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Desde que el ex primer ministro británico David Cameron iniciara la densa y larga andadura del 'Brexit', cuyo principio del fin se tradujo en el referéndum de junio de 2016, todo en torno a la salida de Reino Unido de la Unión Europea ha sido incertidumbre. Dudas que en el Puerto de Santander inquietaban sobre todo en lo referente a cuán amistoso sería ese divorcio que afecta al tráfico de una cantidad de mercancías y de personas que suponen el 25% del total a orillas de la bahía de la capital.
Ya lo avanzó en Cantabria hace unas semanas el secretario de Estado para la Unión Europea, Juan González-Barba –cuando aún no había resolución sobre el acuerdo– : «Incluso en el mejor de los escenarios, en que se alcance un 'Brexit' más benigno, las relaciones tanto de tránsito de personas como de mercancías serán diferentes, y nadie va a salir beneficiado a ambos lados del Canal de La Mancha», avanzó. «Va a haber más obstáculos de los que había y va a haber también más costes, pero eso ha sido una decisión que ha tomado de forma soberana el pueblo británico y España no puede hacer nada». Finalmente, el escenario fue el menos malo.
El pasado 24 de diciembre la Comisión Europea y el Gobierno británico alcanzaban un acuerdo sobre su futura relación que se traducía en un texto de más de mil páginas. Un documento, sin duda, que se había esperado durante largo tiempo en el Puerto de Santander. Receptora y emisora de pasajeros y mercancías, la capital cántabra se ha ido consolidando a lo largo de los últimos años como una de las puertas más importantes de Reino Unido en España.
El Puerto recibe a miles de viajeros y transportistas al año procedentes única y exclusivamente de las islas británicas. De hecho, su actividad se vuelca de forma fundamental en su relación con Gran Bretaña e Irlanda. No es el único socio, pero sí el más importante. Y las nuevas condiciones de este flujo que trae consigo el 'Brexit' han obligado a una readaptación de las infraestructuras. Hasta el punto de que la Autoridad Portuaria de Santander (APS) ha dedicado hasta un millón de euros para adecuar sus espacios a la nueva realidad.
«La incertidumbre que ha sembrado todo el proceso de 'Brexit' nos ha retrasado en la adaptación de los espacios y los servicios», lamenta Alberto Rodríguez, jefe del área de exportación. «No es que sea un problema como tal, pero sí que nos hubiera gustado haber podido agilizarlo todo mucho más».
A simple vista se pueden observar las modificaciones incluso desde la propia ciudad. Al otro lado de las vallas que separan la urbe del espacio portuario para impedir el salto de los polizones. A orillas de la bahía se han ubicado nuevas cabinas y carpas que atenderán las necesidades de diferentes puestos, desde el incremento de puntos de Control en Frontera, nuevos puestos de Aduanas, la ampliación del edificio del Puesto Fronterizo o la habilitación de cabinas orientadas a la estancia de personas. Prueba de esta reciente disposición de infraestructuras es precisamente el edificio de Aduanas, un punto que actúa como un cordón sanitario para registrar las mercancías de origen animal, tanto para consumo humano como animal en mal estado.
El pasado 6 de enero llegó a Santander la primera escala de una nave de Brittany Ferries –el buque Galicia– procedente de unas islas británicas que ya no pertenecían a Europa. A los pasajeros, camiones y la mercancía en general se los recibió en un puerto acondicionado de forma «provisional». Y así continuará siendo durante los próximos meses, al menos hasta pasado el próximo verano, cuando estiman las autoridades portuarias que estará finalizada toda la readaptación de espacios e infraestructuras.
«A grandes rasgos, estimamos que el coste de toda esta readaptación de espacios e infraestructuras supondrá un millón de euros», detalla Rodríguez. «Hace falta tener un lugar, por ejemplo, donde una persona que por cualquier problema no pueda ingresar en el país, pueda esperar en unas condiciones dignas».
A la actual terminal de ferri le queda poco tiempo de vida. Para 2023 se pondrá en marcha la nueva, ubicada en un muelle interior, que permitirá mayor flexibilidad para todas las nuevas maniobras y protocolos que llegan de forma imperativa con el cambio de relación con las islas británicas. «El problema actual que tenemos con la terminal es que es muy larga y estrecha. En la nueva ubicación, tendremos espacios más anchos, que facilitarán la circulación de vehículos y otros servicios que van a ayudar mucho a agilizar los trámites», cuentan en el Puerto.
Tienen mucho más trabajo los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La Policía Portuaria, la Policía Nacional y la Guardia Civil deberán requerir la nueva documentación a los pasajeros de los ferri. Y lo mismo sucederá con los permisos y demás trámites en las aduanas. Son todas funciones que se sumarán a la carga de trabajo ya existente con la vigilancia para que los polizones no accedan al recinto portuario, por ejemplo.
