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La amnistía y las cesiones al independentismo catalán persiguieron este miércoles a Sánchez hasta el Parlamento Europeo, en Estrasburgo, en el que debía haber sido su día de gloria o al menos una ocasión para el lucimiento. El jefe del Gobierno, que nunca llegó a ... presentar ante la Eurocámara las líneas maestras de la presidencia del Consejo de la UE, asumida por España el pasado 1 de julio, como consecuencia del adelanto electoral, había optado por transformar esa comparecencia pendiente en un balance de su gestión a dos semanas de ceder el testigo a Bélgica. Pero el debate nacional pudo más.
No fue solo por la intervención de Carles Puigdemont, que tras reprochar a Sánchez que no haya logrado hacer del catalán una lengua oficial de la UE, le envió un mensaje: «Las oportunidades hay que aprovecharlas cuando ocurren, si se dejan pasar de largo por miedo o por incapacidad, las consecuencias nunca son agradable». Tampoco por las de otros eurodiputados españoles. Resultó obvio que el PP había movido sus hilos con más éxito que los socialistas para que sus colegas europeos, con el líder del grupo, el alemán Manfred Weber, a la cabeza, salieran en tromba a censurar tanto la decisión de dejar impunes los delitos cometidos por los líderes independentistas durante los años del 'procés' como los ataques a los jueces vertidos la víspera por la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, en el Congreso.
El jefe del Ejecutivo sabía perfectamente por dónde irían los tiros y, como quien se pone la venda antes de que le hagan la herida, ya en su intervención inicial se refirió a sus polémicas alianzas políticas para justificarlas, una vez más, como un paso necesario en la lucha contra la ultraderecha. Los socialistas, que durante los últimos años se habían afanado en intentar contrarrestar en la UE el discurso independentista que presentaba a Puigdemont y los suyos como víctimas de un Estado represor, están persuadidos de que apelar a la amenaza de la derecha extrema neutraliza por completo el desconcierto que haya podido suscitar su súbito giro. «Es lo que realmente preocupa», esgrimen. «Europa ha ganado un gran aliado para los próximos cuatro años con el Gobierno de coalición progresista –reivindicó así el presidente–. El 23J los españoles tuvieron que elegir entre dos proyectos antitéticos también de cara a la construcción europea».
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Fueron pocos los eurodiputados que en sus intervenciones –en algunos casos de tan solo un minuto– se atuvieron a los aciertos o desaciertos de la presidencia española en los asuntos que le ha tocado gestionar. Sí se ciñó al tema, desde su posición institucional, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, que mantiene una buena relación con Sánchez. «Se ha conseguido mantener el foco en las grandes prioridades a pesar de las extremadamente difíciles circunstancias», dijo. Pero Weber, miembro de su mismo partido, apenas reprochó que no se haya logrado cerrar bajo el mandato español el ansiado acuerdo con Mercosur.
El político alemán, al que luego Sánchez dedicó la mayor parte de su réplica, llegó a advertir, en un discurso que bien podría haber realizado Alberto Núñez Feijóo, con la creación de una comisión de investigación en el Europarlamento «para estudiar muy de cerca lo que está ocurriendo en España» si, como pretende Junts, el Congreso se dedica a señalar y acusar a los jueces que han intervenido en causas del 'procés'. «Ha hablado de democracia y uno de sus principios básicos es decir la verdad a las personas antes de las elecciones –espetó Weber–. No puede prometer que no va a dar una amnistía hasta tres días antes de las elecciones, estar cinco años en el poder diciendo que no es constitucional y luego aplaudirla».
El presidente del Gobierno recriminó a los críticos sus «afirmaciones erróneas y maliciosas» sobre la «calidad democrática» de España; acusó al principal partido de la oposición de 'lawfare' por tener al CGPJ «secuestrado desde hace cinco años» y alegó que la amnistía servirá al «noble objetivo» de la reconciliación en Cataluña. Pero, sobre todo, se encaró con el líder del PPE. «Nuestra apuesta por el reencuentro no es lo que amenaza la democracia, en absoluto. Es la amenaza de la derecha y la irresponsabilidad de las derechas tradicionales que le están abriendo las puertas y están haciendo suyas muchas de sus ideas. Ese tándem es el que está erosionando la democracia, ilegalizando partidos, atacando la separación de poderes, silenciando medios críticos. ¿Es consciente de todo ello? –le interpeló–. ¿De verdad se siente cómodo siendo cómplice de esa amenaza?».
Weber, que previamente había presumido de que la llegada al poder del candidato de la familia popular europea, Donald Tusk, va a devolver a Polonia el Estado de derecho, pidió la palabra por alusiones. «En mi país se busca el consenso –subrayó–; Pedro Sánchez hace exactamente lo contrario».
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