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El año pasado Europa gastó en Defensa la cifra récord de 326.000 millones de euros, lo que supone un 35% más que en 2022, ... cuando Rusia lanzó la invasión a gran escala de Ucrania. A pesar de ello, sigue siendo poco. En términos absolutos y, sobre todo, en relación a su gasto público. Con la excepción de Noruega y Dinamarca, toda la mitad occidental de la Unión Europea destina menos del 4%. Y algunos países, como Austria o Irlanda, ni siquiera llegan al 2%. Tampoco lo hizo el gasto militar del bloque en relación a su PIB: quedó en el 1,9%, a una décima de la exigencia mínima de la OTAN y muy por debajo del listón que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha situado en el 5%.
El largo período de paz tras la Segunda Guerra Mundial ha provocado que se dé prioridad al presupuesto de los pilares que sustentan el Estado del bienestar, desde Sanidad a Educación. «Europa se sentía protegida por el paraguas de Estados Unidos, que ahora está en entredicho», señala Pablo del Amo, investigador de política exterior del Real Instituto Elcano. Por si fuese poco, hasta 2022 el 45% del gasto en Defensa se destinaba a pagar salarios y pensiones de los militares. Solo el 22% iba a la adquisición de equipamiento, algo que comenzó a cambiar en 2023. El año pasado, más de 90.000 millones fueron a esa partida, lo que supuso un incremento interanual del 50%. Necesario, porque, como comenta el almirante de la flota retirado Juan Rodríguez Garat, «Europa tiene los arsenales vacíos».
En el bloque oriental, más cercano a Rusia y más consciente de la amenaza que supone para su existencia, destinan más recursos al ejército: dejando a un lado a Ucrania, cuya economía de guerra acapara el 58% del presupuesto público, Polonia lidera el gasto con un 8,1%. Es un porcentaje que se encuentra todavía un punto por debajo de lo que le cuesta a Washington su maquinaria militar y la mitad del que emplea Moscú, y está incluso más alejado de Estados como Argelia -19,1%- o Arabia Saudí -24%-.
Geopolitical Intelligence Services (GIS) trata de determinar cuál sería el presupuesto de Defensa ideal. «En países muy pequeños o muy pobres que no tienen ninguna posibilidad de defenderse, como Luxemburgo o Nepal, sería cero». Para el resto, la clave está en la capacidad para disuadir a sus rivales. «Desde una perspectiva occidental, los principales enemigos son dos: Rusia y China. La diferencia entre Estados Unidos y Europa es que la segunda no considera a Pekín una amenaza y que sustenta su seguridad tanto en alianzas internas como en la que tiene con Washington». Sin esa última, Rodríguez Garat considera que la UE no podría hacer frente a Moscú y el GIS concuerda, concluyendo que una inversión en torno al 3,5% del PIB parece razonable para garantizar la seguridad europea.
El Instituto Bruegel incide en que el Viejo Continente «debe ser capaz de defenderse de Rusia con o sin Estados Unidos» y hace los cálculos con otras variables: «Europa podría necesitar 300.000 soldados más y un aumento anual del gasto de Defensa de al menos 250.000 millones a corto plazo para disuadir la agresión rusa».
Para ir acercándose a esas cifras, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto esta semana el programa ReArm Europe, que busca movilizar hasta 800.000 millones de euros a través de préstamos y de reformas fiscales que permitan incrementar el endeudamiento individual de los países miembros. «Estamos viviendo los tiempos más peligrosos. No hace falta que describa la gravedad de las amenazas que vivimos, o las consecuencias devastadoras que tendrían si se materializan», explicó, antes de recalcar que el mundo ha entrado en una nueva carrera armamentística y que la UE no se puede quedar de brazos cruzados.
