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NURIA VEGA
Miércoles, 17 de febrero 2016, 07:18
El 30 de agosto de 2003 el PP vivió «su último dedazo» para elegir al líder del partido. O, al menos, según fuentes de la formación, así debería ser. La designación arbitraria de Mariano Rajoy como sucesor de José María Aznar, explican, pertenece al pasado, ... a las dinámicas de otros tiempos que poco tienen que ver con el panorama actual. Este planteamiento gana peso en las organizaciones territoriales, que han pagado en las urnas el desgaste de sus siglas y su proyecto. Desde allí, los populares avanzan que ya no se permitirá que el sucesor del presidente sea elegido en un despacho, y anticipan batalla por una fórmula asimilable a las primarias.
«O entendemos que las cosas han cambiado y los ciudadanos lo perciben así, o estamos muertos», aseguraba esta semana un diputado popular, convencido de que la sociedad pide a las fuerzas políticas democracia interna, transparencia y regeneración. La reflexión la asumen en la cúpula del PP. Sólo un escenario podría alterar lo que se acoge como evidencia. Algunas voces en la formación temen que en caso de repetición de las elecciones generales o incluso bajo el pretexto de intentar llegar a un acuerdo político con el PSOE para poder continuar en la Moncloa, el jefe del Ejecutivo dé un paso atrás y señale, en una junta directiva nacional, a quien debería ocupar su puesto. Sin congreso y sin militantes.
La presidenta de la Comunidad de Madrid instó ayer a la excaldesa de Valencia a abandonar su escaño en el Senado y dejar que los tribunales actúen. «Lo que debería hacer, si confía en su inocencia, es renunciar a su aforamiento», defendió Cristina Cifuentes. Dirigentes del PP ven difícil que eso ocurra y creen que Rita Barberá se ha enrocado. Algunas voces apuntan que sólo una llamada de Mariano Rajoy podría resolver la situación.
«Poder se puede -responde ante esta opción un dirigente del partido-, pero no se hará». En la cúpula argumentan que Rajoy, a día de hoy, es su candidato y que la convocatoria de unos nuevos comicios no alterará la voluntad férrea del presidente de continuar al timón del barco. Pero todo sigue en sus manos.
Quienes especulan sobre la posibilidad de que quiera nombrar a su sucesor alertan de que, en caso de que lo haga en fechas próximas a las elecciones, «el PP tendrá que asumir la decisión sin poder cuestionarla». Es la inquietud de algunos cargos intermedios que se preguntan si podría llegar a pensar en la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, pese a que «el partido no la quiere», o en Cristina Cifuentes, a quien Rajoy ha situado al frente de la gestora del PP madrileño.
El movimiento de la cúpula ubicando a la presidenta de la Comunidad de Madrid al mando tras la dimisión de Esperanza Aguirre, ha levantado ampollas en los sectores más 'aguirristas' del partido. Cifuentes defendió ayer que con su nombramiento se ha buscado «que no haya bicefalia» y garantizó que su intención es la convocatoria de un congreso «abierto» en el que el líder autonómico sea elegido con la fórmula de «un militante, un voto». Ella «posiblemente» se presentará al cónclave. Algunas fuentes recuerdan que dependerá de si puede aspirar antes a suceder a Rajoy.
El revulsivo
La dirigente madrileña no ha sido la única en plantear que sea la militancia la que se pronuncie sobre quién encabeza el partido. En el resto de organizaciones territoriales siguen las mismas pautas. El PP de Valencia ha decidido crear un grupo de trabajo para encontrar la fórmula que permita en el próximo congreso que los afiliados puedan votar de manera directa al presidente de la formación, aunque para entonces no se hayan reformado aún los estatutos. Se baraja la posibilidad de acogerse a una fórmula «asamblearia» para improvisar una suerte de primarias, que en el futuro deberían normalizarse con «un reglamento».
«Es la hora de que el PP dé ejemplo», asegura un dirigente regional, a pesar de que la dirección haya decidido dejar en suspenso la renovación del partido hasta que se forme el nuevo Gobierno. Varias fuentes populares coinciden en que el nuevo procedimiento de designación de los líderes de la formación daría un plus de «legitimidad» al elegido. Pero, sobre todo, creen que es el momento de que el PP acierte con su propio «revulsivo».
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