El hombre inquieto amante de su tierra y de las tradiciones
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Pedro Crespo de Lara
Martes, 29 de agosto 2023, 07:17
Luis Cárcoba Gómez, vecino de Suesa, murió el pasado 25 de agosto en el hospital Valdecilla a los 61 años de edad. Nació en Miera dentro de una familia arraigada en el mismo lugar y poco tiempo después se trasladó a Carriazo (Ribamontán al Mar).
Tras la primera enseñanza, trabajó en las labores campesinas de su casa y como pinche de albañil. A los 18 años obtuvo el carné de conducir camiones y cambió el carro y la yegua por un camión de alto tonelaje. Cumplida la mili, ganó plaza de bombero en el Parque de Santander. Las guardias del Parque le dejaban tiempo libre y así pudo organizar un equipo de albañiles con el que construyó una casa. Poco tiempo después creó la empresa Cárcoba Construcciones, en Ribamontán al Mar, que rápidamente extendió sus trabajos por los ayuntamientos vecinos, después por Santander y otras ciudades. En los últimos años también trabaja en Madrid.
La singularidad del venturoso empresario es que nunca dejó su vocación y trabajo de bombero, del que reglamentariamente se jubiló el año pasado.
Luis Cárcoba, que bajó del abrupto y otrora boscoso paisaje de Miera a las rientes praderas de Ribamontán al Mar, traía en sus genes los valores morales de la vieja Montaña. Amaba su tierra y sus tradiciones, guardaba las leyes de Dios y de los hombres, educaba con su ejemplo a sus hijos, Ángel y Alejandro, en los deberes del trabajo bien hecho, el respeto al prójimo y la tolerancia.
El éxito de la empresa no le hizo cambiar sus hábitos de vida austera, sin lujos, en la que únicamente se permitía mínima vacación.
De atlética complexión practicaba con gusto el ciclismo y el paseo. Hizo en bicicleta el Camino de Santiago. Su esposa, Sofía Gutiérrez Diego, comprometida en el día de la empresa, cuidaba la llama del hogar. Javier, Alfredo y su sobrino Aurelio, sus fieles de la primera hora, le acompañaban.
Durante la exposición del empresario fallecido en el tanatorio de Heras numerosas personas le visitaron. Una habitación vecina contenía docenas de coronas de flores.
Sus restos mortales volvieron a su origen, de la marina a la montaña, y descansan ya en el cementerio de La Cárcoba de Miera.
Adiós, amigo, desde tu primera casa que fue la mía.
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