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El día que nació Rodrigo Cuevas (Uviéu, 1985), qué planeta reinaría que le puso bajo la protección de las musas de la música y de la danza, que en su celestial Olimpo nunca pensaron que el guaje iba a bailar en teatros y escenarios con madreñes (almadreñas) y cantar con una montera picuna como sombreru.
Un concierto de Rodrigo es todo un espectáculo multidisciplinar y sensorial, de los pies a la cabeza. En medio de este recorrido corporal, el artista se acompaña de una faja floreada, un xerséi con trasparencias, una túnica roja muy volandera, aretes a juego y un collar que reclama la ayuda de todas las divinidades. Escucharle falar y cantar es toda una clase práctica para aprobar el C1 de asturianu, esa llingua romance tan pegajosa propia de Asturies. Con amores en Cantabria y actuaciones anteriores memorables (ese día en que pudo contar a todos los espectadores sin problemas porque no llegaban a la docena), Rodrigo se presentó en el auditorio del centro Botín con dos músicos como acompañantes: Juanjo Díaz a las percusiones y Mapi Quintana al contrabajo, panderos, vocoder y coros. Su tercer espectáculo en gira -'Trópico de Covadonga'- se mostraba a medias sin el subtítulo de 'Latitud: N43°19'0.01'.
Este trópico -muy paralelo- es «una línea imaginaria que atraviesa todos los corazones y nos sitúa en un lugar no físico, sino sensorial». Presentado así requiere mucha imaginación. Desgranado en diez canciones (10 temazos 10) y más del doble de parlamentos, se entiende que los sones tradicionales de la cornisa (sí, cornisa como gustó de recalcar) cantábrica sean su eje musical ahora con sintetizadores, letras nuevas y todo un repertorio de coreografías con albarcas, imágenes en blanco y negro y una performance bien ensayada llena de humor y reivindicaciones varias. Rumbas, muñeiras, rondas, habaneras, fandangos, canciones de cesteiros y vaqueiras componen este trópico inmaterial que Rodrigocuevas (como gusta autonombrarse el que «ye conocíu como 'l Freddy Mercury del folclore») ofrece como «un concierto lleno de salud» mental y física. Inenarrable medio auditorio haciendo ejercicios pélvicos. Hora y media de música llena de vitalidad, de un artista cada vez más completo que sabe llegar a los corazones con las voces renovadas de la tradición. Dos bises cerraron una velada donde la sonrisa estaba en todas las caras y cuerpos. Necesitamos más Rodrigos que nos animen a cantar en asturianu: «Tralalalaralaralalalá, Uo». A por el C2.
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