![Benita Mendiola, niña de la guerra: «Siento simpatía por Rusia. Éramos muy felices»](https://s3.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/04/03/nina-guerra-rusia-knLE-U1901071442484rJG-1200x840@RC.jpg)
![Benita Mendiola, niña de la guerra: «Siento simpatía por Rusia. Éramos muy felices»](https://s3.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/04/03/nina-guerra-rusia-knLE-U1901071442484rJG-1200x840@RC.jpg)
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El día era agradable, el líder del Concejo regional de Hampshire, Rob Humby, expresaba genuino interés por la colaboración con la Diputación de Bizkaia. El alcalde de Eastleigh, Adam Manning, reconoció que tuvo que buscar en Google quiénes eran esos niños vascos, unos 4.000, ... que fueron acampados en una tierra próxima a su ciudad tras su evacuación en 1937.
Russell Oppenheimer, concejal de Medio Ambiente, pronunció su discurso en fluido español, aprendido en Granada. El excónsul británico en Bilbao, Derek Doyle, explicó por vídeo cómo se plantó en 1994 un retoño del árbol de Gernika en el arboretum de los jardines de sir Harold Hillier para sellar el acuerdo de colaboración entre las instituciones de Bilbao y Winchester.
Carmen Kilner, presidenta de la asociación de los niños vascos, colocó una ofrenda floral al pie de otro roble, que se ha dedicado como agradecimiento a la gente de Hampshire. Respondió con generosidad a la petición de asilo y socorro de unos niños a los que sus familias querían evitar las peores consecuencias de la guerra.
La mañana era soleada, los discursos eran breves y afables, pero no había niños vascos en este último acto en Inglaterra del 85 aniversario de su evacuación. Antes de regresar a cubierto para tomar té y pasteles, Kilner concluyó las dedicatorias en los dos robles regalando unas flores a una «niña de la guerra», a una «niña rusa», Benita Mendiola.
A pesar del apellido, no es de origen vasco. Es madrileña, tenía también familia en Extremadura. Su padre, Leocadio Mendiola, era piloto de aviación en la fuerza aérea que se mantuvo leal a la república. Tras el bombardeo de Madrid, su madre, una hermana, un hermano y ella fueron evacuados a la Unión Soviética.
Tenía cuatro años y sólo recuerda de esa parte de su infancia que «nos llevaron de una ciudad a otra por los peligros que había». Pero evoca con acento mexicano su tiempo en Rusia. «De eso sí me acuerdo. Éramos muy felices, estábamos muy bien en una casa de niños españoles. Habría unos quinientos, yo entre las más chicas».
La casa estaba en Omsk, entre la entonces Leningrado y Moscú. Allí pasó Benita otra guerra, la Segunda Guerra Mundial. Recuerda que se apagaban las luces de la casa durante los bombardeos de la aviación alemana; que las maestras les llevaban en la medianoche a los refugios subterráneos. Recuerda que ocasionalmente no había alimentos para desayunar. Pero, «siempre, cuando llegaba algo, primero atendían a la casa de los niños españoles, antes que a los niños rusos que estaban en un orfanato». «Nos trataron muy bien, todo el tiempo», afirma sobre su experiencia. Y añade que sus familiares en Extremadura pasaron más hambre.
Cuando tuvo que marcharse de España, su padre se refugió en el Marruecos francés antes de embarcar hacia México. La madre, que acompañó a sus hijos a la Unión Soviética, falleció por un problema del corazón y los tres hermanos pudieron marcharse a México. Benita tenía 23 años y un título de ingeniera de metales preciosos. Pero no pudo ejercer en el país latinoamericano. Fue traductora y profesora de ruso. Trabajó también como delineante. Vive ahora en Hampshire, donde su hija, Irina Nelson, es profesora universitaria de lengua española. Por eso estaba en el evento de los niños vascos, en el que los oradores lamentaron otra guerra, la de Ucrania.
Cuando ve lo que hace Putin, ¿Tiene simpatía por Rusia? »Sí, yo siento simpatía por Rusia», dice Benita. «Me parece que son más justos y más honestos con otros países que los americanos». Reprocha a los ucranianos los ataques a escuelas y objetivos civiles en el este en 2014. Irina interviene: »En casa está prohibidísimo hablar de política». Dice que su madre tiene una visión basada en su experiencia, pero «ya no registra cómo se desarrollan las cosas ahora». «¡Cómo que no registro! Registro todo», protesta la madre. «No eres objetiva». «Sí soy objetiva». La nieta ha preparado una celebración de los 89 años de su abuela, madre e hija se apresuran para llegar a tiempo.
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