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Ningún dirigente de Ciudadanos tenía en la cabeza en abril que este domingo pudiesen enfrentarse a una debacle de semejante magnitud que ni siquiera pronosticaban las encuestas más pesimistas. Pero ocurrió. La formación vio esfumarse 2,5 millones de votos y pasó de 57 escaños ... a diez, quedando en sexta posición dentro de la nueva aritmética parlamentaria. Una hecatombe sólo equiparable a la de la UCD, que ha dejado al partido hundido en la irrelevancia y a Albert Rivera fuera de Ciudadanos. Tras su adiós, los liberales intentan recomponerse con las esperanzas puestas en Inés Arrimadas y a la espera de analizar por qué se produjo la estampida de sus votantes.
Según el secretario general José Manuel Villegas, eso solo lo podrán hacer cuando sepan dónde se fue el electorado que les apoyó el 28-A para hacer un estudio «mínimamente científico». Los primeros datos coinciden en que fueorn el partido más penalizado por la abstención, casi un millón de personas que en abril optó por la papeleta naranja, decidió quedarse esta vez en casa. El resto de sus apoyos fueron a parar al PP y a Vox y, en menor medida al PSOE.
En tan solo un año y medio, Ciudadanos ha pasado de liderar las encuestas a estar al borde la extinción. «Su discurso ha sido errático», reconoce Ernesto Pascual, profesor de Ciencias Políticas de la Universitat Oberta de Catalunya. Los análisis del comportamiento de sus votantes apuntan a varios errores fatales para llegar a esta situación. El primero fue el cordón sanitario a Pedro Sánchez tras el 28-A, porque aunque aparentemente ese veto recibió el aplauso de sus simpatizantes, la repetición electoral se le volvió en contra, puesto que los votantes sintieron que Rivera había contribuido al bloqueo.
La imagen de la plaza de Colón y su política de pactos con el PP, primero en Andalucía, y después en Murcia, Madrid y Castilla y León, con el inevitable acercamiento a Vox marcaron el devenir de Ciudadanos. «Su posición liberal de centro se desdibujó», arguye Ana Cardenal, profesora de la Universitat Oberta.
El bandazo a la desesperada cuando ya expiraba el tiempo para investir a Sánchez, levantando el veto al socialista tampoco fue entendido por sus votantes. Los liberales intentaron ya en campaña recuperar el papel de bisagra planteando al PSOE futuros votos de investidura a cambio de pactos de Estado. Pero ya era demasiado tarde.
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