

Secciones
Servicios
Destacamos
Fue un 9 de marzo de 2020. No recuerdo la hora con exactitud, pero debían de ser sobre las 7 o las 8 de la tarde. No sé si a usted también le pasa, querido lector (imagino que sí), que tiene ciertos recuerdos grabados a fuego. No estoy hablando de una boda (la suya) o del nacimiento de sus hijos… Me refiero a acontecimientos de la actualidad que supusieron un antes y un después.
Es cierto que no son muchos y desgraciadamente tampoco buenos (la llegada a la luna no la viví). Podría contar con los dedos de las manos (igual hasta con una) aquellos hechos sobre los que tengo una imagen clara de lo que estaba haciendo en el preciso momento en el que se desataron: el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el brutal impacto de los aviones en las Torres Gemelas aquel fatídico 11-S, los atentados del 11-M… y el 9 de marzo de 2020, hace ya un lustro. Fue el día en el que comencé a tomar verdadera conciencia de que la covid no era una enfermedad solo de los chinos.
Aquella tarde un grupo de periodistas estábamos en un viaje de trabajo realizando una visita guiada por la capilla de San Nicolás en Valencia, una pequeña joya artística no demasiado conocida pero totalmente recomendable a la que no pudimos prestar atención (tengo pendiente volver). En aquel momento la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, anunció en una rueda de prensa el cierre de todos colegios durante 15 días. Lo seguimos, atónitos, desde nuestros teléfonos móviles.
Madrid fue la primera comunidad que tomó esa decisión. En principio para 15 días, aunque los niños no volvieron en masa al cole hasta septiembre. Yo tampoco regresé físicamente a mi redacción hasta noviembre de 2021, un año y ocho meses después.
Sé que esta semana hay noticias de gran relevancia económica que podría comentar, como la nueva tanda de aranceles de Trump que ya sí empiezan a tener repercusión en los mercados, la nueva bajada de tipos por parte del BCE o el regreso a Cataluña de La Caixa. Pero he optado, querido lector, por recordar aquella pandemia que queda tan lejos pero tan cerca para que no caiga en el olvido y también, por una vez, para sacar pecho de que en esta ocasión España sí estuvo a la altura y demostró estar preparada para salir reforzada de la mayor crisis sanitaria de la historia, para la mayor debacle económica que le golpeó de la noche a la mañana.
En un tiempo récord, en solo 15 días, el maldito virus se llevó por delante casi un millón de empleos, con nombres y apellidos. Esos trabajadores, fundamentalmente jóvenes y temporales, se fueron al paro, un paro que ya estaba a la cabeza de Europa y comenzó a crecer como la pólvora: más de 600.000 nuevos desempleados en dos meses. Y ahí no se contabilizan a esos más de 1,4 millones de autónomos que se vieron fuertemente impactados por tener que bajar la persiana de su negocio o por mantenerlo a medio gas y que también recibieron ayuda por parte del Estado (un cese de actividad que no exigía un periodo mínimo de cotización).
España pasó así de crear empleo a un ritmo del 2% a destruirlo con una caída brusca del 4,5%. El reto de superar ese verano la barrera de los 20 millones de afiliados se truncó y a duras penas se mantuvieron los 18,5 millones; dimos marcha atrás a toda velocidad hasta situarnos en niveles de 2017, mientras el número de desempleados siguió creciendo en los meses siguientes hasta superar de nuevo la barrera de los cuatro millones (en este caso volvimos a los malos registros de 2016).
Pero esta vez, en mitad de un confinamiento inédito, España supo reaccionar, el mercado laboral -y por tanto la economía- se salvó gracias, entre otras cosas, a una figura, los ERTE, que no era nueva pero sí completamente desconocida para el común de los mortales. Incluso puede decirse que para la propia ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que se hizo un lío en plena rueda de prensa al explicarlos y aclarar si computan o no computan (para el paro, para la cotización…).
Nadie sabía qué eran ni cómo funcionaban (ahora ya sí), pero los ERTE salvaron muchas vidas (laborales). Llegaron a proteger a 4,4 millones de trabajadores en los dos años de pandemia, dieron aliento a medio millón de empresas y, pese a los temores de que muchos no regresarían a sus puestos, la inmensa mayoría de afectados sí volvió a su actividad anterior.
Este mecanismo de hibernación del empleo no se había utilizado prácticamente hasta entonces en España pero se convirtió en la medida estrella del Gobierno y los agentes sociales para hacer frente a la crisis por la pandemia de coronavirus. Y a día de hoy sigue siendo una herramienta muy eficaz que también ha protegido a los trabajadores ante desastres como la erupción del volcán en la Palma o la reciente Dana en Valencia.
Así fue cómo el mercado laboral español, con muchos talones de Aquiles (elevado paro, temporalidad, parcialidad…), dio un vuelco: el empleo no caía igual que el PIB, como siempre había sucedido en España en el pasado, sino que se contrajo mucho menos. Y, a día de hoy, puede decirse casi que es el mercado laboral el que tira de la economía y no al revés.
Lo hizo casi que en tiempo récord. Si la crisis inmobiliaria de 2008 tardó una década en superarse, de la mayor pandemia de la historia reciente España se recuperó en menos de dos años. Desde aquel febrero de 2020 se suman ya dos millones más de empleos y la Seguridad Social roza los 21,2 millones de cotizantes. El paro se ha reducido en 1,4 millones de personas desde ese máximo de cuatro millones que llegó a rozar (en la actualidad son ya menos de 2,6 millones). Y la temporalidad se ha recortado más de la mitad hasta caer por debajo del 12% con la entrada en vigor de la reforma laboral, aunque la Administración Pública se mantiene en tasas cercanas al 30%.
No quiero parecer una extensión de Yolanda Díaz, que presume constantemente de esto… No pretendo decir que todo va bien. Pero sí quiero, por una vez, defender que, aunque a veces la olvidemos, aunque muchos de esos propósitos que nos hicimos en el confinamiento no se hayan cumplido, aunque podríamos haber sacado más partido, sí creo que la pandemia nos ha hecho más fuertes. No siempre cualquiera tiempo pasado fue mejor…
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El rincón de Euskadi que te hará sentir en los Alpes suizos
El Diario Vasco
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.