![Un profesional del volante afable y siempre atento](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/07/16/85588990-ktoB--1200x840@Diario%20Montanes.jpg)
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Se nos marchó el pasado 26 de junio, pero yo aún le recuerdo atento, dispuesto, con las manos en el volante y esperando la señal de partida. José Emilio Royano Rodríguez nació el 22 de noviembre de 1944 en Santander, en el barrio de San ... Martin. Estaba orgulloso de su profesión y de su empresa, tan estrechamente unida a su familia. Me contaba que su abuelo, José Royano Iturbe, comenzó el negocio con coches de caballo. Lo cierto es que la tradición familiar con el transporte de viajeros por carretera continuó con su padre, José Emilio Royano Laiseca, y en la actualidad sigue con su hijo, José Emilio Royano Álvarez, la cuarta generación.
Royano Rodríguez estudió en los Escolapios hasta los 12 años y luego se puso a trabajar de botones en el Aero Club de Santander, en los bajos del antiguo Hotel Bahía. Más tarde, con 16 años, trabajaría en una imprenta y después se dedicaría a la instalación de antenas. Cuando cumplió los 20 años comenzó con su padre a conducir un taxi en Santander en horas nocturnas. Y como se desenvolvía como pez en el agua en esa tarea, se encargó de los 'coches de garage', que con el tiempo pasaron a ser lo que hoy conocemos como VTC. De esta manera comenzaría a viajar por toda España con los clientes de su padre y los del Garage Royano (1910-1985), ubicado en el Río de la Pila.
Cuando me llevaba, me divertía diciéndole en plan peliculero aquello de «siga a ese coche». Y entonces Emilio Royano ponía en marcha su automóvil y no se despegaba de su objetivo, que siempre era un presidente o un consejero del Gobierno de Cantabria. La verdad es que a veces era difícil seguir a las autoridades, porque las prisas provocaban que sus conductores pisaran a fondo el acelerador. Pero los Royanos, además de seguros, tenían vehículos bien dotados. A veces demasiado. Siempre le advertía que no me trajera coches lujosos, que no era cuestión de que los currantes del Gabinete de Prensa aparecieran en un ayuntamiento con un coche de gama superior que el de los miembros del Gobierno. Cuando no disponía de otro llegábamos a nuestro destino de forma clandestina y aparcábamos a cierta distancia, para que nadie pudiera ver el vehículo. Cuántos kilómetros de aventuras recorrió por la región, conmigo y con mis compañeros.
Fuimos perdiendo contacto con su empresa cuando la Administración regional recurrió a sus propios coches para los desplazamientos, pero la huella de su afabilidad, el buen servicio profesional y las gratas y divertidas conversaciones que nos proporcionó se quedaron con nosotros haciendo más doloroso su fallecimiento. Que descanse en paz con los Royanos circulando muchos más kilómetros.
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