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Ahora que Sniace está entrando en su última etapa tras solicitar la liquidación, a la espera de que algún inversor pueda quedarse con la unidad productiva y liberado de una deuda concursal que con el calendario de pagos en la mano aún tenía ... que sufragarse en más de 50 millones, llega el momento de analizar las causas que han llevado a la compañía a esta situación. Apuntada por la propia organización la puntilla que ha supuesto la espantada de Cogen y la rescisión de contrato de suministro energético con fecha 29 de febrero fruto del, aduce la proveedora, recorte estatal a las retribuciones por cogeneración, lo cierto es que muchos de los parámetros recogidos en el plan de viabilidad que los acreedores avalaron para favorecer la reapertura de la compañía no se han cumplido.
Un documento que en ocasiones se ha reconocido como ambicioso, como poco, y que incluso la propia presidenta de la entidad, Gema Díaz Real, definió el sábado pasado como «muy pesado» en relación a la deuda que había que ir liquidando, 90 millones en total, y que ha condicionado sobremanera esta nueva etapa de Sniace.
Pero ese propio plan de viabilidad incluye igualmente otros datos que a tenor de los acontecimientos se han mostrado como inalcanzables y que constituían el germen sobre el que la empresa en su momento pilotada por Blas Mezquita pretendía conducir la reapertura y poder abonar sus deudas.
Como ejemplo paradigmático, las proyecciones de precios de la celulosa para el periodo comprendido entre 2015 y 2019. Las estimaciones, integradas en esa hoja de ruta que obtuvo la aquiescencia de la masa acreedora, fluctuaban entre 850 y 900 dólares por tonelada métrica en 2015; 900 y 1.100 en 2016; 1.100 y 1.590 en 2017; 1.350 y 1.625 en 2018; y 1.350 y 1.120 dólares en 2019.
La compañía consideraba «razonable» la proyección en especial por «las importantes barreras que dificultan el crecimiento de la oferta del algodón y el balance de oferta y demanda en el mercado de la celulosa dissolving», argumentaba en diciembre de 2014. Sin embargo, esas tarifas superaban, incluso doblaban, las presupuestadas por otros referentes del sector que operaban en el mismo ámbito de actividad que la organización presidida entonces por Mezquita.
70 millones de Ebitda positivo recogía el plan de viabilidad entre 2015 y el cierre de 2018. Las pérdidas se acumularon ejercicio a ejercicio.
1.625 dólares por tonelada métrica es el precio máximo estimado por Sniace entre 2015 y 2019 por la celulosa. Otras multinacionales lo dejan en el entorno de los 800 dólares.
419 millones de cifra de negocio proyectaba el plan de viabilidad hasta el cierre de 2018, el último conocido en su totalidad. La cifra real, 82,5.
«Muy pesado» La propia presidenta de la entidad, Gema Díaz Real, definió como «muy pesada» la deuda que se comprometía a pagar la compañía en su plan de viabilidad, 90 millones. Aún le restaban 50.
Llegan los administradores Se prevé que los administradores concursales vuelvan a tomar desde ya las riendas de la organización para poner negro sobre blanco los activos y pasivos de la cotizada. Su misión, que un inversor se quede con la unidad productiva y no se despice en lotes.
Así al menos lo ha podido documentar El Diario a través de planes de otras multinacionales del mismo negocio, que en base a sus proyecciones para un periodo prácticamente calcado trabajaban con una expectativa más cauta, con un precio de la celulosa que oscilaba, según sus cálculos, entre 720 y 800 dólares.
Esta cuestión en absoluto es baladí. No sólo porque parte de los resultados plasmados en ese plan se efectuaron con estos parámetros que se han revelado como muy optimistas, sino que, además, fueron la causa aducida por Sniace para plantear en diciembre su Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). En aquel momento, la organización sostuvo que la medida iba encaminada a «paliar la situación de sobreproducción, en un momento en que los precios han registrado una importante caída en los mercados mundiales. La decisión se ha adoptado ante la situación de los mercados, en los que el precio de la celulosa ha registrado una caída significativa. La fabricación y venta se salda con pérdidas y ello ha conducido a incrementar el stock de producción, para no materializar números rojos», defendió.
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Si los precios, más allá de las dificultades propias de arrancar de nuevo un complejo industrial como el de Torrelavega, están en el germen de la desviación de Sniace respecto a su plan, esa fotografía ficticia de su hoja de ruta se completa con los resúmenes de Ebitda, que hasta el cierre de 2019 arrojaban un resultado de explotación acumulado favorable en casi 70 millones. En 2015, fruto del arranque, se preveía un balance negativo por 6,77 millones. Pero a partir de ahí, la tendencia era favorable: 8,052 millones en 2016; 23,448 en 2017; 24,95 en 2018 y 17,3 el pasado año. Una fotografía que choca con las pérdidas continuadas notificadas a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
Otra referencia. La cifra de negocio. Sniace sostenía en su plan de viabilidad que sumaría en los cuatro primeros años de su reapertura 418,9 millones desglosados en 31,2 en 2015; 117,68 en 2016; 134,32 en 2017; y 135,76 en 2018. Frente a estos guarismos, la realidad: 1,1 en 2015; 8,24 en 2016; 25,16 en 2017; y 48 en 2018. En total, 82,5 millones.
Unas diferencias entre el papel y la actividad fabril que sustentan gran parte de las razones que sostienen la liquidación de Sniace. Un plan en el que no cuadraban las cifras.
En el escrito de liquidación que Sniace presentó el viernes ante el Juzgado de lo Mercantil nº 2 de Santander, la organización vuelve a repasar las causas de su inminente fin societario. «A las dificultades ya expresadas en el anterior escrito de alegaciones, generadas por una exigencia de nuevas inversiones, se ha unido una bajada de los precios de celulosa dissolving y fibra viscosa, que han dado lugar a un mayor déficit de caja y, por lo tanto, que exigía nuevas aportaciones de tesorería».
Con esta introducción, la compañía detalla sus últimos movimientos. «Esta situación ha dado lugar a que el Consejo de Administración haya tratado de obtener la financiación necesaria, y se ha pretendido paliar también a través de la refinanciación del último plazo del convenio, sin que haya sido posible ante la falta de conformidad de acreedores significativos en su cuantía».
Tras admitir esta problemática, Sniace asimismo aludió al laberinto energético. «A ello se ha unido, como situación más inmediata, la resolución de los contratos de cogeneración por la mercantil Cogen, que ha justificado en la próxima entrada en vigor de la Orden Ministerial que recoge los nuevos parámetros retributivos de energía eléctrica. Esta resolución añadía una incertidumbre más al plan de viabilidad, y una asunción de nuevas pérdidas», que propiciaron la decisión por parte del Consejo de Administración de pedir la liquidación.
El problema del acceso al crédito ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza con los que se ha topado Sniace en los últimos tiempos, solventados en cierta medida por las aportaciones de sus accionistas principales, tanto en ampliaciones de capital como en operaciones ordinarias.
Con todo, cinco acreedores ya notificaron a finales de 2019 al juzgado que la cotizada no estaba cumpliendo con los pagos comprometidos y advertían de acciones legales, esto es, instar la propia liquidación. Esta sombra ha sido otra de las principales claves de la última etapa.
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