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PEDRO ARCE
Jueves, 28 de septiembre 2023, 02:00
El pasado lunes falleció Miguel de Miguel Montañés. Una muerte siempre es una tragedia, aunque Miguel ya contaba con 102 años. Era una persona observadora, afable, entrañable, cariñosa y conversadora que ha vivido en su larga existencia grandes experiencias vitales y con buena memoria y ... deseoso de aportar lo mucho que sabía del mundo aeronáutico. Me contó su vida, que daría para una buena novela...
Llegó a Cantabria hace ya más de seis décadas como responsable administrativo de la fábrica de avionetas Aero Difusión, que estaba ubicada en el aeródromo de La Albericia, y después se trasladó a Parayas, hasta su desaparición en 1972. Su familia tenía una cierta relación con Santander, pues su padre, natural de Valladolid, era guardia civil y estuvo destinado en Teruel, donde se casó y donde nacieron algunos de sus hijos. Hacia 1910 le destinaron a Santander como escolta del Gobernador Civil y también como escolta-acompañante de una princesa de la familia real durante los veraneos en el Palacio de La Magdalena. Después le destinaron a Barcelona, al Cuerpo de Seguridad, y allí nació Miguel en 1921 y algunos de sus hermanos, pues Miguel ha sido el menor de una familia numerosa de tres hermanos y tres hermanas.
Estudió en el colegio de los Jesuitas de la Ciudad Condal y en el Liceo Francés hasta que estalla la Guerra Civil y se incorpora a las Fuerzas Aéreas de la República Española en Albacete. Después es auxiliar de Información e Interpretación Fotográfica y le destinan a la Base de Manises para pasar más tarde al frente de Aragón y a la escuadrilla Grumans que operaba desde Valls. También estuvo destinado en Cuenca, Barcelona, Gerona, etc. Es de ahí de donde le viene su afición por la aeronáutica. Nunca estuvo en primera línea del frente, pues no llegó a disparar un tiro y siempre estuvo en tareas de apoyo, administrativas, de intendencia, etc...
Al final de la guerra fue uno de los muchos que cruzó la frontera hacia Francia y lo hizo en compañía del famoso militar Hidalgo de Cisneros, que había sido Jefe de la Aviación Militar. En el país vecino las cosas no fueron fáciles, pues pasó por varios campos de concentración, hasta su repatriación por el gobierno español y unió esta etapa con una larga mili hasta que regresa a casa. Recala entonces como administrador general de una cooperativa de aceites en Caspe, donde se casa y pasa dos décadas de su azarosa vida.
A finales de los años cincuenta su existencia da un giro ¡Por pura casualidad!, como él decía. La familia Caralt había adquirido la fábrica de avionetas Aero Difusión de La Albericia y le propusieron venir a Santander y aceptó. Primero se instalaría Miguel, una época en la que comía y cenaba en el restaurante de La Vizcaína, en La Albericia, y más tarde se incorporó el resto de la familia. Y aquí se han quedado muy a gusto tres generaciones.
Después de doce años en Aero Difusión, cuando la empresa cierra tuvo que buscar otro trabajo y lo encontró en la famosa 'curva de Pegaso', donde vendían maquinaria agrícola y los famosos tractores Jhon Deere.
Miguel ha sido una persona polifacética y su existencia centenaria le ha permitido transitar por muchos lugares y situaciones que han enriquecido una vida plena y llena de contenido. Fue uno de los socios fundadores del Centro Aragonés en Cantabria. Hace poco tiempo perdió a su esposa Carmen, ahora se ha ido él, dejando desconsolados a sus dos hijas y a sus nietos que lo recordarán siempre como una buena persona.
Pedro Arce es escritor
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