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Las colas se hicieron notar este lunes en el aeropuerto de Heathrow, donde numerosos pasajeros (incluso uno vestido de Papa Noel) afrontaron la incertidumbre de las cancelaciones. AFP
«No hemos pegado ojo por miedo a que nos cancelaran el vuelo»

«No hemos pegado ojo por miedo a que nos cancelaran el vuelo»

Miles de viajeros viven en Heathrow una jornada de dudas, ansiedad y miedo a las cancelaciones o a no poder volver a Reino Unido por las restricciones

paula rosas

París

Lunes, 21 de diciembre 2020, 22:24

«¿Vuela a París? Lo siento, todos los vuelos con Francia hoy están cancelados». Un control a la entrada del aeropuerto de Heathrow filtraba este lunes a los viajeros y servía de indicador para averiguar la magnitud del impacto que la nueva cepa del coronavirus detectada en el Reino Unido ha causado a sus conexiones con el mundo exterior. Los cierres se iban sucediendo en cascada en los monitores del aeropuerto: Alemania, Polonia, Dinamarca, Italia, Rumanía, India, Canadá... Desde este lunes se suman España y Portugal. Más aislados que nunca, y a diez días de que el Brexit entre en vigor plenamente, los británicos se han topado con la tormenta perfecta.

Heathrow era este lunes un hervidero de incertidumbre. Muchos de los que habían conseguido pasar el primer filtro aguardaban con ansiedad a que abrieran los mostradores de facturación y no apartaban la mirada de las pantallas de información sobre los vuelos. «Tenía que haber viajado el miércoles, pero he comprado otro billete para hoy por si acaso», señalaba Daniel, un gallego que estudia ingeniería en Portsmouth y volvía a Santiago a pasar las fiestas con la familia. «No podía cambiarlo y no quería quedarme aquí en Navidad, así que me ha salido caro, pero es dinero bien gastado... si finalmente sale el vuelo», confiaba este hispano-británico. Daniel tuvo una intuición y le salió bien.

Menos suerte tuvo la chipriota María. Volaba con dos amigas a Larnaca para pasar las Navidades en casa. «Ya sabíamos que íbamos a tener que aislarnos durante catorce días, pero no nos importaba porque al final a lo que vamos es a pasar tiempo con la familia. Pasarse las vacaciones encerrada en casa no es lo mejor, pero compensa por lo menos ver a nuestros padres, porque con la pandemia hace mucho que no vamos», explicaba este lunes esta contable. Sin embargo, nada más poner un pie en el aeropuerto se enteraron de que el Ejecutivo de Nicosia acababa de cambiar de política: si querían viajar, tendrían que pasar una cuarentena de siete días en un hotel del Gobierno. Las amigas debatían este lunes sobre qué hacer. «Lo voy a cancelar, no voy a estar todas las vacaciones encerrada en un hotel para luego volverme nada más salir. No tiene ningún sentido», explicaba con visible enfado.

LAS CLAVES:

  • Escasa información. «Lo más frustrante es que anuncien medidas de un día para otro», se lamenta una madre alicantina

María se volvía a su casa de Londres a celebrar sola las fiestas navideñas, pero este lunes en la Terminal 5 de Heathrow había gente que no sabía ni siquiera dónde iba a pasar la noche si finalmente cancelaban su vuelo. Es el caso de Giulia y su pareja, que viajaban a España «para siempre. Nos mudamos». Ambos buscan un cambio de aires y admiten que el Brexit ha tenido algo que ver en la decisión. «No hemos pegado ojo en toda la noche por el miedo a que nos cancelaran el vuelo», reconocía la italiana. De hecho, ambos debían volar hoy pero, ante lo imprevisible de la situación, decidieron a última hora cambiar el vuelo al de las 13.05 de este lunes. Una pila de maletas esperaban alineadas en un rincón del aeropuerto a que abrieran la facturación, el contenido de seis años de vida londinense. Lo demás lo habían mandado ya en cajas. «Si nos lo cancelan, tendremos que buscar un hotel, porque con el confinamiento tampoco nos podemos quedar en casas de amigos», señalaba Giulia.