Todas estas nuevas condiciones serán premisas que deberán manejar las empresas cántabras con intereses en Reino Unido de cara a su adaptación a la nueva realidad. «Estamos trabajando con los clientes exportadores prácticamente todos los días», afirma Antonio Cortiguera, jefe de Sistemas de Información.
«La importación trae consigo más problemas que la exportación y lo que estamos tratando de conseguir, con el tiempo, es que el tráfico sea tan ágil como cuando Reino Unido formaba parte de la Unión Europea», detalla el responsable de este área.
Para ello es imprescindible la eliminación de los trámites físicos. «Todos los papeleos desaparecen. Han de ser digitales porque de lo contrario es imposible aspirar a que podamos movernos con la agilidad debida. Y en un tiempo como este, donde el tiempo es tan importante, debemos actualizarnos porque si no, puede que los clientes acudan a otro puerto vecino donde sí sea más fácil hacerlo», advierte Alberto Rodríguez.
Desde la CEOE lo tienen claro: ningún 'Brexit' es positivo, pero éste supone, al menos, «un mal menor» que aporta «más tranquilidad y seguridad» ante la latente amenaza que ha existido durante el último año de que la marcha se materializara de forma abrupta, «lo que multiplicaba las consecuencias y los daños», señaló hace semanas Enrique Conde, presidente de CEOE-Cepyme.
A día de hoy, el Reino Unido es el cuarto país de destino de las exportaciones de Cantabria. Lo que sea a partir de ahora «es toda una incertidumbre;porque lo que está claro es que las relaciones que tenemos con el país van a cambiar de forma importante», agregó Conde.
Por un lado están los tráficos de Brittany Ferries, que comprenden personas y mercancías. Los de la CLDN (Compañía Luxemburguesa de Navegación), centrada en el tráfico Ro-Ro de remolques y contenedores; el de automóviles nuevos y la exportación de cemento.
Son muchos los sectores cántabros que muestran mayor exposición a este cambio: la industria de la alimentación, la automovilística, la de otros minerales no metálicos, la química, la metalurgia, la fabricación de productos de caucho y plásticos y la maquinaria de equipos, que reúne casi el 80% de las exportaciones de Cantabria al Reino Unido. En total, al otro lado del Canal de La Mancha venden alrededor de 120 empresas de la región.
«A algunos de ellos todavía los cuesta acostumbrarse a que las cosas han cambiado. Sencillamente quieren continuar llegando al puerto y embarcando las mercancías pero poco a poco les vamos explicando que eso ya no puede ser». Ha habido la suerte de que el acuerdo de 'Brexit' ha excluido los aranceles. «De lo contrario hubiera sido algo muy problemático porque muchos productos españoles hubieran dejado de ser competitivos en el mercado. Pero vamos a poder competir prácticamente en igualdad de condiciones y con la misma agilidad a como lo hacíamos cuando Reino Unido era todavía miembro de la Unión», agrega el responsable del área de Exportación.
El miedo viene de lejos. Manuel Pascual, director de Brittany Ferries, alertaba hace tiempo a El Diario de lo «perjudicial» que era el 'Brexit' para todos los sectores y, «especialmente», para su empresa, cuyos barcos combinan pasajeros y carga. «Pasar de un mercado libre a un mercado con controles complica toda la operativa sobre manera», explicaba entonces.
Por fortuna en este sentido, la transición del Puerto hacia el cambio está coincidiendo con la pandemia, cuyas restricciones han limitado sobremanera la afluencia de personas y mercancías a Santander. «Estamos teniendo problemas propios de los cambios. Tenemos cosas que mejorar y que perfeccionar pero es algo que iremos consiguiendo poco a poco. Y tenemos la suerte de que la carga del pasaje del Ferri no es como en verano, cuando pueden desembarcar del orden de 600 vehículos y hasta 1.500 personas. Ahora, si hay un problema, tenemos capacidad para resolverlo sin que se colapse la terminal».
La «ralentización» en el proceso de embarque y desembarque de los ferris, que en la capital cántabra debe realizarse en tres horas, es algo que se está ajustando en la actualidad, con el ánimo de que «no llegue a afectar a la rotación, para que no se pierda ni una escala».
El tiempo resolverá las dudas. «Si no hay aranceles, si se agilizan todos los trámites burocráticos a través de la alternativa digital, para que, por ejemplo, un camión sepa al llegar si puede entrar o no en el país... no tendríamos por qué temer que la actividad se vaya a ver perjudicada», zanja el jefe de exportación.
Con los empresarios orientados acerca del cambio que ha llegado, el Puerto adaptado a la nueva realidad y el tiempo necesario para absorber los cambios, todo parece encaminado para que el 'Brexit', que al fin llegó, no merme la capacidad competitiva de Santander. «Vamos a hacer todo lo posible para que así sea», señalan en el Puerto.
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