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MARÍA JOSÉ TORREJÓN
Viernes, 29 de octubre 2021, 10:04
La mañana del miércoles de José Polo, copropietario de Atrio en Cáceres, dio un giro inesperado cuando Toño Pérez, reconocido chef del restaurante de dos estrellas Michelin y la otra mitad del negocio, le pidió de manera apresurada que colgara el teléfono. Polo estaba manteniendo ... una reunión virtual con carpinteros y técnicos que trabajan en la rehabilitación de la Casa Paredes, el nuevo y más lujoso proyecto de Atrio.
«La reunión comenzó a la una y cuarto. Y a las dos menos veinticinco subió Toño con la cara absolutamente descompuesta y me dice: 'Jose (como le conocen sus allegados) cuelga, que los vinos no están, que nos han robado'», relata a HOY.
Tras el aviso, Polo interrumpió su comunicación y bajó a la bodega. «Vi los estantes vacíos de ciertas botellas», detalla. «Todavía se me ponen los pelos de punta al recordarlo», agrega. Tuvo la certeza entonces de que quienes cometieron el robo sabían perfectamente lo que buscaban. Se llevaron los caldos más codiciados. A Toño Pérez, a su vez, le dio el aviso uno de los sumilleres del restaurante, que a la hora de preparar el servicio del mediodía acudió, como de costumbre, a la bodega y vio algo raro.
«Al bajar a la bodega vio que faltaban algunos vinos. Pero como hemos estado cambiando el sistema de luces leds, el sumiller pensó que las habíamos guardado. Entonces, le preguntó a Toño por las botellas. Y cuando Toño vio los estantes vacíos no tuvo ninguna duda». Atrio había sido víctima de un robo, según relata Polo, que ha sido el encargado de convertir esta bodega en una de las más relevantes del panorama internacional.
«Hoy –por este jueves– no he podido dormir. Más que un robo, es como si nos hubieran forzado, amordazado y apaleado», confesó en un comunicado que tituló 'Un corazón roto'. «Eran 45 botellas muy especiales compradas desde hace décadas con mucho esfuerzo y cariño, y con los enfados de Toño, quien me reprendía cuando se enteraba de mis locuras de querer hacer en Cáceres, ciudad que amamos profundamente, una de las mejores bodegas el mundo», añadía José Polo. Y lo consiguió. La bodega es, junto con los fogones, uno de los principales reclamos para pasar por el hotel de la Plaza de San Mateo. Punto de visita obligada para los amantes del vino, el restaurante brinda la opción de acceder a ella a sus comensales para conocerla.
En este espacio, donde los detalles se miman al milímetro, existe una zona con un tratamiento especial dedicada a las botellas más antiguas y entre ellas sobresalía el famoso caldo Château d'Yquem de 1806, valorado en 350.000 euros en carta y conocido, además, por protagonizar la anécdota de ser trasladado en coche desde Cáceres a Burdeos, entre algodones, cuando se rompió la botella original. «Ella es la botella, imposible de sustituir por lo que de esfuerzo, sacrificio y amor a una profesión y al vino ha conllevado. 215 años de historia de España, de guerras, de tiempos de paz y de la construcción de una Europa unida».
Tal es el aprecio que Atrio tiene por esta botella que no pondrá ninguna otra en su lugar. El hueco se quedará vacío y Toño, José y el resto del equipo seguirán contando su historia, incluyendo ahora un nuevo capítulo: el de su misteriosa desaparición.
Los dueños de Atrio contactarán con las dos bodegas a las que pertenecen las botellas sustraídas, Château d'Yquem y Romanée Conti, porque todas están numeradas. De esta manera, la Policía puede seguir con más certeza su rastro y localizarlas si llegaran a salir en alguna subasta, una opción que, de momento, los dueños de Atrio no ven factible.
Por ahora no dan datos sobre el valor exacto de los caldos sustraídos. La botella de los 350.000 euros tampoco tiene precio para sus hasta ahora propietarios. «No se puede cuantificar. Si a mí me ofrecen un millón de euros, solo la hubiera vendido si necesitara ese dinero para pagar a mis empleados. Pero esa botella no tiene precio. Se rompió y estuvo a punto de perderse. Forma parte de la historia de Atrio», zanja Polo.
Lejos de lamentaciones, lanza un mensaje alejado del derrotismo: «Es un golpe, pero nosotros seguimos y continuaré comprando vino», concluye.
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