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RAMÓN MARURI
Miércoles, 17 de mayo 2023, 02:00
Hace dos días nos despedíamos, su familia más próxima y un grupo de amigos, además de colegas en algunos casos, de Alfonso Moure Romanillo, catedrático de Prehistoria, ya jubilado, de la Universidad de Cantabria. Quienes tomaron la palabra coincidieron en subrayar de él su solidez ... intelectual, su prestigio -más allá de nuestra propias fronteras nacionales- como prehistoriador, arqueólogo e investigador y divulgador del patrimonio arqueológico. Se subrayó de él, igualmente, el magisterio ejercido entre sus alumnos y discípulos en las aulas universitarias, en la dirección de investigaciones, en los laboratorios y en las excavaciones. Y se destacaba también su ingenio y sentido del humor, dos indicadores inequívocos más de su inteligencia.
Nacimos ambos en la misma ciudad, Santander, el mismo año, 1949, y, aun tratándose de una ciudad pequeña -permítaseme lo de 'provinciana'-, no tuvimos contacto hasta 1982, dado que nuestras biografías habían transitado veredas bien diferentes. Mas pasado un tiempo largo, supimos que en nuestra adolescencia habíamos tenido relación con una persona con la que llegaríamos a establecer una tan entrañable como fecunda amistad: Benito Madariaga; Alfonso, apasionado desde bien pronto por la más remota presencia del hombre en la tierra, le visitaba asiduamente en el Museo de Prehistoria; entre tanto, yo acudía a sus clases, como alumno de Bachiller.
Hasta que el azar -ese tercer componente, junto a la vocación y la circunstancia, que Ortega y Gasset consideraba constitutivo de toda biografía humana- hizo que el paralelismo de nuestra biografías se trocara, gozosamente, en convergencia.
En 1982, Alfonso Moure tomaba posesión de la cátedra de Prehistoria de la Universidad de Cantabria y yo iniciaba en ella mi carrera como docente de Historia Moderna. En adelante ya, en la que habría de ser nuestra Universidad hasta nuestras respectivas jubilaciones, ejerceríamos un acercamiento profesional que fue dando paso a una amistad concluida en fraternidad.
En 1992 comenzamos una tan próxima como intensa labor de gestión: primero en el decanato de la Facultad de Filosofía y Letras y, posteriormente, en el Vicerrectorado de Relaciones Institucionales y Extensión Universitaria.
De Alfonso Moure deseo subrayar, además de suscribir los reconocimientos que, como docente e investigador, se le hicieron públicamente en el sepelio, su dedicación a la Universidad en otra dimensión: la de gestor. En este ámbito, el horizonte de su gestión académica lo marcó hacer de la Universidad de Cantabria un activo agente de la vida cultural y social de la región, al tiempo que hacer partícipe a la sociedad de la vida universitaria, en ese tiempo todavía considerablemente a espaldas de lo social.
Celebro todo esto, al tiempo que la serenidad en que se hallan Lourdes, Alfonso y Ricardo por saberte descansando en paz.
Ramón Maruri es catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Cantabria
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