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No es nada nuevo, más bien al contrario. Constatable ejercicio tras ejercicio. El invierno demográfico que atraviesan numerosos territorios, entre ellos Cantabria, con un incremento de la esperanza de vida y una natalidad que no cubre las defunciones, es un patrón que transforma todas ... las estructuras sociales, económicas y productivas. Las cifras refuerzan esta premisa, con un mercado laboral cuya pirámide poblacional va invirtiéndose de forma paulatina hasta engrosar la cúspide -el grupo que ya otea la jubilación- mientras los cimientos cada vez son más endebles, con menos jóvenes asentándose en las empresas para desarrollar su carrera profesional.
El espejo de la Seguridad Social no engaña. Cantabria contaba en agosto con 231.619 afiliados, sumando tanto los inscritos en el Régimen General como autónomos, empleadas del hogar, adscritos al régimen agrario y los trabajadores del mar. La cifra supone 8.000 empleos más que en 2018 (223.592) y más de 20.000 en relación a diez años antes (211.487), cuando la Comunidad se encontraba todavía envuelta por la crisis inmobiliaria y el efecto de los ajustes puestos en marcha por las administraciones.
Una trayectoria en la que se observa ese envejecimiento de los cotizantes. El pasado mes un total de 20.100 trabajadores cántabros tenía una edad comprendida entre los 60 y 64 años, lo que supone el 8,6% del total de la masa laboral, 2,4 puntos más que una década antes, cuando la proporción se situaba en el 6,2%. La Comunidad, además, aparece siempre por encima de la media nacional, puesto que en la actualidad los trabajadores sénior en el conjunto nacional suponen el 7,4%. En 2012 el peso en España era del 5,3%.
231.619afiliados había en agosto en la Comunidad, frente a los 211.487 de 2012.
20.100cotizantes están a día de hoy en el rango de edad entre los 60 y los 64 años.
15.998afiliados tienen entre 25 y 29 años, frente a los 18.763 del mismo mes 10 años antes.
En el otro extremo se encuentran los jóvenes trabajadores comprendidos entre los 25 y 29 años cuya tendencia es inversa. Durante la última década el porcentaje de empleo de esa franja de edad pasó del 9,2% al 6,9%, es decir, ha disminuido en 2,3 puntos, casi en la misma proporción de aumento de los que se encuentran en perspectiva cercana de jubilación.
La Seguridad Social registra 15.998 jóvenes en esa franja de edad en la región, frente a los 18.763 de 2012 o los 16.969 de hace un lustro.
En este grupo de trabajadores también Cantabria presenta debilidades en relación al resto del país. España cuenta con 1,72 millones de jóvenes de la edad referida, un 8,5% del total, peso que se ubica 1,6 puntos por encima al porcentaje autonómico.
La problemática, como se ha dicho anteriormente, no es nueva, en especial en lo relativo a los trabajadores jóvenes, aquellos que deben garantizar de forma progresiva el relevo para blindar el estado del bienestar. Sin embargo, ese proceso no se está produciendo en Cantabria.
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Como otra referencia, la Encuesta de Población Activa (EPA), que arroja una sangría regional en menos de dos décadas. En 2005, según las cifras que recoge el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), la Comunidad tenía 21.000 personas ocupadas con edades comprendidas entre los 16 y los 24 años al término del segundo trimestre. En 2015 el colectivo se desplomó a 6.700. En la actualidad se sitúa en 9.800 ocupados.
Como motivos para esta evolución, la metamorfosis igualmente vivida en la estructura del mercado de trabajo en Cantabria. En el mencionado 2005 la construcción y la industria periférica al ladrillo ofrecían una salida atractiva para muchos jóvenes que no querían estudiar. Trabajo abundante y buenos sueldos de inmediato.
El estallido de la burbuja acabó con aquella vía, lo que expulsó a miles de empleados de aquellos nichos de actividad para reorientarlos a otros segmentos, en especial hacia la hostelería en caso de no contar con estudios y, en menor medida, al ámbito secundario.
El contexto de 2015 no era nada halagüeño para los menores de 25 años. Un mayor proteccionismo familiar les empujaba a alargar sus carreras académicas con la esperanza de tener mejores oportunidades.
Los datos relativos al comportamiento de las afiliaciones a la Seguridad Social en la última década corresponden a un análisis elaborado por el sindicato USO. La organización sostiene que «el análisis del mercado laboral de Cantabria muestra las debilidades de nuestra economía. Una conclusión evidente es que la región no es tierra de oportunidades y la disminución de juventud trabajadora es un síntoma evidente de deterioro. El envejecimiento progresivo de la población ocupada es también consecuencia de que el talento y el emprendimiento no creen en Cantabria».
Sentada esta premisa, las consecuencias. «La resignación a la emigración es una realidad para nuestros jóvenes y es una factura que ya estamos pagando pero que en un futuro cercano puede ser una gran losa para el llamado estado del bienestar en nuestra Comunidad».
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