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Susana Neira y Paz De Alvear
Oviedo
Domingo, 10 de abril 2022, 15:48
Un martes normal, de rutina, para la familia Yunga y su hija menor, Erika, de 14 años, hasta que en «apenas diez minutos», según fuentes cercanas a la investigación policial, se convirtió en un martes dramático. Ese es el tiempo que pasó desde ... que la menor timbró a su padre y su hermano para que le abrieran la puerta del portal en el número 69 de la calle Vázquez de Mella, en Vallobín, hasta que, percatados de que tardaba mucho en subir a la cuarta planta, bajaron a buscarla y se encontraron con la atroz escena: la chaqueta de la pequeña tirada en el suelo del rellano de la primera planta, llena de sangre y un reguero que conducía hasta el interior del primer piso, donde residía, Igor Postolache, un vecino moldavo de 32 años recién llegado al edificio. Su asesino y quien intentó agredirla sexualmente, siempre según los delitos que le atribuyen en estos precisos momentos de la investigación. La magistrada titular del Juzgado de Instrucción 2 ordenó ayer su ingreso en prisión provisional, un hecho que se producirá cuando el acusado reciba el alta hospitalaria.
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Diez minutos en los que, según las primeras investigaciones, el presunto autor del crimen atacó a la menor, que intentó defenderse, y la clavó varias puñaladas hasta acabar con su vida e introdujo su cuerpo en el interior de la vivienda, de 53 metros cuadrados. Mientras la menor yacía, el moldavo se atrincheró en el baño y se autolesionó con una veintena de puñaladas, de las que se recupera en el centro hospitalario, donde anteayer se negó a declarar. El día de autos le operaron de urgencia y recibió varias transfusiones de sangre. En estos momentos, se encuentra fuera de peligro.
Esa mañana del 6 de abril, la menor acudió al instituto de La Ería, y a las dos y cuarto de la tarde, tras terminar las clases, se despidió de gran parte de sus compañeros hasta la jornada siguiente. La niña pasó un rato en un parque cercano con cuatro amigas y la acompañaron hasta su portal. Allí la estaba esperando su verdugo.
Según fuentes consultadas, Igor Postolache estaba «obsesionado» con ella. A la pequeña no le dio tiempo a escapar, ni siquiera ningún vecino se percató de esos terribles diez minutos hasta que su hermano trató de localizarla. Postolache iba armado, incluso tiene licencia desde este año para todo tipo de modalidades de combate cuerpo a cuerpo. La niña no tuvo escapatoria.
Un ataque armado y sorpresivo
Tras salir del IESde La Ería, la pequeña Erika llegó acompañada al portal de su casa por cuatro amigas. Timbró y se despidieron. Al rebasar las puerta del portal, su asesino la estaba esperando. La apuñaló hasta la muerte y arrastró su cuerpo hasta el interior de su vivienda, donde se atrincheró y autolesionó.Diez minutos pasaron desde que Erika llamó al timbre su casa, en la cuarta planta, hasta que su hermano bajó a buscarla ante su tardanza. Se encontró en el primer piso la cazadora de su hermana sobre un charco de sangre. Llamó rápidamente a una vecina del primero, que no se había percatado de lo sucedido, y avisaron al 112. Su hermana yacía en el interior de la vivienda de Igor Postolache, donde fue arrestado y llevado al HUCA.Se había autolesionado con 20 puñaladas.
Una despedida «sin odio» para «un ángel»
La noticia del atroz crimen sobrecogió a Oviedo entera, a toda España. El brutal asesinato estaba en la mente de todos. La capilla ardiente quedó instalada en la capilla de la residencia María Inmaculada, donde Alba, la madre de la pequeña a la que todos describen como «un ángel», trabaja desde hace años como recepcionista. La familia recibió en todo momento el apoyo de la madre superiora y de toda la congregación. El jueves, el arzobispo de Oviedo presidió el funeral. René Yunga, padre de Erika, pese al inmenso dolor por haber perdido a su hija (la tercera de tres hermanos) demostró su gran bondad: «A esa persona yo no le tengo odio», dijo, dando una lección de altura en un momento dramático. «Mi niña, mi niña», repetía su madre.Erika fue despedida con un enorme cariño, el que dio en su vida.
Hombre «solitario» y «esquivo», había protagonizado diversos casos de acoso en la ciudad, en plena calle, desde 2019. Tras el atroz crimen, decenas de mujeres le señalaron como su acosador. Su hoja de antecedentes estaba, como confirmaron fuentes cercanas al caso, a este diario, en blanco; sin embargo, fue condenado al pago de 240 euros por acosar a una joven en el autobús urbano que une Oviedo con Trubia. En la localidad cañonera, concretamente en Soto, residió, primero con su familia y después solo, durante años hasta que, hace unas tres semanas, se mudó a Vallobín. En el mismo edificio en el que vivía Erika, tres pisos por debajo. Tiene, por otra parte, una sentencia absolutoria por falta de pruebas de un delito leve de amenazas. Tres chicas, todas jóvenes, le denunciaron entre mayo y agosto de 2019, por acosarlas en la calle Uría. Se acercaba, directo, a ellas y les decía frases como: «Se me turba la razón al verte, me estoy poniendo nervioso al mirarte», o «eres muy guapa, me gustas mucho, ¿quieres venirte conmigo?». A una de ellas, según relató a este diario, incluso la acorraló y le dijo: «Quiero ponerte una bolsa en la cabeza», a la par que sacaba esta de su mochila. Le declararon inocente.
Con este historial, su perfil muestra, según explicó al periódico El Comercio el catedrático de Derecho Penal, Javier Fernández Teruelo, que es un hombre «impulsivo», alejado del «depredador al uso» exhibiendo una conducta más brutal que la de un agresor que prepare sus ataques, lo que puede indicar que tiene un problema mental muy severo».
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