Nacho Vegas tiene una misión
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Crónicas ·
El cantautor asturiano presentó en Santander 'Mundos inmóviles derrumbándose', arropado por su nueva banda y ante un público militante de su doctrinaA Nacho Vegas (Gijón, 1974) se le ha adjudicado un nuevo término de los asociados a su creatividad compositiva y musical. La ternura. Un concepto ligado a su disco más reciente, con el que lleva un año de gira y del que ayer dio buena ... cuenta en Escenario Santander. 'Mundos inmóviles derrumbándose' (Oso Polita), sonó casi completo. El concierto se abrió con los hipnóticos compases de 'Belart', donde ya queda patente el nuevo juego de voces que empaca al asturiano con el cambio de formación. 'El don de la ternura', 'Big Crunch', 'La flor de la manzana', 'Ramón In'... No hay un salto notable con respecto a los trabajos anteriores en cuanto a temática o sonido global, pero parece que el complejo título del álbum corresponde a la aridez final que arroja y por la que el público, tres centenares de personas en la capital cántabra, no ha terminado de transitar con comodidad. Ser seguidor de Vegas es asistir a sus conciertos como un acto casi litúrgico. No es la voz, no es la expresividad, ni hay espectacularidad escénica, pero una vez que entras en su mundo, te quedas. Entre novedad y novedad, sonaron varios clásicos de discos anteriores. 'La pena o la nada' (El tiempo de las cerezas', 2006), 'Lo que comen las brujas' y 'La gran broma final' ('La zona sucia, 2013), 'Ciudad vampira' ('Resituación', 2014), 'Ser árbol' ('Violética', 2018), o 'Cómo hacer crac' ('Oro, salitre y carbón', 2020). Y decimos clásicos porque Vegas suma ya dos décadas de trayectoria en solitario, con una fragilidad inalterable como seña de identidad, que se reviste de resistencia activista y profundidad poética no apta para alienados o ávidos buscadores de impacto inmediato.
Por las letras menos crípticas, alumbradas por tres esferas de luz blanca suspendidas como planetas sobre el escenario, desfilaron Violeta Parra, Ferreras e Inda, Vox, el espíritu de Raymond Carver, la familia Botín o la cúpula de la CEOE, muy presente en la sala cántabra.
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Leila Bensghaiyar
Vegas, que saludó al comienzo e hizo un inciso antes de cantar 'Muerre´l Branu' en bable, «lengua proscrita por las instituciones», tan solo se explayó para presentar a sus compañeros de escenario, con más representación autonómica que el desfile institucional del Día de la Hispanidad. La alemana Julianne Heinemann (guitarra y coros), los vascos Joseba Irazoki (guitarras y coros) y Hans Laguna (bajo) el catalán Ferrán Resines (teclado) y el asturiano Manu Molina(batería), que permanece inamovible al lado del asturiano desde hace años.
Tras 90 minutos, con un sobrecogedor 'Ángel Simón', el tema que dedica a su padre, y la festiva 'El hombre que casi conoció a Michi Panero', Vegas se fue como vino, cumplida la misión de sus canciones. Canciones sin más (ni menos) pretensión que plantear reflexiones sobre la cotidianidad, incomodar, quizá y en última instancia, generar movimiento.
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