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El exdirector del Banco de Pagos de Basilea y exgobernador del Banco de España, Jaime Caruana Lacorte, interviene en el Foro Económico de El Diario Montañés -que se celebra en el Hotel Bahía- con la charla 'Lo que hemos aprendido'.
Caruana ha comenzado hablando de una la desaceleración cíclica: «Todavía hay algunas lecciones que no hemos aprendido de forma práctica en el sentido de que se hayan materializado en políticas reales». De ahí el título de la ponencia.
Se ha avanzado en muchos frentes, sí, pero no en todos, según el exdirector del Banco de Pagos de Basilea. «Viviendo fuera para mí fue una sorpresa y un orgullo ver cómo la economía española salía de los momentos más duros de la crisis». Se ha podido llevar un ajuste en el sector de la construcción, inversión en vivienda, saneamiento de los balances de empresas y familias... «Todo esto es costoso y España lo ha podido hacer porque tiene una economía con notables capacidades de ajustarse».
Fue una crisis costosa a nivel global, ha explicado Caruana. Y aún estamos en una época con grandes incertidumbres, donde a veces nos preguntamos ¿Vamos a crecer al 2,2 o al 2,3? «Y eso no es lo importante», explica.
La revolución tecnológica trae nuevos retos y las sociedades tendrán que tomar decisiones importantes que pueden cambiar de manera significativa el rumbo de la economía. Para Caruana el debate no es sencillo: «Una de las víctimas de la crisis ha sido el propio análisis económino que no supo ver venir una crisis que se venía acumulando de manera progresiva». Una introducción que hace el economista para llegar a una conclusión: ¿Veremos venir la próxima crisis? Nuestro conocimiento es «limitado», ha dicho, «es mucho mejor pensar que lo que tenemos que hacer es crear resiliencia y tener margen de maniobra para cuando lleguen parte de los errores que cometeremos -porque las sociedades toman riesgos y los riesgos llevan consigo errores-».
Caruana ha centrado su ponencia en tres áreas que considera importantes. Por un lado, la espiral de mercados. «Los bancos centrales tienen que actuar y en esta ocasión hay que darles una alta nota porque estaban preparados», ha dicho. En segundo lugar, las reformas estructurales, y por último un sistema envolvente «que exige una agenda de reformas».
Las visiones para analizar la economía son múltiples y todas distintas, pero «la perspectiva de la demanda es una», puntualiza. Y la falta de demanda prolongada hace que se pierdan capacidades. «La conclusión de esa visión es que desde el punto de vista político hay que generar grandes paquetes de estímulos con una política fiscal expansiva. La consolidación puede esperar», ha dicho como resumen a esta visión de la demanda.
La otra perspectiva es la de los balances, que explica la crisis como fase contractiva de un ciclo económico y genera mucha deuda acumulada y una asignación equivocada de recursos en distintos sectores. «El primer impulso es el saneamiento de balances, considerando que el desanpalancamiento una forma de que la economía vuelva a funcionar», ha explicado. Economías que han hecho el ajuste más rápido, como la americana, han sido capaces de generar crédito antes.
La asignación de recursos que se produce antes del boom puede fallar al llegar la crisis, es el ejemplo de la construcción, que después exige realizar personas. Y eso exige reformas, aunque sea de manera transitoria.
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La segunda lección es que el crecimiento sostenido debe basarse en mejoras salariales duraderas. Es la única forma de aumentar el nivel de vida, ha indicado, mejorando los índices de productividad. «Ha habido un proceso de lento deterioro al que no hemos prestado atención», ha dicho. La discusión de las causas, podría ser «para horas» y «nunca nos pondríamos de acuerdo». Las reformas estructurales son absolutamente necesarias, ha dicho para concluir este capítulo.
Sobre el libre comercio e integración económica y financiera ha dicho que «está más cuestionada que antes». Después de cada crisis se tiende a «volver a casa», pero hoy en día eso no va a resolver nada, cuando es tan complicado encontrar soluciones a nivel individual. «El libre comercio no es un juego de precio cero».
