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Domingo, 16 de febrero 2020, 09:11
Como consejero de Medio Ambiente, a José Luis Gil no sólo le tocó participar de una manera muy activa en la Mesa de Trabajo que se abrió en 1995 para buscar soluciones a las deudas de Sniace con la Seguridad Social y el resto de acreedores, sino que lo recuerda como uno de los momentos más intensos de su vida política. Desde luego, como torrelaveguense procedente del mundo obrero y por tanto conocedor de la importancia de la empresa, fue «donde puse más compromiso y esfuerzo». Aunque ya entonces había muchas voces que pedían al Gobierno de Martínez Sieso que no se comprometiera ante algo que tenía difícil solución, su actitud fue la contraria. «Lo decían como si al día siguiente fueran a caer los puestos de trabajo del cielo», explica Gil, que siempre estuvo convencido de que la factoría tenía valor estratégico y era viable por su situación, por la cercanía con la materia, por la historia que acumulaba y porque también, como ahora, es muy difícil poner en marcha de cero en cualquier parte del mundo una empresa de este tipo. Su labor fue de mediación entre las partes en «reuniones intensísimas en las que los trabajadores mostraron una gran responsabilidad» para buscar una fórmula económica que permitiera cumplir un calendario de pagos y continuar la actividad. «En contra de lo que piensa la mayoría de la gente, a Sniace no se le dieron grandes ayudas públicas. Entre otras cosas porque la UE no lo habría permitido y había una empresa austríaca que era competencia vigilante. Únicamente una póliza de jubilación».
Considera fundamental la labor de la Consejería para recuperar la normalidad relativa. La prueba es que después, cuando las posturas entre el Comité de Empresa y Sniace se enquistaban, los trabajadores hacían presión amenazando con que iban a pedir ayuda a Gil. Prefiere no apuntar a culpables pero, esta vez, su visión sobre el futuro de la compañía es más negativa.
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