Secciones
Servicios
Destacamos
No todas las noches se tiene la oportunidad de ver en directo a una artista que empieza a coleccionar galardones por su buen hacer en lo musical; anoche, sí. Maria de los Ángeles Rozalén y Beatriz Romero, intérprete en lengua de signos que siempre acompaña ... a la cantautora en sus espectáculos en directo, cerraron ayer la primera edición del Magdalena Winter de Santander demostrando, a través de las canciones, ser dignas merecedoras del 'Disco de Oro', del Goya a 'Mejor Canción' y de todos los premios recibidos y venideros.
La de Albacete se subió al escenario pasadas las 21:30 horas y, tras dar la bienvenida a los asistentes y desearles un feliz año -y vida-, cantautora y banda fueron familia encima del escenario, como esas que se reúnen los domingos a comer y contar historias. Porque la música de Rozalén, no olvidemos, es canción de autor; son historias. «Bienvenidos a este viaje», saludó la cantante con una pantalla tras de sí proyectando un tren en movimiento.
Durante ese viaje de noventa minutos anoche hubo tiempo para la emoción contenida, pero también para la verbena y el jolgorio, algo que los niños que había entre el público agradecieron al instante; dos partes del espectáculo distinguidas perfectamente a lo largo del repertorio de la artista, que combinó los temas de su último trabajo, 'El Árbol y el Bosque' (2020), con canciones de trabajos anteriores como '80 Veces' o 'Vivir', tema en colaboración con Estopa.
A Rozalén y a su banda les avalan, entre otras cosas, los cuarenta conciertos a sus espaldas realizados durante el 2021, tema que no quisieron pasar inadvertido: «gracias por comprar una entrada y venir a los conciertos, porque sin eso nosotros, los que estamos sobre el escenario y los que no podéis ver, Alberto, Luis, Charlie, Sonia, Álvaro, Santi y África, no podríamos estar aquí». Cuando el respeto habla y se sabe dependiente de quienes tiene delante para seguir sobre los escenarios, la respuesta no puede ser otra que el aplauso. Y así fue.
A ese aplauso le siguió lo crudo, las canciones que duelen: «son las canciones que cuesta escribir las que hay que seguir cantando», y por eso a las 22:00 el Palacio de los Deportes enmudeció para escuchar dos temas concretos: 'La Línea', tema inspirado en las crisis migratorias al que acompañó recitando unos versos de Cristina Peri Rossi: «partir es siempre partirse en dos», y 'Justo', letra dedicada a su tío abuelo, soldado de la Quinta del Biberón que jamás regresó a casa durante la Guerra Civil.
Con la memoria como telón de fondo, la artista interpretó 'Aves Enjauladas', tema compuesto durante el pasado confinamiento del 2020 en favor de la sanidad pública y sus profesionales: «por favor, no olvidemos tan pronto». Un deseo compartido.
Hasta aquí lo conocido y no por ello menos válido; no obstante, llega lo nuevo: los amigos en la música. Pasado el ecuador del concierto la cantautora quiso presentar en directo una de esas canciones que no entran en disco y que, aún así, tiene vida propia: 'Mar en el trigal': «cuando compuse esta canción con Fetén Fetén yo -Rozalén- no estaba pasando por un buen momento; hoy recuerdo los días en que la grabamos en A Coruña, y me gustaría que se la dedicárais a esa persona o personas que estén viviendo un momento complicado: al final siempre brilla la luz en la tempestad». Y ahí, aunque discretos, hubo muchos gestos entre el público con intención de dedicársela a sus acompañantes.
Noticia Relacionada
Álvaro G. Polavieja
Esa luz, anoche, fue ver a siete personas unidas encima del escenario creyendo en un proyecto que pasa por la zamburria, el cajón, la guitarra española, el teclado y el acordeón, entre otros, para narrar las canciones para disfrute popular. Quizá haya más trova de la que pensamos en la escena sonora actual y solo sea cuestión de potenciarlo un poco más.
Discursos comprometidos aparte, la segunda parte del 'chow', con 'ch' a petición expresa de la albaceteña, pasó por la broma, la risa, y los bailes extravagantes en las sillas: «os sorprendería ver vuestros bailes desde aquí arriba, hacéis cosas imposibles», bromeaba la cantante. Las rancheras, cumbias, sones cubanos y todos los ritmos con sello latinoamericano se adueñaron de La Ballena a pesar de la ausencia de Mon Laferte, cantautora chilena con quien Rozalén canta la canción más exigente a nivel vocal de todo el disco: 'Amiga'.
Como anécdota de la noche, un cumpleaños, el del hijo de un miembro de la banda, que ayer hizo ocho años estando en Santander. Desde el público se coreó aquel himno de 'Parchís' a modo de felicitación y, con la espontaneidad propia de un niño, su protagonista se marchó del escenario lo más rápido que pudo.
Lo cierto es que asistir a un concierto de Rozalén es aprender a valorar aquellas pequeñas cosas a las que cantaba Serrat -alumna y maestro- y quizá los gestos y las miradas que se dan en un concierto forman parte de eso. Démonos prisa y valoremos las pequeñas cosas. Es urgente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.