Obituario David Solar Hoya | Constructor
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Obituario David Solar Hoya | Constructor
Un apasionado del fútbol que siempre regalaba una sonrisaLa bondad fue el faro que guió la vida de David Solar Hoya. Un hombre siempre dispuesto a ayudar a los demás. Que caminaba con una sonrisa tatuada en el rostro y que era capaz de alegrar el día, con sus bromas y chistes, a ... quien tuviera enfrente.
Su repentina pérdida, con 57 años, ha causado un profundo dolor en Noja. Su pueblo. Donde todos le conocían. Y todos le querían. Fue un ejemplo de persona desde crío. Su familia era conocida en el pueblo como 'Los de la Rota' – en honor al barrio en el que nacieron – y, eso, ya conllevaba un «carácter especial», remarca su mujer, Patricia Rivas. Ella ha desempolvado los álbumes de fotografías de David para hilvanar un relato que, lejos de desprender tristeza, emana un agradecimiento a la vida por los maravilloso recuerdos construidos juntos.
David era el pequeño de seis hermanos. Sus padres se dedicaban a la ganadería. Desde niño se puso a trabajar en el campo, haciéndose un hombre antes de tiempo. Ya, por entonces, a pesar de su corta edad, dejaba ver su lado más humano. «En el tanatorio pusieron mucha comida para picar, pero no sabíamos quién lo había hecho. Fue una mujer que nos contó que de niña sus padres, cuando se iban trabajar, le dejaban en La Rota, y pasó ratos muy divertidos con David».
En su juventud fue un apasionado del fútbol. Jugó en el equipo de juveniles del Noja y le quisieron fichar las categorías superiores del club. Pero David prefirió seguir ayudando a sus padres con los animales. «Fue muy trabajador». Con 19 años conoció a Patricia y, desde el principio, vieron que compartían los mismos valores. La misma misión de ayudar a los demás.
Consciente de la dureza que entraña el trabajo del campo, creó, con esfuerzo y sacrificio, una pequeña empresa de construcción. Fue un albañil más a pie de obra. «Los obreros le adoraban. No tenía problemas con nadie». El matrimonio tuvo dos hijas, Sonia y Laura, por las que David se desvivía y ellas por él. Ha sido un padre, un amigo y un referente. «Estábamos muy unidos. Éramos un pilar que no nos dejábamos caer», resalta su esposa. El último recuerdo familiar que guardarán para siempre fue la boda de Sonia, apenas quince días antes de su pérdida. Ejerció de padrino con su sonrisa más resplandeciente.
En esa ceremonia, David se encontró con gente que le apreciaba mucho. Y es que, evoca Patricia, siempre estuvo para quien le necesitara. Especialmente, para proteger a los niños de su entorno más cercano, que atravesaban por momentos complicados. No dudaba en acogerles en su casa y apoyarles en lo que precisaran. «Al tener un núcleo familiar tan fuerte, nos veían como referencia y acudían a refugiarse en David». Les daba consejos y les ayudaba a superar las dificultades. Algunos de esos niños, hoy adultos, recuerdan el bueno humor de David, con un don especial para levantar el ánimo y trasmitir alegría.
Se entregaba a los demás con sencillez y humildad. «Siempre que podía viajaba a Galicia – estaba prejubilado por un problema de cadera – para cuidar y atender a mis padres», cuenta Patricia. Es otro ejemplo de esa desbordante bondad de un hombre, que hizo de la vida un lugar más bello.
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