«Esto dio de comer a mucha gente»

A los 14 años se podía entrar a trabajar en la Sniace en 1948. La de la época de máximo esplendor. A esa edad, cuando la fábrica todavía no había cumplido un lustro, se incorporó Ramón Cabo. Lo hizo desde abajo, como pinche en un departamento en el que hacía poco más que pasar hojas. Desde su puesto veía cómo trabajaban los caldereros y soldadores, entre los que se encontraba su hermano: «Yo acababa mi turno a las seis de la tarde, pero me quedaba allí otras dos horas más, hasta las ocho aproximadamente, porque quería observar lo que hacían los otros para aprender. Hasta que un día me cogió un jefe italiano y me dijo que me pusiera a ello en serio, y al año siguiente ya estaba como ayudante de soldador».

Con «un buen sueldo», soldaba sobre todo tuberías. Muchas de ellas para las nuevas instalaciones que se iban construyendo con el fin de ampliar la producción. Entonces no es que hubiera riesgo de cierre, es que tenía 4.000 empleados y seguía creciendo. «Aquí aprendió mucha gente un oficio y esta fábrica dio de comer a muchas familias. Hasta que los que estaban arriba empezaron a robar. Así no puede ser», afirma este vecino de Dualez con lágrimas en los ojos ante los acontecimientos de los últimos días. Está convencido de que esta vez es la definitiva.

«Había de todo. Unos mejores y otros peores, y también algunas envidias, pero lo mejor era el compañerismo entre los que estábamos allí». También vivió los 47 días de encierro en la fábrica de principios de 1993. En aquellas jornadas complicadas, recordaba un tanto arrepentido el día que un jefe de Solvay, a sabiendas de su buen hacer, le ofreció cambiar de compañía. En Sniace se enteraron y le ofrecieron una mejora del sueldo para convencerle. Al contrario que en sus últimos años antes de la jubilación, que coincidieron con los de las movilizaciones y el encierro de 1993, entonces todavía no había problemas económicos.