Víctor Burguete, investigador sénior de geopolítica y seguridad global del CIDOB, cree que, a corto plazo, la única financiación factible es a través del déficit. «La sociedad europea no respalda que se incremente el gasto en Defensa a costa de reducir el social o de aumentar los impuestos. El endeudamiento, sin embargo, es más etéreo y se puede vender como una inversión, por lo que tiene menor coste político», aclara. «Pero se tiene que hacer de forma auditada para evitar el despilfarro y con una mutualización de esa deuda», apunta Del Amo.
A medio plazo, no obstante, Burguete cree que se podría crear un instrumento paneuropeo para la Defensa y la reconstrucción de Ucrania. Y, a largo, el analista considera que el incremento del gasto podría articularse duplicando el presupuesto comunitario para pasar del 1% del PIB al 2%. Burguete y Del Amo coinciden en señalar que tan importante como aumentar el presupuesto en defensa es gastarlo bien. «Tenemos que invertir en I+D y tecnología, así como en aumentar las capacidades industriales europeas, evitando que se enriquezcan un puñado de empresas en cuatro países», señala el primero.
«Nosotros proponemos que se armonicen los sistemas y que cada país se especialice en un ámbito. Por ejemplo, España e Italia en industria naval, Francia en nuclear y Alemania en el ejército de tierra», indica Del Amo. «La cuestión es si Europa está preparada para actuar con la decisión que requiere esta situación, y si puede hacerlo con la velocidad y la ambición requeridas», planteó Von der Leyen.
Ana Sofía Cardenal, profesora de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya, no tiene claro que la respuesta a esas preguntas sea afirmativa, «porque la UE se mueve lentamente y tiene dificultad para alcanzar posturas unitarias». Algo lógico teniendo en cuenta que es un bloque de 27 miembros con intereses y visiones muy diferentes.
Aun así, los expertos consultados coinciden en que el Viejo Continente puede dar una respuesta unida como hizo con el covid. Cardenal comenta que, además, «no hay alternativa si no queremos que acabe dividida en zonas de influencia de Estados Unidos, Rusia y China». Sin embargo, también cree que esa reacción, que podría culminar en la creación de un ejército europeo, no llegará «tan rápido como para evitar el mal». El problema está en la doble división comunitaria: la que separa a los países que componen la Unión y la que divide a la sociedad de cada uno de ellos.
«Por un lado está la postura de Hungría. Es intolerable que vote con Estados Unidos, Rusia y China en contra de la UE. Por otro lado, está el auge de la ultraderecha, que condiciona muchas políticas», sugiere Cardenal, crítica con la expansión al este de la UE. «Hungría es el principal enemigo: tiene una ideología pro Trump y una dependencia total de los recursos rusos», recalca Del Amo.
No obstante, Cardenal señala que el fortalecimiento del eje franco-alemán, y la alineación del Reino Unido con su postura, es un aspecto positivo. «Están de acuerdo en la necesidad de invertir más en Defensa y de buscar una paz justa y duradera para Ucrania», señala. El problema es que, como dice Del Amo, las dos grandes potencias europeas pasan por un bache político y económico sustancial. «Macron tiene mucho poder en la política exterior francesa, pero no cuenta con mayoría en la Asamblea Nacional y la derecha radical está en contra. Además, su situación financiera es muy precaria y el Gobierno va a tener que subir los impuestos y plantear recortes. En Alemania sí parece que habrá un liderazgo más sólido que apuesta por el rearme, pero la ultraderechista AfD va a tener mucho poder y La Izquierda plantea el mismo reto que Sumar en España», analiza. Además, en un contexto de recesión económica, «las empresas industriales tienen interés en volver a una relación con Rusia para abaratar sus costes energéticos».
La otra gran potencia del continente, Italia, juega a dos bandas. «Resulta irónico que ahora cuente con un gobierno sólido mientras los de Francia y Alemania resultan inestables», señala Massimo Cermelli, profesor de Economía en la Deusto Business School. «No obstante, Meloni tiene que lidiar con muchas contradicciones, porque apoya a Trump y a Ucrania. Pero creo que para Europa no va a ser un problema», apostilla. Del Amo lo comparte: «No se va a mojar, y puede ser un puente entre Trump y Europa».
