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Nacho González Ucelay
Santander
Martes, 28 de febrero 2023, 13:58
El Instituto Español de Oceanografía (IEO) devolverá este jueves a su hábitat natural –a 22 millas al norte de Cabo Mayor– la boya oceanometeorológica Augusto González Linares, recogida hace un año a la deriva, trasladada a tierra firme para su reparación y preparada ya para ... seguir recopilando sobre la superficie del mar información muy valiosa para el conjunto de la ciencia.
Desarrollada por el propio IEO y fondeada el 27 de junio de 2007 a 2.850 metros de profundidad, la boya Augusto González Linares, así bautizada en honor al reputado investigador cántabro, lleva quince años transmitiendo cada hora datos marinos esenciales para la comunidad científica, meteorológica, medioambiental, pesquera, náutica, marítima y turística de Cantabria, que, gracias a este aparato, dispone de una fuente de información marina en tiempo real de la que carecía hasta la puesta en servicio de la boya.
Así ha sido regularmente hasta que, hace cerca de un año, un temporal la mandó a la deriva. «A la boya en sí no le pasó nada. En realidad le pasó al fondeo. Pero decidimos aprovechar el momento para ponerla a punto», puntualizó esta mañana la investigadora del IEO Raquel Somavilla durante un encuentro con los medios de comunicación para informar sobre eso precisamente, que la boya está ya lista para volver al agua.
Feliz por el acontecimiento, Somavilla ha comparecido acompañada por el consejero de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, Guillermo Blanco, y a los pies del buque oceanográfico Ángeles Alvariño, que en junio de 2021 participó muy activamente en Tenerife en las labores de búsqueda de las niñas Anna y Olivia y de su padre Tomas Gimeno y hoy izaba a bordo una boya singular «porque, aparte de sensores meteorológicos y oceanográficos, tiene sensores biogeoquímicos» como por ejemplo oxígeno disuelto y clorofila.
Según ha explicado la investigadora, la boya Augusto González Linares ha permanecido fuera de servicio cerca de un año, tiempo en el que el instituto se ha tenido que conformar con los datos que ha ido recopilando durante sus salidas mensuales, relevantes aunque insuficientes para cubrir en su totalidad el servicio que presta un mecanismo «que nos facilita una información que otro tipo de muestreadores no nos pueden dar».
En este sentido, Somavilla ha explicado que la boya en cuestión, que por la calidad de los datos que sirve forma parte de una red de observatorios oceanográficos de referencia internacional, «también es muy útil en el contexto regional porque abastece de información muy precisa al Puerto de Santander, al sector pesquero, a los remolcadores...». Muy precisa y en tiempo real, «lo cual supone un plus para las predicciones».
Según la investigadora del IEO, «los parámetros que recoge la boya Augusto González Linares permiten, por otro lado, determinar en un momento dado cual es la calidad ambiental del medio, «porque a través de este aparato se recogen datos de temperatura, de salinidad, de corrientes, de clorofila, de oxígeno disuelto... Y todo eso nos permite saber si nos encontramos dentro de los valores normales a los que estamos habituados o por el contrario nos estamos desviando».
Dada la importancia de la información que es capaz de recoger –y de la que el IEO no quiere prescindir en ningún caso– y ante el temor de que otro contratiempo como el sobrevenido hace un año pudiera volver a inutilizar la boya, Somavilla ha reconocido que el instituto se ha planteado la incorporación de un segundo aparato como este.
«De hecho, nuestra idea es hacernos con una segunda boya combinando la adquisición y el desarrollo tecnológico propio», ha subrayado la investigadora, que de seguido ha precisado que en ningún caso estarían las dos sobre el agua al mismo tiempo. «Llegado el caso en el que pudiéramos disponer de dos boyas seguiríamos el esquema que proponen otros organismos internacionales, como los americanos, que cuando van a proceder a los trabajos de mantenimiento de la que está en el agua llevan la otra como recambio». De este modo, dijo Somavilla, «nunca nos pasará lo que nos ha pasado ahora», que la boya oceaonometeorológica ha estado un año en el dique seco, que es justo donde no tiene que estar.
Sonrió Somavilla cuando se le preguntó por el coste económico que supondría tal operación, que, en cualquier caso, no cobrará forma antes del próximo año. «Pues ahora mismo es difícil precisarlo, pero podríamos estar hablando de más de 100.000 euros», calculó.
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