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«Cuando se emborrachaba, me pegaba. Peleábamos. Me rompía la vajilla, las puertas... Le prohibí venir a casa cuando hubiera bebido y entonces no aparecía en tres días. Desde el viernes. Al principio, me preocupaba. Luego, ya no. Me levantaba la mano, pero nunca me ... amenazó con un cuchillo. No pensé que pudiera llegar a matar. Estoy todavía impactada». Este es el testimonio de una de las víctimas de Leonel B.T., de 45 años y origen boliviano. El hombre que mató a Rebeca Huayta Huanca la noche del pasado martes en el bar que regentaban en el barrio bilbaíno de San Francisco y que anoche seguía en comisaría, según el Departamento de Seguridad. Le conocen como 'Leo' y solía ir enlazando parejas sin romper con la anterior.
Sigue hablando la mujer: «Yo le perdoné todo. Decía que iba a cambiar. Me dejó cuando estaba embarazada y después volvió rogándome. Cuando estaba formal, era un buen hombre. Pero cuando bebía...», relata. Ella misma aconsejó hace unos meses a Rebeca: «No te dejes insultar ni pegar». Pero era su costumbre. A su siguiente novia también la golpeó. En una ocasión, con el puño cerrado en la sien. Y la agarró del cuello con intención de ahogarla, según la denuncia que presentó ante la Policía, a la que ha tenido acceso este periódico.
Tuvo incluso una orden de alejamiento, que 'Leo' incumplía. Entre 2016 y 2018, fue arrestado en cuatro ocasiones por malos tratos habituales sobre ambas y quebrantamiento de condena. Los episodios violentos no se detuvieron. «Me agarró de los pelos, pero no le denuncié porque, como tenía tantos antecedentes, seguro que iba a ir a la cárcel», admite una de ellas.
Rebeca apareció en su vida hace aproximadamente un año. Ella trabajaba como interna con personas mayores y en labores de limpieza. Él tenía una empresa de reformas domésticas. Se conocieron alternando en el barrio de San Francisco, donde se ubica una importante colonia de inmigrantes bolivianos. Él, de Cochabamba. Ella, de Patacamaya, un pueblito cercano a La Paz, la capital. Tenían amigos comunes. Entre otros, las exparejas de 'Leo'. Enseguida se fueron a vivir juntos y, hace unos tres meses, cogieron el traspaso de la Taberna Hilargi. Rebeca no tardó en conocer el trato que le esperaba. Malo. Muy malo. Lo dicen sus amigas íntimas, que ayer secundaron la concentración convocada en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao para hacer visible el hartazgo social ante la imparable ola de crímenes machistas. Pero «ella no quería abrir los ojos», lamentaban. Y 'Leo' se encargó de que ya no pueda hacerlo nunca.
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Alba Cárcamo
«Me dijo que era suya»
Celoso patológico, de carácter probadamente violento y con problemas de alcoholismo. Así le describen en su entorno. No soportaba que Rebeca se relacionara con algunos clientes del bar. «A mí me dijo que no la hablara, que era solo suya», confesaba un vecino de la pareja en la calle Bailén. Frecuentaba el Hilargi, hasta que 'Leo' le empezó a mirar mal. «Ella le sacaba la cara. Decía que era bueno, que no quería que trabajara en la limpieza -cuenta una de sus allegadas-. En cuanto me enteré de que la maltrataba, le dije: sepárate, apártate de ese hombre, porque a su anterior pareja también la quiso matar».
Después de la última paliza, a principios de diciembre, empezó a verle con otros ojos. Pero no le llevó ante la Policía. Volvieron a reconciliarse. Y pronto, según sus conocidos, volvió a las andadas: «Destrozó el bar. Tiró todas las bebidas de la barra. Le entró un momento de locura». Ese fue el anticipo del final.
La noche del martes, mantuvieron otra fuerte discusión en el Hilargi. 'Leo' había pasado la tarde con su hija, de cuatro años, y se la entregó a su madre sobre las 20.00 horas. Regresó al bar. Y se desencadenó la tragedia. Según los indicios recogidos durante el levantamiento del cadáver, intentó primero estrangularla con las manos. Luego le asestó una decena de cuchilladas en el abdomen, el rostro y la espalda. Se fue dejándola malherida, en dirección a su domicilio.
A las cinco de la madrugada llamó al amigo que conduce su furgoneta del trabajo. Él tiene retirado el carné. «Creo que he cagado toda mi vida. Necesito que me ayudes. Maté a Rebeca», le espetó, antes de pedirle que se acercara hasta la taberna. Su interlocutor rechazó colaborar en la limpieza de la escena del crimen y le aconsejó que diera aviso a la Policía. Así lo hizo, pero después de intentar infructuosamente comunicarse con una de sus antiguas parejas. Finalmente, a las nueve menos veinte de la mañana, telefoneó a la Policía Municipal de Bilbao. El operador del 092 recogió su confesión: había acabado con la vida de su compañera sentimental. Una patrulla comprobó la veracidad de la información y detuvo a 'Leo' por un presunto delito de homicidio.
Le ha salido gratis
Pese a su largo historial de violencia de género, Leonel B.T. nunca pasó una noche en prisión. Ni siquiera cuando fue arrestado por quebrantamiento de condena. Hasta ahora, el maltrato a las mujeres le había salido gratis. Y eso que algunos testimonios impresos en las denuncias de sus víctimas sobrecogen. A una de ellas, la golpeó en la tripa cuando estaba embarazada de pocos meses. Patadas y puñetazos en la cara. Hasta un intento de estrangularla. Corría por entonces 2016. Dos años más tarde, a otra le provocó un gran chichón en la cabeza para poner fin a una riña en la cama.
Fue arrestado en ambas ocasiones por un delito de violencia de género y otro leve de lesiones. Ellas, a su vez, fueron imputadas por violencia doméstica. Se defendieron y 'Leo' presentaba arañazos. Es la rutina de cualquier fin de semana en las comisarías de Policía. Pero una de las veces en que era trasladado a los calabozos dejó un recuerdo especialmente amargo en los agentes que le conducían. En voz alta, según reflejó el atestado, dijo: «¡Cuando salga, sí que la voy a pegar!».
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