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GERARDO ELORRIAGA
Sábado, 24 de abril 2021, 23:35
La leyenda del Ejército chadiano viaja en una camioneta Toyota Land Cruiser armada con el sistema Milan de misiles antitanque. Sus tropas se han bregado en el desierto sobre estos automóviles veloces y dotados de gran maniobrabilidad. En realidad, la condición de Chad de gendarme ... del Sahel responde a la necesidad convertida en virtud. La historia del país es una sucesión de conflictos, principalmente con Libia, el vecino septentrional, al que disputaba la Franja de Aouzou, área fronteriza rica en uranio. El coronel Gadafi anhelaba convertirlo en un Estado satélite, plataforma para expandir su influencia en la región, y su intromisión en la política interna fue constante. El presidente Idriss Déby, recientemente fallecido, se curtió en esa contienda en la que participó como piloto y que lo conduciría hasta la jefatura adjunta del Estado Mayor.
La lucha contra Trípoli siempre contó con el apoyo económico y táctico francés, con independencia de la catadura del presidente de turno. Los vehículos ligeros derrotaron a los blindados y la infantería de la Legión Islámica libia a finales de los ochenta. Aquella victoria encumbró a Hissene Hibré, el David chadiano luego convertido en el Pinochet sahariano. Su régimen torturó y mató a 40.000 personas de toda condición. Idriss Déby recuperó los Toyota artillados para derrocar al tirano y sustituirlo. Durante treinta años, el dirigente fue nuestro amigo en Yamena para el Elíseo, la Casa Blanca y el mando de la OTAN. El, sus tropas y la experiencia bélica acumulada, sirvieron a Occidente para plantar cara a la creciente irrupción del yihadismo en el Sahel.
Mahamat Déby Itno, hijo y sucesor del fallecido presidente, asume una enorme responsabilidad como garante de la estabilidad regional. Estos son algunos de los retos militares a los que deberá enfrentarse el también conocido como general Kaká, jefe del Consejo Militar de Transición.
La expansión yihadista en el Sahel se manifestó con la primera ofensiva en el norte de Malí en 2012, aplastada por la Operación Serval francesa, y que ya contó con aportación militar chadiana. Los medios de comunicación hablaron de victoria gala y cerraron en falso lo que tan solo fue una acción coyuntural, la superposición de sus tesis integristas sobre las reivindicaciones tuareg. A partir de ahí, surgieron nuevos grupos y se repartieron áreas de influencia en la vasta región de Liptako Gourma, que comprende el centro y este de Malí, el oeste de Níger y el norte y este de Burkina Faso. Este último país asiste a un absoluto desastre socioeconómico por el desplazamiento forzado de un millón de personas, el 5% de la población.
La crisis del Lago Chad es el problema más acuciante al que debe enfrentarse el general Kaká. El pasado año, el régimen de Yamena lo consideró «zona de guerra». La situación se asemeja a la maliense porque desde la ofensiva del Ejército chadiano en 2015 contra Boko Haram existía la falsa impresión de que el problema se había resuelto. La banda había propagado su ofensiva por Nigeria, Níger, Camerún y Chad sin que la alianza militar de los países afectados pudiera contenerla. La intervención de Déby fue determinante, pero el conflicto permanece.
La anarquía libia ha influido extraordinariamente en la inestabilidad de sus países vecinos. La guerra y el cambio político en Chad han procedido del norte, de las montañas del Tibesti, y la muerte de Idriss Déby se produjo con ocasión de la reciente ofensiva del Frente para el Cambio y la Concordia de Chad (Fact), que puede reanudar sus ataques para vencer al aparentemente bisoño general Kaká.
Los milicianos del Fact son de etnia gorane o tubu, uno de los pueblos que habitan el convulso sur de Libia, a menudo enfrentados a las comunidades árabe y tuareg y origen de Hissene Habré, el tirano chadiano juzgado y condenado en Senegal. Francia aboga por un gobierno estable en Trípoli que se haga con el control de la provincia meridional de Fezzan e impida que sea, como hasta ahora, el patio trasero desde el que se fomenta la inestabilidad de Chad.
La influencia política de Chad en la política centroafricana ha sido otra constante de su historia. El régimen de Déby apoyó a la guerrilla con la que el expresidente François Bozizé conquistó la capital y también resultó muy permisivo con la coalición Séléka cuando se hizo con el control y provocó una espiral de violencia.
La frontera sudanesa, al este, es un territorio poroso también sometido a grandes tensiones. Entre 2005 y 2010, ambos países vivieron un conflicto bélico motivado por el apoyo de Jartum a facciones rebeldes que, incluso, llegaron a entrar en la capital en 2009. Chad alberga a cientos de miles de darfuríes huidos de su tierra y ha apoyado a las organizaciones que luchan contra el gobierno central, mientras que Sudán han permitido que los yanyauid, las milicias árabes, penetraran en el país vecino para acosar a refugiados y locales.
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