Secciones
Servicios
Destacamos
Volodymyr Sagaidak muestra en su móvil las imágenes que grabaron las cámaras de seguridad del centro de rehabilitación infantil que dirige en la ciudad de Jersón. El 4 de junio del año pasado, a las 8 de la mañana, militares rusos aparcaron frente a la ... puerta de la institución, en la que se escondían 52 niños, y comenzaron a buscarlos. Los vídeos muestran cómo Sagaidak los guía por el internado, y cómo uno de los ocupantes rusos busca información sobre los niños entre la documentación del centro.
«Lo primero que hicieron fue preguntar dónde estaban», recuerda en el salón principal del edificio, subrayando que los rusos pensaban que el centro era un orfanato. «Afortunadamente, no los encontraron», relata Sagaidak aliviado. Tras la invasión del 24 de febrero decidió trasladarse al centro a vivir y, durante casi tres meses, por seguridad solo permitió que los niños salieran al patio interior en pequeños grupos durante un máximo de quince minutos.
Pero cuando supo que no se iba a crear un corredor humanitario en Jersón para evacuarlos del territorio ocupado, se temió lo peor y decidió repartirlos entre familiares y allegados. Salvo a cinco de entre 14 y 18 años que se quedaron con él. «Teníamos miedo de quienes colaboraban con los rusos, así que tuvimos que inventarnos todo tipo de historias para justificar que los niños apareciesen de repente en nuestras casas», cuenta.
La situación se complicó unas semanas después, cuando los rusos le confiaron 15 niños de la región de Mykolaiv, que dibujaba entonces la línea del frente. «Nos hicimos cargo de ellos, pero el 19 de octubre se los llevaron a Rusia. La única justificación que dieron es que había que evacuar el centro porque el ejército ucraniano estaba bombardeando la ciudad», añade el director del centro, que actualmente se encuentra vacío.
A Sagaidak los militares rusos le aseguraron que llevaban temporalmente a los niños a la ciudad de Vinnichesk, entre Jersón y la anexionada península de Crimea: «Pero al cabo de un tiempo tuve ocasión de hablar con el conductor del autobús en el que viajaron y me aseguró que los dejó en una estación de tren de la los llevaron hasta Krasnodar, ya en territorio ruso».
Las pesquisas de Sagaidak, y su denuncia a organizaciones internacionales, permitieron localizar a los pequeños y forzar su salida de Rusia. «Los llevaron a Georgia y se han reunido ya con sus familias, pero hasta 2.000 niños de Jersón no han tenido tanta suerte y siguen desaparecidos», denuncia. El gobierno ucraniano eleva la cifra de los niños deportados -'evacuados' según Rusia- hasta más de 16.000 en todas las zonas ocupadas del país, y ha publicado una página web, Children of War (hijos de la guerra), para tratar de localizarlos.
En opinión de Sagaidak, los niños han sido raptados por los rusos con tres posibles objetivos. «Como dijeron en la televisión rusa, puede ser para lavarles el cerebro, borrar sus raíces y evitar que se venguen. Ya lo hizo la Unión Soviética con los tártaros de Crimea en 1944 o con los ucranianos que mandó a Siberia. Es una estrategia que se combina con el envío de población rusa a esos territorios para asimilarlos», arranca. «Rusia también puede utilizar en el futuro a los niños para intercambiarlos por prisioneros de guerra. Y una última posibilidad podría ser que los envíen a zonas poco pobladas del país para impulsar la demografía», concluye Sagaidak.
Las organizaciones internacionales que trabajan sobre el terreno no entran a valorar las cifras del gobierno ucraniano sobre los niños que han sido raptados, pero sí que otorgan veracidad al fondo de la cuestión. «Hemos recibido denuncias creíbles de traslados y deportaciones forzosas de niños, tanto acompañados por sus familiares como solos, incluidos algunos sacados de las instituciones que los acogían», afirma a este diario Krzysztof Janowski, portavoz de la Misión de Naciones Unidas para la Monitorización de los Derechos Humanos en Ucrania.
El caso de los 15 niños de Mykolaiv que relata Sagaidak es, precisamente, uno de los que Janowski menciona como prueba irrefutable del masivo rapto que se está produciendo. «La propia Rusia reconoce que entre 1.500 y 2.000 menores ucranianos están residiendo en centros de acogida de su territorio. Algunos han sido institucionalizados en organizaciones que permiten la adopción y otros están viviendo con familias de acogida rusas», añade el portavoz de la misión de la ONU, que se muestra especialmente preocupado de que sean obligados a adoptar la nacionalidad rusa. Además, Janowski enfatiza la prohibición expresa de este tipo de traslados forzosos. «Equivalen a crímenes de guerra», sentencia.
Más cauta, Save the Children responde con la exigencia de una investigación a fondo. «Las denuncias aún no se han podido verificar, pero, si se hace, constituyen una violación de los derechos de la infancia y de la legalidad internacional», comenta la ONG a este periódico. «Que te saquen de tu casa y te separen de tu familia es una experiencia muy traumática para los niños. Reunirlos de nuevo con sus padres tras estos traslados internacionales forzosos, además, supondrá un reto a largo plazo», asevera.
Janowski reconoce que la falta de acceso tanto a territorio ruso como al ucraniano ocupado por las fuerzas de Vladímir Putin impide la verificación de los casos denunciados, así como determinar su magnitud. No obstante, afirma que sí tienen documentación sobre grupos de niños enviados a Rusia desde la propia Jersón, y también de la región de Donetsk e incluso la capital, Kiev. «Hay que hacer toda la presión posible para que sean devueltos antes de que resulte demasiado tarde», apostilla Sagaidak.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.