Fértiles y húmedos pastos para alimentar el ganado, agua abundante del Pisueña, cercanía del ferrocarril y disposición de entusiastas y eficaces trabajadores. ¿Cómo no iba a ser La Penilla de Cayón el lugar adecuado para que se instalara aquella fábrica suiza de harina lacteada que ... se identificaba con el nido de unos pajaritos?
En los primeros años del siglo XX Cantabria sufría la pérdida del comercio con ultramar, pero seguía su transformación hacia una industria moderna. El eje Santander-Torrelavega-Reinosa se había cubierto de establecimientos de transformación, fábricas de harinas, curtidos, carros, toneles, piezas metálicas y derivados de la leche que se revitalizan con el puerto de Santander. La provincia ya poseía cierto prestigio industrial que iba determinando los perfiles del territorio con importantes centro mineros, e innovadores métodos de organización del trabajo.
En este contexto, una importante empresa se fijó en Cantabria para instalarse en nuestro país. Era la sociedad 'Farine Lactée Henri Nestlé', en proceso de expansión y dedicada desde 1866 a la fabricación de harina lacteada, un producto exclusivo que fue concebido para combatir la alta mortalidad infantil de la época. La apuesta de la compañía por la ubicación de La Penilla fue absoluta. Creó infraestructuras ferroviarias incluso en el interior de la fábrica para desplazar con comodidad y rapidez los productos elaborados. También un canal para captar el agua del río que circulaba a 2.000 litros por segundo, y en 1905 ya salió el primer bote de harina lacteada de las instalaciones de Nestlé en La Penilla.
Pero el éxito no sólo se basó en aquellas inversiones. El director de la fábrica, Lorenzo Pfersich Wüscher, visitaba a caballo o en bicicleta a los ganaderos de la comarca para invitarles a colaborar con la empresa, a los que comenzó a pagar al contado. Y poco a poco fue ganándose la confianza de aquellos proveedores lácteos cuya calidad también se inspeccionaba con visitas y apoyando la mejora de la ganadería local, algo que se culminaría en 1956 con la creación de una asesoría técnica, el Servicio de Fomento Agropecuario. La empresa, consciente de que la relación con el entorno era fundamental, financiaría el edificio del Ayuntamiento de Santa María de Cayón (1929) y también construiría una escuela (1955). Con esa política, la consolidación de Nestlé en España fue un proceso rápido. En los primeros diez años la fábrica duplicó su producción, pasando de los 140.000 litros de leche que procesó en su primer año, a los 374.000 litros de 1914. Además, en 1910 se produjo un acontecimiento importante para el desarrollo de la empresa, como fue el inicio de la producción de leche condensada La Lechera que estimularía la fortaleza de la empresa y la capacidad de continuar avanzando. Se invirtió en nuevas dependencias, en nuevos canales para trasvasar el agua, en nueva maquinaria y en el perfeccionamiento de los procesos productivos. A finales de la segunda década del siglo ya se procesaban ocho millones y medio de litros de leche al año.
El rey y el chocolate
Tras la constitución formal de la Sociedad Nestlé, Anónima Española de Productos Alimenticios (AEPA) llegó el impulso de la familia real. Las visitas de Alfonso XIII a La Penilla propiciaron que en 1927 Nestlé revalidara su título de 'Proveedora oficial de la Real Casa"'; y se pusieron en marcha importantes campañas promocionales, como la de 1920 que consistió en canjear etiquetas de los productos Nestlé por participaciones de Lotería de Navidad, continuando con la publicación de folletos, almanaques y los populares álbumes de cromos.
En 1928 se produjo otro importante avance, el inicio de la fabricación de chocolate y la fusión de Nestlé con Chocolats Suisses S.A. La inauguración de la nueva línea de producción, cuyo desmoldado y plegado de las tabletas se hacía a mano, estuvo a cargo del infante Don Jaime de Borbón. En 1930, tuvo lugar la fusión con la Sociedad Lechera Montañesa, empresa que había ofrecido una dura competencia desde 1926 comercializando su propia leche condensada y su harina lacteada. Y mientras tanto, el chocolate siguió avanzando. En 1934 se comenzó a elaborar las famosas lenguas de gato y en 1954 ya se fabricaban todo tipo de variedades de chocolate, como el chocolate extrafino con su famoso eslogan: «Un gran vaso de leche en cada tableta...»
Pero el producto que años después revolucionaría el mercado convirtiendo al chocolate en un recurso intemporal para el regalo fue la Caja Roja con sus bombones que se ha arraigado como uno de los productos más exquisitos y cuya calidad ha evolucionado hacia una elegancia y glamour que aún se mantiene en el mercado.
Además de la Caja Roja, desde La Penilla han salido productos que han identificado épocas del desarrollo de España. En 1944 surgió el Pelargón, la famosa leche en polvo que alimentó a una generación de niños y que fue elaborada por expertos médicos y pediatras. En 1945 se empezó a fabricar Egrón y Nescafé, popularizando el café en polvo soluble, y diez años después, Nestum y Celac, la versión moderna de la harina lacteada.
Entidades centenarias -120 años El Diario Montañés
En la década de los sesenta se diversifican los productos de leche en polvo, dietéticos y solubles, donde destaca Nesquik, que muy pronto se convirtió en el instantáneo de moda frente al poderoso Cola-cao. La variedad multiplicó los medios de producción. Las ampliaciones, tanto de edificios como de instalaciones y maquinaria, continuaron a lo largo de los años y aunque los avances y el aumento de las instalaciones han sido constante, entre 1985 y 1995 se llevó a cabo una importante modernización, destacando la moldeadora capaz de moldear 6 toneladas de tabletas de chocolate por hora y la línea automática de envasado de bombones para la Caja Roja. Más recientemente se ha adquirido otra moldeadora para elaborar una nueva gama de bombones con destino al Reino Unido con diferentes texturas y sabores adaptados al mercado británico que se han extendido a Francia y a Oriente Medio.
La fábrica de La Penilla ha continuado su crecimiento, manteniendo la recogida de leche en los valles cantábricos, la fabricación de la mayor parte de sus chocolates en Cantabria y el fomento de la eficiencia y el ahorro de agua y energía. En sus instalaciones se siguen fabricando chocolates, productos de confitería, cacao soluble, harinas, cereales infantiles, leche en polvo y obleas. El 70% de la producción se exporta a más de 30 países y de los 15-30 personas que trabajaban en la fábrica en 1905, hoy son en torno al millar. Fue un acierto apostar por los fértiles y húmedos pastos, el agua del Pisueña y la disposición entusiasta de los trabajadores.
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