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Cuando el presidente Rajoy salió diciendo que era hora de empezar a ahorrar, no sólo estaba animando al español medio a contratar unos planes de pensiones que ahora se prometen más flexibles y económicos, sino que colocó a cada ciudadano al borde de su propia realidad, ¿es posible que uno pueda lanzarse a ahorrar cuando la Agencia Tributaria cifra en 24.864 euros brutos el salario medio, o cuando el nivel de ahorro está en mínimos históricos? Según el INE, un 38% de los hogares no tiene para imprevistos. El Gobierno dirigía sus ánimos inversores a los jóvenes, es decir, el sector más castigado de una tasa de paro del país que roza el 17%, pero también el que va a recibir un sistema de pensiones famélico, sino extinto. Lo cierto es que entre el panorama que vislumbra Moncloa, y la realidad que se pisa en la calle, no hay hueco para afirmaciones categóricas: ¿es en verdad una medida para ahorrar o hemos sucumbido al miedo?
Los planes son un «complemento» a la pensión, dijo el presidente Mariano Rajoy cuando aprobó un decreto que flexibilizaba las condiciones para recuperar el dinero invertido. Aunque su intención era incentivar el ahorro privado, el presidente se cuidó en mandar un mensaje de tranquilidad al decir que los planes de pensiones son una forma de complementar, no de «sustituir», el sistema público de pensiones que garantiza el Estado.
Hay quien ve en esto un intento de fomentar el uso de productos financieros a través de la banca privada «para beneficiarlos». «Por principios, nunca lo contrataría», dice el cántabro Lucciano Palazzo, «los planes de pensiones tienen que ser públicos, para eso cotizamos tantos años». Otras voces, en cambio, coinciden en que son una buena medida de ahorro e interesante fiscalidad por su desgravación, si no fuera por el riesgo financiero que conlleva que los bancos usen ese dinero en inversiones arriesgadas. «Yo perdí el 30% de lo invertido», confiesa Pablo Melendro, que lamenta la vaguedad de la información que recibe de los gestores. Claro que hay distintos tipo de planes, pero ahora lo que intenta la reforma aprobada el pasado día 9 de febrero es incentivar el ahorro, y para ello «da más libertad y más garantías al ahorrador», un perfil que, en España, no atraviesa su mejor momento. En la actualidad, la tasa de ahorro de las familias españolas está en el 6,1% de la renta disponible. Por comparar con el valor más alto alcanzado, que fue en 2009, dicha cifra era del 13,4%, según datos del INE.
En la actualidad, más de 8 millones de personas tienen un plan de pensiones en el país; 106.000 millones de euros en huchas particulares para romper el día de la feliz jubilación. Pero, y qué sucede con los que no tienen disponibilidad para ahorrar, es decir, ese sector de la sociedad a la que ha dirigido el Gobierno central su mensaje como potenciales ahorradores. Desde el Ministerio de Economía creen que la opción de poder acceder al dinero ahorrado después de diez años será «clave» para que los jóvenes se animen a contratar un producto de este tipo, a pesar de que la Organización Internacional del Trabajo señala que la pobreza de los trabajadores jóvenes en España, quienes a pesar de tener un empleo no obtienen los ingresos suficientes como para tener vida digna, se sitúa en el 12,5%.
María Victoria Gallo | Asesora fiscal
No recuerda la fecha en la que contrató su plan de pensiones. «Ha pasado demasiado tiempo», dice, pero apunta a 1995 como el año en que comenzó a funcionar un plan de pensiones que contrató «como medida de ahorro», y además porque ofrecía una desgravación fiscal, principal incentivo que ofrecen estos productos financieros. «Sigo manteniéndolo», dice, y continúa ingresando mes a mes, aunque pone una condición, que el uso del dinero que haga de él su banco no le haga perder: «Lo único que pido es que en lo que me lo emplea el banco sea una renta fija, es decir, que no me baje el capital. Tú tenías ese dinero y algo más, pero últimamente en vez de aumentar, las cifras bajaban», explica. «Hoy en día lo volvería a contratar, es una forma de ahorrar siempre y cuando no me baje el capital», insiste, apelando a cierta responsabilidad de los productos bancarios. Sin embargo, hoy en día, no todos pueden contratar de este servicio, sobre todo en un momento en que las medidas para fomentar la contratación de los planes de pensiones miran a los jóvenes como potenciales clientes y principales beneficiarios da la situación de la seguridad social: «Cada uno ahorra a su manera, pero mis hijos por ejemplo no tienen plan de pensiones. Con dos niños, y pagar el coche y la casa, de momento tienen bastante», explica.
