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La resiliencia es esa fuerza interior que tiene una persona o un grupo para recuperarse, y sirve como forma de adaptación a la adversidad para seguir desarrollándose en el futuro. Para ello se emplean recursos que hasta ese momento estaban latentes y que dicha persona ... o grupo desconocía. La resiliencia o ‘tirar para adelante’ es un término que tiene su origen en la psicología, pero que se utiliza figuradamente en otras ramas como la economía.
Recordé ese concepto cuando hace unos días visite Suecia con motivo de un viaje de trabajo y observé las diferencias con nosotros. La presencia en todo el territorio sueco tanto de la economía digital ‘sin papeles’ (para realizar todo tipo de actividades cotidianas, efectuar pagos, etc.) como de una fuerte inversión en educación, sanidad y servicios sociales le causaba a uno un profundo sonrojo, con independencia de su elevada presión fiscal (hay impuestos hasta sobre la televisión, y el IVA es del 25%) y la escasa economía sumergida.
Además, aún estamos alejados de ellos en cuanto al grado de penetración de internet en nuestra vida diaria, ya que en Suecia alrededor del 85% de sus ciudadanos se conectaron diariamente a internet el año pasado, aunque existen diferencias significativas según la renta (el salario medio en Suecia es de 44.679 euros anuales frente a los 26.710 euros de España), situación laboral y nivel educativo (allí le dedican un 6% del PIB, mientras que aquí no pasamos del 3,8%).
En este punto, cabe también señalar otra diferencia abismal con nosotros, ahora que acabamos de pasar las nuevas vacaciones escolares de otoño (del 30 de octubre al 5 de noviembre), que no existen en otras autonomías. Me refiero al mito de la conciliación familiar, dado que allí son muchos más generosos tanto los permisos de los padres y madres para el cuidado de sus hijos como los servicios de guardería y ayudas públicas. Así, pude constatar en primera persona que no dan tanta importancia a los horarios laborales sino que premian especialmente la consecución de objetivos y confían en la responsabilidad personal del trabajador más que esa conocida escena en muchas oficinas de que «sólo me iré a casa una vez se haya ido el jefe».
Confío en no ser malinterpretetado, pues podría haber establecido el paralelismo contrario. Es decir, en algunas cosas quizás estén más avanzados que nosotros. Por ejemplo, no vi físicamente una corona sueca hasta mi último día allí, pues según estimaciones del Riksbank (el Banco Central en Suecia) las transacciones en efectivo son sólo un 15% del total de las realizadas en comercios minoristas, lo que se explica por la creciente popularidad de los pagos móviles en aquellas tierras. Pero si queremos ser como Suecia en cuanto a tolerancia cero ante el fraude o la corrupción, probablemente tendríamos otros problemas que también tienen allí y que uno no siempre lee en sus guías de viaje o no ve en sus telediarios.
En todo caso, con un 7% de desempleo la principal enseñanza que uno puede traerse de Suecia es que un mercado laboral más justo hace que, incluso aunque la tecnología siga avanzando, no tenga por qué aumentar la brecha digital. Dicha brecha puede ser entendida en términos de desigualdades tanto en el acceso a equipamientos (primera brecha digital), como en la utilización y comprensión de las que ya se encuentran a nuestro alcance (segunda brecha digital), pues internet no es sólo usar redes sociales sino también puede utilizarse para desarrollar una vida profesional total o parcial mediante formación on line, teletrabajo (diagnóstico, asistencia o videovigilancia), banca electrónica, comercio electrónico (por ejemplo, con el black friday y todo tipo de ofertas), ocio, hogar, domótica e informática para la accesibilidad de personas discapacitadas o ancianos. etc.
Por todo ello, invertir en formación es fundamental a fin de reducir las diferencias entre quienes tienen acceso sencillo y quienes no a las nuevas tecnologías digitales ‘sin papeles’. Asistimos pues a un crecimiento imparable de nuevas segmentaciones en el mercado laboral en el que sólo aquellos con acceso fácil a las nuevas tecnologías tendrán más privilegios tanto salariales como de elección de horario y lugar de trabajo. Por eso aunque la economía digital sea el catalizador del cambio que la sociedad necesita para desarrollarse mejor, es preciso incrementar notablemente el gasto en educación. Cierta resiliencia y espíritu sueco es necesario a fin de afrontar todo lo que nos viene si es que queremos que nuestros hijos vivan mejor que nosotros.
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