Por la profunda creencia en el libre comercio se han «desatendido» los costes. A eso hay que prestarle más atención que en los procesos anteriores, ha indicado. «Parte de lo que se achaca a la globalización tiene que ver con el progreso tecnológico», ha matizado. Gracias a esos procesos la presión inflacionista es baja. Empezar con medidas proteccionistas implicará una subida de precios y una subida de tipos por parte de los bancos. «Las implicaciones de cambiar algo como estas prácticas multilaterales tiene unos costes que probablemente no seamos capaces de medís y por eso teneos que tener un cuidado excepcional».
El libre comercio ha sufrido una crisis institucional. La única dirección posible es seguir avanzando en una mayor integración financiera. Aunque se haya mejorado mucho en otros campos, en temas económicos aún no se ha producido la convergencia a la que se puede aspirar. Nos enfrentamos a retos no solo derivados de la gran crisis financiera. Esa crisis ha puesto de manifiesto vulnerabilidades que merecen mayor atención si queremos sentar las bases para crecer bien: «España ha hecho los deberes de forma admirable».
Caruana -«agradecido» al Foro por la invitación- se ha mostrado «impresionado» por el interés y la asistencia a la ponencia.
Tras la intervención del exdirector del Banco de Pagos de Basilea y exgobernador del Banco de España llega el turno de preguntas por parte de los asistentes al Foro Económico.
¿La incertidumbre ha venido para quedarse? «Algunas de las incertidumbres a las que estábamos acostumbrados han desaparecido. La época de la mdoeración, era un cierto espejismo. Vienen épocas más inciertas desde ese punto de vista. Tenemos otras nuevas derivadas de elementos políticos y sociales que son relevantes y pueden ser persistentes. Creo que la forma de enfocar esto es pensar que lo vamos a ver venir, que somos más listos que antes, pero no lo suficiente».
¿Cuál es la solución para reducir la deuda pública? «Todo es factible pero requiere un esfuerzo de contención del gasto. Cada economía tendrá que hacer su análisis. Es difícil y muy lento. La bajada puede ser muy costosa o muy lenta e introduce fragilidades importantes. Hay países que han bajado su deuda y lo han hecho de una forma pausada y decidida».
¿Cuál es la condición de crecimiento? «La relación entre deuda y crecimiento sería otro debate en el que los propios economías no se pondrían de acuerdo. Mi opinión es que niveles de deuda pública que suban por encima del 80% suponen una rémora al crecimiento. Lo mismo en deuda privada. Cuando se alcanzan niveles tan altos hay estudios que dicen que se limita el crecimiento. España tiene una deuda elevada y la debe fuera. Los de fuera pueden decidir no refinanciar y eso hace que las fragilidades se multipliquen. Yo estaba fuera en los peores años y los inversores no entendían lo que ocurría y por eso se iban a otros lugares».
¿Cuál es la función del Banco de España ante la deuda descomunal? «No he dicho descomunal, sino elevada. Otros países tiene más. El banco de España no dirige la deuda, sino que tiene el papel de definir el tipo de interés pensando en lo que necesita la economía real. El problema de los tipos de interés bajo es que se prolonguen en el tiempo cuando están pensados como soluciones de carácter coyuntural, y generan mayores desequilibrios. No son de equilibrio financiero y sería conveniente volver a una normalización de tipos. Siempre será difícil pero posponerlo no creo que mejore nada. La función de los bancos centrales sería hacer este análisis y no es sencillo».
¿La simetría entre requerimientos de capital a bancos antiguos y nuevos operadores distorsiona el mercado? «Sí, hay mucho que avanzar en ese terreno. Empieza a ser preocupante. Está sometida a todas las regulaciones de la banca porque entra en el perímetro de una regulación superior. Esto es algo nuevo y los reguladores están tratando de ver la mejor manera de atacarlo. Se pretende no reducir la innovación y la competencia pero cómo se conjuga aún no se ha llegado a buen equilibro».
¿Cómo debe ser la adaptación a la revolución digital? «No lo sé. Creo que queda mucho por hacer. Una de las preocupaciones es que el mundo ve como pocas empresas tienen avances extraordinarios y el resto del mundo no consigue entrar en ellos. Hay que prestar atención a esta dualidad. Hay mucho que hacer ahí. Que una empresa pueda ganar tamaño es la primera necesidad para realizar inversiones tecnológicass. España tiene ese problema».
¿Cuáles son las secuelas de la crisis de la construcción? «El ajuste ha sido muy notable. Se ha vuelto a tamaños y precios razonables que empiezan a repuntar de nuevo. No tengo previsión a futuro».
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