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No es ningún secreto que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, doblegó hace mucho al Partido Republicano de Reagan y Bush para someterlo a ... su voluntad y a los principios de su 'America First'. Pero ver a sus líderes bailar en torno a sus acusaciones de que el mandatario ucraniano, Volodímir Zelenski, es un dictador responsable de la invasión rusa resulta un espectáculo curioso que incomoda a sus protagonistas.
El diario 'The New York Times' considera que el silencio de los republicanos «raya en el mutismo», pero la insistencia de los periodistas que les persiguen por los pasillos del Capitolio les ha forzado a dar explicaciones. En marzo pasado, el senador John Thune, sucesor de Mitch McConnell como jefe del Senado gracias al apoyo de Trump, era un defensor tan ardiente de Kiev que incluso sugirió enviar soldados norteamericanos para luchar en esa guerra. «Estados Unidos no se puede retirar de la escena mundial. El liderazgo estadounidense se necesita tan desesperadamente que tenemos que asegurarnos de que Ucrania tiene todas las armas y recursos que necesite para derrotar a los rusos».
Por su posición de liderazgo en el Senado, este jueves le resultó imposible volver a evadir una reacción a las acusaciones del inquilino de la Casa Blanca, al que defendió sugiriendo que son parte de la negociación. «Creo que tenemos que darle espacio», pidió.
Todos coincidían en culpar al jefe del Kremlin, Vladímir Putin, «más que a los otros» de la invasión que el próximo lunes cumplirá tres años, pero se aferraban al único dato fehaciente de las acusaciones vertidas por Trump en las redes. «En algún momento tendrá que convocar elecciones», dijo el senador Lindsey Graham. Zelenski fue elegido presidente en segunda vuelta en abril de 2019 por casi el 75% de los votos y su popularidad creció en paralelo al liderazgo demostrado durante la guerra. Tenía que haberse sometido a las urnas el año pasado, pero la celebración de comicios bajo la actual ley marcial sería ilegal y, en palabras del mandatario ucraniano, «irresponsable».
Trump acusa a Zelenski de estar haciendo «un trabajo horrible» y haber «destrozado el país». Su principal error parece haber sido rechazar la oferta que le hizo la semana pasada el secretario del Tesoro. Scott Bessent, en nombre del magnate para garantizarle la ayuda militar a cambio de poseer y explotar el 50% de todos los recursos naturales de Ucrania, un país rico en minerales de tierras raras y otros metales necesarios para la nueva era tecnológica. «Más vale que se dé prisa en aceptar o se va a quedar sin país», le amenazó el miércoles el inquilino de la Casa Blanca.
«Nuestra oferta es su mejor oportunidad y, francamente, una muy buena», dijo este jueves el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Michael Waltz. «No solo es la mejor garantía de seguridad para Ucrania a largo plazo, sino que le ayudaríamos a crecer con nuestras inversiones. Sus instalaciones están dañadas, no pueden hacerlo solos».
Hubo unos cuantos senadores valientes, como la representante de Alaska Lisa Murkowski, quien repitió indignada entre pasillos que nadie debe tener dudas sobre quién inició esta guerra. «Rusia, que quede bien claro», subrayó. También el senador John Neely Kennedy apuntó el dedo hacia Putin, «un gánster con el corazón muy negro», recordó. «Confío en este tipo como en el sushi que se compra en una gasolinera».
Los más claros y directos fueron, como cabía esperar, aquellos que ya no tienen cargos políticos, ni se juegan nada al llamar a las cosas por su nombre. «Señor presidente: Ucrania no comenzó esta guerra. Rusia lanzó una brutal invasión sin provocación alguna, que ha costado cientos de miles de vidas. El camino hacia la paz debe construirse sobre la verdad», publicó en X el exvicepresidente de Trump, Mike Pence, al que la turba del 6 de enero pedía ahorcar por certificar el resultado de las elecciones de 2020 que dieron la victoria a Joe Biden.
Parecía irreal que todos tuvieran que defender un hecho constatado que se ha desarrollado ante los ojos del mundo en la historia reciente. En el marco de la conferencia conservadora de Washington que se celebra este fin de semana, el actual vicepresidente, JD Vance, trató de calmar al partido desviando la culpa hacia los medios por «escandalizarse» por que Trump «no quite nada de la mesa a la hora de negociar». Su gobierno sostiene a pies juntillas que obtendrá pronto un acuerdo de paz. Lo que no saben es qué quedará de Ucrania.
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Ana del Castillo
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