Muchas horas sin dormir

Elena Constantino vive en Francia y se encontró con la desagradable sorpresa en el aeropuerto de que no había manera de llegar a territorio galo. Hacía escala en Heatrow desde Jamaica, donde había estado trabajando. El vuelo a París de Air France estaba cancelado. Sacó otro con British Airways hacia Oslo para viajar luego desde allí a la capital francesa, pero también se encontró con el temido 'cancelled' en las pantallas. Agotada después de pasar muchas horas de avión y sin dormir, Elena se aferraba a su móvil para intentar buscar una solución. «Estoy tan cansada que no puedo pensar. En la aerolínea lo único que me dicen es que se ha anulado, pero no me dan otra solución».

Ahmed también quería volar a Francia, y andaba desesperado buscando a alguien que trabajara en British Airways para que le confirmaran si su vuelo de hoy iba a salir o no. «Sólo dejan pasar al interior del aeropuerto a quien tiene billete para viajar en el día y el teléfono de la compañía está colapsado», explicaba a dos empleadas del aeródromo que habían salido a fumar un cigarrillo. Una de ellas, vestida con un jersey navideño y un adorno de copos de nieve en el pelo, revisó en su terminal portátil si Ahmed podría volar. «Ahora mismo aparece en verde, pero es verdad que los están cancelando mientras hablamos. Habrá que cruzar los dedos», indicaba. «De la Terminal 2 sale un vuelo a Ginebra dentro de tres horas, quizá pueda usted volar hasta allí y luego viajar por tierra», le sugirió su compañera. Ahmed no se lo pensó dos veces.

Las inquietud por las cancelaciones se sumaba este lunes a las gestiones que muchos pasajeros, entre ellos los españoles, deben realizar para demostrar que no están infectados por el virus. La Sanidad pública ofrece pruebas PCR solo para aquellos que tienen síntomas y, además, no otorga un certificado con el resultado. Si se necesita uno para viajar, hay que hacerlo en un laboratorio privado y pagar entre 100 y 170 libras (110-185 euros). Alicia y Sofía volaban este lunes a Málaga. Habían llegado a las siete de la mañana al aeropuerto para hacerse la PCR allí. «Nos habían dicho que tendríamos los resultados en 90 minutos y hemos tenido que esperar más de tres horas y media. Es un desastre, y están desbordados», se quejaban estas amigas.

La incertidumbre de la vuelta

Alicia trabaja en un pub y Sofía en un hotel de Windsor. Los dos están cerrados por el confinamiento, y todos los empleados son objeto de un plan de protección del empleo, el equivalente al ERTE en España. «No queríamos aprovecharnos de la situación para pegarnos unas vacaciones, hemos apurado hasta el final para ir solo por Navidad». El ERTE les dura hasta abril, así que la posibilidad de que se produzca un cierre de fronteras y luego no puedan regresar no les preocupa ahora.

Sin embargo, las dudas sobre cómo evolucionará la situación son una constante en los viajeros. Ana López consiguió volar hasta Alicante con su familia el sábado por la mañana, y ahora se muestra algo inquieta por la vuelta. «Sentimos mucho alivio al principio al ver que habíamos podido viajar, pero luego un poco de incertidumbre. Yo estoy de baja por maternidad, pero mi marido tiene que volver a trabajar y la niña al colegio. Si cierran fronteras, ¿cuánto va a durar? -preguntaba este lunes por teléfono- Lo más frustrante es que anuncien medidas de un día para otro y no puedas planear nada».

Noche de vigilia en la sala de espera

Las salas de espera de los aeropuertos londinenses acogieron este fin de semana a numerosos viajeros, que hicieron noche de vigilia ante el temor de que las restricciones a la movilidad les impidieran llegar a tiempo de coger su vuelos. Así le sucedió al pamplonés Israel Nagore. Más que no poder volver, le preocupaba no tener acceso a la terminal. Su vuelo salía de Stansted el domingo, pocas horas después de que entraran en vigor las nuevas limitaciones anunciadas por Boris Johnson para frenar la nueva cepa del virus. «Me fui en el último tren de la noche y dormí en el aeropuerto por si acaso», explica este arquitecto.

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