Luciano Palazzo | Personal laboral de Correos
Los planes de pensiones tienen que ser «públicos», dice Luciano Palazzo al ser preguntado si él contrataría uno: «No tengo», añade, y por sus respuestas es fácil deducir que no tiene intención de sacarlo a pesar de que el mensaje que llega desde el Gobierno central sea el de animar al ahorro a través de estos mecanismos financieros. «Lo que están haciendo es fomentar el miedo entre la ciudadanía para que se saquen planes privados porque hay en ellos un negocio jugoso, y eso es injusto». A su juicio, es una estrategia que responde al interés por «desmantelar lo público, como han hecho con la enseñanza y la sanidad». Ante la perspectiva de que no vaya a haber pensiones el día de mañana, él lo tacha de excusa para «empujar a la gente a sacarse planes privados». Es una cuestión de «intención», dice, «tienen en su mano destinar más PIB a las pensiones, porque de media dan sólo un 11%, y entretanto acaban con la hucha de las pensiones mientras favorecen a los bancos fomentando estos planes, porque son un negocio muy jugoso, ¡imagínate todos los pensionistas con uno!» Su argumento es que un plan de pensiones público «no es un regalo del Gobierno sino que es el fruto de muchos años de cotización para disfrutar de un derecho que regula el estado de bienestar». De momento, «a día de hoy», dice, «no estaría dispuesto a sacarme plan privado».
Sergio Pando | Funcionario Ayuntamiento de Santander
Hace seis años contrató su plan de pensiones. Tenía 35. Ahora, con 41 años, se lo toma como una medida de ahorro que rescatará cuando llegue la jubilación. ¿Un poco pronto para pensar en eso? Al parecer, es ese segmento de la población al que dirige el nuevo decreto su discurso para animar a que se contraten. En su caso, lo hizo por «efectos fiscales». En aquella época, dice, acababa de comprar piso y después del cambio de ley ya no podía beneficiarme de la desgravación de la hipoteca. «Hoy lo deduzco y todos los años aporto, soy una hormiguita, pero cuento con que el día de mañana lo rescataré como renta vitalicia y que tendré que pagar lo que ahora no pago», dice. ¿Recomendable? «Depende de la disciplina para el ahorro que tenga cada uno, yo lo tengo como podría tenerlo en Bolsa, mi elección responde a cuestiones fiscales». El suyo es de renta variable y lo califica de «arriesgado». Al principio tuvo «rentabilidad negativa, pero a día de hoy es del 40%», y en cualquier momento puedo modificar el perfil del plan para elegir más o menos estabilidad. Cree que «no se debe cuestionar el sistema de pensiones y bienestar» ya que, llegado el momento, «habrá demasiados trabajadores que con la crisis no llegarán a los 37 años de cotización y, por tanto, habrá pensiones mucho más bajas. No hay riesgo de que el sistema quiebre».
Pablo Melendro | Ingeniero Obra Civil y Minas
Lo contrató antes de la crisis, en 2005, como «una forma de ahorro para un futuro, y también por la desgravación al ir haciendo aportaciones». En el banco le asesoraron, «al ser joven es recomendable de renta variable y luego pasarlo a renta fija con planes menos expuestos y más seguros», recuerda. Y así firmo sus dos planes, sin «vigilarlos demasiado» hasta que se dio cuenta de que, cuando llegó la crisis, tuvo pérdidas del dinero invertido «de casi un 30%». Ahora se ha ido recuperando, dice aliviado, pero no esconde cierto resquemor: «Las informaciones sobre en qué invierten mis planes son muy vagas, es decir, te dicen cosas como que el asesor invertirá en empresas europeas con buenos dividendos... ¿cómo puedes tener un control sobre eso, tan vago, cómo vigilas eso, en qué empresa, en qué sector usas mi dinero? Tienes un gestor pero careces de información concreta», lamenta. Otra queja son los gastos fijos de los planes, por gestión es del 1,5 por ciento, y un 0,25% de mantenimiento, «y si la gestión es mala también pagas». No es tan fácil como parece, dice, «hay que ser un poco inversor, no sólo ahorrador, para tener conocimiento», y aplaude las nuevas condiciones aprobadas: «Está mejor que den la posibilidad de rescatarlo, en mi caso sería 2015, y que reduzcan también los intereses a un mínimo exigible».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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