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La peculiar geografía urbana de Torrelavega, ya no cuenta con la sonrisa y la jovialidad de Piti, de Rosario Tapia Izquierdo (para poner su nombre ' ... oficial'), la mujer a la que en su juventud alguien la puso el sobrenombre de 'la Ingrid Bergman de Torrelavega' que será recordada, no solo por su belleza, sino también por haber intentado siempre echar una mano a los demás; también, por su sonrisa, que fácilmente convertía en carcajada abierta, y a la que sus 92 años de vida le había convertido en un icono social más de la ciudad y de esos veraneos en Suances tan torrelaveguenses. Los abuelos de Piti nacieron en Burgos donde el cabeza de familia se dedicaba a la guarnicionería y donde tuvieron 12 hijos de los cuales, un buen número de ellos, aprendió el oficio del padre y que emigraron a varias regiones del Norte para establecerse. Así llegó a Torrelavega uno de ellos, Adalberto Tapia, el padre de Piti. Aquí abrió su propio negocio, 'Guarnicionería Tapia', e hizo famoso un eslogan que utilizaba para promocionar su actividad: «Burros desnudos, Tapia los viste», que aún perdura, divertido, en la memoria de los mayores. Fue ampliando su pequeña industria llevándole a la confección de maletas de cuero -alguna aún queda como reliquia en algún desván- estableciendo una vecinal competencia con otra guarnicionería, la de Recalde, 'El Caballón'.
Fue curioso el motivo por el que a Piti le pusieron ese sobrenombre por el que todo el mundo la conocía. En aquella época de juventud, salió al mercado una muñeca muy bonita y pizpireta llamada Pitiusa -seguramente la Barbie de aquel momento- y su hermano Gonzalo, comenzó a llamarla así, dejando el sobrenombre inscrito para toda su vida.
Piti se casó con Arturo Ruiz Capillas, del que enviudó hace 18 años, y con quien tuvo seis hijos: Arturo -ex presidente de los dentistas de Cantabria y reciente medalla de oro de la Sociedad Española de Prótesis Estomatológica-, Inmaculada, Jesús, Rosario, Alberto -actual presidente del colegio de Administradores de Fincas de Cantabria- y Marta.
Piti fue una persona ávida de hacer mejor la vida de los suyos y de sus vecinos. Fue fiel a la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes, como voluntaria, prestando su tiempo y su esfuerzo a los enfermos que cada año viajan al santuario francés, junto a sus amigas Mari Juana Bedia y Leito Velarde, en las peregrinaciones anuales. Mujer muy coqueta, hasta en los últimos momentos se cuidó de estar guapa y bien presentada. Gran protectora de su familia, y siempre presta a quitar hierro a los problemas, tratando de que sus hijos vivieran ese mismo sentido de familiaridad que ella les inculcó toda su vida. Era habitual de las partidas de chinchón en el Casino de Torrelavega, siempre en el tapete junto a su inseparable amiga María Jesús Dominguez; allí tenía su pandilla de partida y donde, por cierto, un año les tocó el premio gordo de la lotería.
Una dolencia ósea limitó sus movimientos durante los últimos años de vida, lo que no fue obstáculo para que, al principio con un andador, y después con una silla de ruedas -siempre acompañada por su hija Inmaculada- no faltara a su cita semanal con Óscar, su peluquero, y a las terrazas, frente a un aperitivo y un vermú. Perteneció a esa generación de mujeres, generosas, que enfrentaron la vida dando alegría y serenidad a los suyos. Ya está junto al Padre en una feliz, eterna y segunda vida.
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