedad. A él, y 'Charo', claro. El de Villacarriedo, siempre generoso, participó de la celebración queriendo mantenerse en un imposible segundo plano. '¡Son buenísimos!', reconocía terminado el concierto.
'The Child' devolvió la calma, quizá un poco fuera de lugar entre tanta algarabía, para dar rienda suelta a 'Another Road' y el espíritu funk, con los asistentes ya de pie, y finalizar, como bola extra, con la impecable 'Marry You'.
Al fondo del escenario, el logo de Morgan debería añadir a su dibujo un equilibrado hombre de Vitrubio, que represente el perfecto cuerpo conectado que los cinco músicos conforman. Paco López es el cerebro, conectado al corazón cuyo pulso marca Elorza, con David Schulthess y Ovejero como extremidades que abrazan y sostienen y Nina convertida en la sangre que da vida a este organismo explosivo e íntimo a partes iguales.
«Los conciertos te llenan el alma y te hacen ser mejor persona», explicaba la artista mientras sus manos, como hace durante cada minuto, narran una historia paralela. Si su teoría es cierta, el paseo de Reina Victoria vio caminar ayer a cientos de seres transformados, con los que ni la lluvia pudo.
En estos tiempos en que todo se cuestiona, podemos alimentar la polémica sobre las ventajas de las energías renovables, pontificar sobre jurisprudencia twittera o debatir, incluso, si la tierra es plana. Por suerte, mientras todo gira, avanza vertiginosamente y se transforma, casi siempre en algo peor, quedan resquicios para la artesanía del arte ejercido con conciencia y consciencia. Podemos discutirlo todo, pero asumamos que Morgan son un regalo incuestionable. Y ojalá dure.
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