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Adolfo Llorente
Viernes, 9 de diciembre 2016, 07:14
Otro manguerazo, otro rayo de sol. El ángel de la guarda del euro es italiano, se llama Mario, se apellida Draghi, le apodan súper y acaba de cumplir cinco años como presidente del Banco Central Europeo (BCE). Siempre está ahí, bazuca al hombro. Machacón. Instando, ... advirtiendo y, sobre todo, sosteniendo una Eurozona atrapada en una espiral de crecimiento "mediocre". La política, condicionada por Alemania y los procesos electorales en grandes países, está ausente, ha dimitido. Hace demasiado tiempo que al euro sólo le queda aferrarse a Draghi y ayer, tampoco falló. Los tipos de interés se mantienen al 0% y seguirán los estímulos al menos hasta finales de 2017. Nueve meses extra de compra de deuda y otros activos a través del programa QE que supondrán otra inyección de 540.000 millones al sistema. "La retirada de los estímulos (tapering, en inglés) ni se ha discutido", zanjó.
Los inversores celebraron con subidas en las principales bolsas europeas la decisión del BCE de mantener los estímulos, pero reducirlos a partir del próximo abril. De hecho, no es casualidad que los bancos protagonizaran ayer los mayores avances en la sesión al empezar a vislumbrar una reducción de las compras que permita en un futuro subir los tipos. Así, el Ibex cerró la jornada con un aumento del 2,06% hasta alcanzar los 9.145 puntos, su mejor cierre desde finales de octubre, impulsado por las entidades financieras. En concreto, el Santander registró la mayor subida del selectivo con un 5,27%, por delante del 5,23% de subida para Sabadell; el 5,17% de Bankia y el 5,14% del Popular. Por su parte, el BBVA terminó la jornada con una subida del 4,46% y Caixabank el 3,78%.
La decisión anunciada por Mario Draghi también animó al resto de parqués. Así, el Dax alemán avanzó un 1,75%, mientras que Milán lo hizo otro 1,71%. La Bolsa de París subió un 0,87% y Londres un 0,42%. Las palabras de Draghi también tuvieron su efecto en el valor del euro, que se depreció hasta cambiarse por debajo de los 1,06 dólares.
La expectación era máxima. El contexto ya apuntaba maneras. Se trataba del último Consejo de Gobierno del año y el primero tras conocerse la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses. Además, su país, Italia, está sumido en su enésima crisis con bancos como el Monte dei Paschi, el más antiguo del mundo, con pie y medio en un proceso de rescate público (pasó de puntillas sobre el tema). Todo ello aderezado con el portazo que Alemania acaba de dar a la propuesta de la Comisión de impulsar estímulos fiscales. El panorama es desalentador, pero él siempre sonríe. Desconcertante, seguro.
Así entró a la sala de prensa de la torre de cristal del BCE en Fráncfort, donde los periodistas ya sabían que el Consejo de Gobierno había decidido ampliar el QE desde el próximo marzo hasta el 31 de diciembre de 2017 pero reduciendo el importe mensual de las compras de activos de 80.000 millones a 60.000 durante estos nueve meses extra. Un total de 540.000 millones que elevará la cifra final del programa iniciado en marzo de 2015 hasta 2,3 billones.
Nuevas condiciones
Esto para abrir boca, porque como advirtió Draghi, los estímulos podrían seguir durante 2018 hasta que la inflación se encuentre por debajo pero muy cerca del 2%, como así lo ordena el mandato de la institución. "Seguiremos ejerciendo presión sobre los mercados. La estrategia es a largo plazo, por eso no hemos hablado de tapering", recalcó, asegurando que si la situación lo requiere, podrían volver a la cifra de 80.000 millones en cualquier momento.
Este jueves se aprobaron unas directrices que pueden ser modificadas cuando haga falta en función de las necesidades y las muchas incertidumbres que condicionan la coyuntura. Entre los cambios técnicos, destacan tres. Se elimina el límite que toma como referencia la tasa de facilidad de depósito, que continúa en el -0,4% no se podía comprar bonos por debajo de esta rentabilidad. El vencimiento de los bonos potencialmente comprables será desde uno a 30 años (ahora es de 2 a 30). Y por último, aceptarán desde el 15 de diciembre "el uso de efectivo como garantía en el programa de compra de activos públicos".
Tirón de orejas a los países
Otra de las claves de su comparecencia fue la actualización trimestral de sus previsiones macroeconómicas de crecimiento e inflación que por primera vez incluyeron 2019. Si no sabe cómo definir el estado de la Eurozona dibuje una línea horizontal. En lo referido a la evolución del PIB, 2016 y 2017 cerrará en el 1,7%, pero es que en 2018 y 2019 retrocederá una décima, hasta el 1,6%.
En lo relativo a la inflación, la clave que dirá cuándo el BCE retirará los estímulos, la previsión es que ni siquiera en 2019 tocará el 2% fijado (0,2% este año, 1,3% en 2017, 1,5% en 2018 y 1,7% en 2019)."Los riesgos de deflación han desaparecido, pero que la incertidumbre continúa en todos los sitios", zanjó antes de insuflar algo de ánimo: "La expansión económica seguirá a un ritmo moderado, pero firme".
El italiano no desaprovechó la ocasión para dar el enésimo tirón de orejas a los países y recordar que el BCE, por si solo, no será capaz de sacar a la Eurozona de su estancamiento. Pidió reformas estructurales en todos los estados aprovechando la coyuntura de bajos tipos, el cumplimiento de las reglas comunitarias (déficit y deuda) y el diseño de políticas presupuestas destinadas al crecimiento y la creación de empleo. Es decir, "menos impuestos, menos gasto y más inversiones, pero productivas". El problema es que Draghi no se enfrenta a las urnas y los jefes de Estado y de Gobierno a los que se dirige, sí.
Es el caso de Italia, donde el joven e impulsivo Matteo Renzi acaba de dimitir dejando aún más huérfana a la socialdemocracia europea. Se barrunta marejada en la cuarta potencia del euro, con su banca hecha unos zorros y su deuda pública acomodada por encima del 130% del PIB. Pese a lo grave de la situación, Súper Mario pidió calma. "La vulnerabilidad del sistema bancario en Italia ha estado ahí desde hace mucho tiempo. Debe abordarse. Confío en que el Gobierno sabe qué hacer y que lo afrontará", se limitó a señalar.
Ídem de ídem respecto a lo que pueda suceder en EE UU y la posible e inminente subida de tipos por parte de la Reserva Federal. Su mensaje fue el mismo que para el Brexit, abogar por la tranquilidad y felicitarse por la solidez de los mercados pese a turbulencias muy señaladas.
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