326.000 millones de euros
gastaron en Defensa los Veintisiete en 2024. Es una cifra récord que, sin embargo, aún queda por debajo del mínimo exigido por la OTAN. El Instituto Bruegel estima que hacen falta al menos 250.000 millones al año más.
En cualquier caso, los países más interesados en el rearme europeo son los que más cerca tienen a Vladímir Putin: los bálticos, que pueden quedar aislados del resto con cierta facilidad gracias al enclave de Kaliningrado; los nórdicos, cuya actitud ha cambiado sustancialmente con el acceso a la OTAN de Suecia y Finlandia; y Polonia, que ha protagonizado un giro europeísta sustancial con el primer ministro Donald Tusk y quiere que todos los hombres adultos reciban entrenamiento militar.
Rodríguez Garat introduce a la extrema izquierda en la ecuación y pone el foco más cerca. «En el propio Gobierno de España hay un socio que se dice pacifista y que pone al país en el grupo de los que no tienen clara la necesidad de rearmarse. Al final, la extrema izquierda y la extrema derecha se dan la mano en un mundo circular porque rechazan los valores democráticos y la conciencia de Defensa. Nos quieren convencer a la vez de que no hay un enemigo y de que el enemigo ya nos ha vencido y no hay nada que hacer. Una contradicción clara», sentencia, concluyendo que «Europa ahora no tiene la unidad necesaria para poner en marcha los planes de rearme».
España
Nuestro país es uno de los que se encuentran a la cola del gasto en Defensa, con solo el 1,28% del PIB. No obstante, el Ejecutivo de Pedro Sánchez se ha propuesto alcanzar el mínimo del 2% exigido por la OTAN antes de 2029, la fecha estipulada hasta ahora. No obstante, el socio de Gobierno, Sumar, ya ha dejado claro que no va a ponerlo fácil, porque continúa oponiéndose a la idea del rearme y apuesta por la vía del pacifismo. Eso puede obligar al PSOE a entenderse con el PP.
Francia
El presidente francés, Emmanuel Macron, es el que mantiene la postura más dura frente al jefe del Kremlin, Vladímir Putin. Fue el primer líder europeo que deslizó la posibilidad de enviar tropas a Ucrania, y ahora desempolva el escudo nuclear. Pero su situación en la Asamblea Nacional dista mucho de esa fortaleza, y el Gobierno va de una moción de censura a otra. Por si fuese poco, el país galo no pasa por su mejor momento económico.
Alemania
Alemania enfrenta su mayor crisis económica y política del siglo XXI, y uno de los elementos que le dificulta salir de ella es el freno legal que le impide endeudarse más, necesario para invertir en infraestructuras y también en Defensa. El ganador de las últimas elecciones,Friedrich Merz, tratará de que el Parlamento saliente lo retire antes de que se conforme el próximo, el 25 de marzo, porque con las nuevas fuerzas tendrá difícil sacar la propuesta adelante.
Italia
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, tiene que hacer un equilibrio difícil: es una de las principales aliadas de Trump en Europa, pero apoya a Ucrania –incluso ha propuesto que se extienda a ese país la defensa de la OTAN aunque no forme parte de la Alianza– y ha dado el visto bueno al proyecto ReArm Europe. Su solución pasa por organizar una cumbre trasatlántica sobre Kiev que no parece contar con la aprobación del presidente estadounidense.
Reino Unido
Ucrania necesita garantías de seguridad para comenzar a negociar la paz con Rusia. Ante la negativa de Trump a proporcionárselas, el primer ministro británico, Keir Starmer, ha propuesto la creación de una coalición en la que podría participar una veintena de naciones para enviar tropas de pacificación. El vicepresidente estadounidense, JD Vance, ridiculizó la idea: «Serían 20.000 soldados de países que no han combatido en 30 o 40 años».
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