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En los años 60, jugar a los bolos suponía echar la tarde fuera de casa. El desplazamiento, la partida, el porrón posterior y la vuelta al hogar suponían en muchas ocasiones una odisea incluso para los que vivían en núcleos de población importantes. Para otros ... como Ángel Tagle Solórzano (Oruña, 1937), era incluso algo más complicado. A Tagle todo el mundo, dentro y fuera de los bolos, lo conocía como 'El Moli', toda vez que nació y se crio en uno de dos molinos que existían en Oruña. En aquella época ser molinero era ser alguien importante, por lo que Ángel, un apasionado de los deportes, era alguien conocido en el pueblo pese a residir alejado del núcleo urbano, lo que le obligaba a largos desplazamientos para practicar sus pasiones, los bolos y el fútbol.
Finalmente fue la madera la que se impuso, hasta el punto de llegar a jugar en la primera peña creada en Oruña, en 1964, y estrenarse en Primera categoría en el año 1967, curso en que la partida inquilina de El Muelle no pudo mantenerse y en el que a punto estuvieron de aguar el título de 'La Partidona' de Las Higueras al ganarles por 4-2 en un partido con seis cierres, que comenzó tarde debido a que los locales se encontraban dispersos en sus labores profesiones y tras el que Cabello, que había sido el artífice de la espera a los rivales, acabó lanzando sus zapatillas al río Pas al pensar que se les iba una competición que se llevaron finalmente gracias a la diferencia de chicos.
Posteriormente su trabajo le impidió alcanzar cotas mayores, aunque fue conocido en toda Cantabria debido a que siempre militó en peñas de Segunda y Tercera, jugó numerosos campeonatos sociales y debido a que en su casa, en su molino, se construyó la bolera de El Paraíso de El Pas, donde hoy juega como local la peña de Oruña que preside Guillermo Borbolla. Apasionado de los bolos, se mantuvo como federado hasta más allá de los 60 años y uno de los que mejor le conoció, Enrique Torre, cuenta que le gustaba mucho ensalzar sus buenas jugadas y que sus amigos siempre le recordaban la mala memoria que tenía cuando las cosas no le salían tan bien.
Carismático y querido, El Moli, que falleció el pasado 6 de diciembre, ha dejado huella en el mundo de los bolos y, sobre todo, en su Oruña natal.
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