Pianistas por un día en el mejor auditorio

En total, se han repartido ocho por toda la ciudad. Desde Valdecilla Norte a Puertochico, pasando por la calle Lealtad, el Ayuntamiento, la Porticada, Pombo, Juan Carlos I y el Centro Botín.

Históricamente «el piano se tiene como un instrumento inaccesible, un poco elitista, que no sale del conservatorio o de grandes auditorios y acercarlo a la calle, que es donde se genera la música, es la esencia» de una iniciativa que comenzó en el año 2012 y busca «hacer accesible la música y la práctica universal a toda la ciudadanía, ya sean profesionales, estudiantes o gente que no haya tocado en la vida», explica Jesús Gallardo, de la Fundación Jesús Serra, coorganizadores del proyecto junto al Concurso Internacional María Canals (MCB).

En esta década se ha celebrado en varias ciudades españolas, con sedes fijas cada año en Madrid y Barcelona, siempre con la dinámica de emplazar ocho pianos en cada lugar, algunos de ellos de gran cola, «los Ferrari de los pianos», como explica Jordi Vivancos, director de MCB y pianista, a disposición de cualquier persona.

Partiendo de cierto prejuicio, la respuesta que se produce es inesperada, incluso para los organizadores. «Existe la falsa creencia de que no tanta gente sabe tocar el piano y sin embargo, hay muchísimas personas que tienen conocimientos, y si no los tienes, se atreven a probar». De hecho, mientras hablan, una mujer se sienta y comienza a interpretar, primero un standard de jazz y, a continuación, una canción pop, ante un Bosendorfer Imperial de Gran cola.

Cuando el piano sale a la calle y descubre un nuevo hábitat, lo primero que se observa es «la diversidad». Se aleja del concepto asociado a la clásica y se deja mecer por manos que juegan en otras ligas sonoras. Distintos perfiles, distintos estilos. «De lo que se trata es esto; reivindicar la práctica musical como un derecho que toda la ciudadanía tendría que tener», defiende Vivancos.

Una de las instalaciones más significativas ha sido la de Valdecilla. Parte del personal médico, implicado en el proyecto SaludArte se ha sumado a la propuesta. «Con las tensiones médicas que han tenido en los últimos tiempos, poder desahogarse, tocar y compartir, es muy bonito. También para los pacientes, para los que se crea un ambiente muy distinto», dice Gallardo.

«Me parece estupendo -confirma Lourdes mientras observa- He escuchado el de la Porticada y voy a seguir la ruta». Precisamente, en el centro de esa plaza, Emilia, de 10 años, con sus trenzas pulidas y sus deportivas rosas, se ha atrevido a tocar frente a sus compañeros. Mientras sus pequeñas manos bailan entre blancas y negras, un grupo de adolescentes se acerca a curiosear. Una de ellas Arina, considera que «mucha gente puede aprovechar la ocasión, salir y enseñarle al mundo lo que puede hacer».

Y lo demuestra. Sentada ante las teclas, hace una demostración de sus diez años de formación con 'Comptine d´un autre été', de Yann Tiersen. Con tanta calidez que, al terminar, el corro de alumnos y público efímero que se ha formado a su alrededor repite: «¡Otra, otra!» y hasta a la estatua de Pedro Velarde parece cambiarle la cara.

Orquestada desde el área de Cultura municipal, la meta es que esta puede ser la primera de sucesivas visitas anuales. En palabras de la alcaldesa, Gema Igual, «La cultura debe ser accesible. Santander ha despertado a ella a todos los niveles y la música ofrece una sensibilidad especial».