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Álvaro Machín
Martes, 27 de diciembre 2016, 07:45
El 24 de octubre voló por última vez con pasajeros dentro. Desde entonces, los que han ido se han tenido que conformar con los pocos cafés que han servido en el bar, junto al aparcamiento. «Nada, se ha trabajado muy poco. Lo que hemos dado ... es mucha información. A gente que venía y que no sabía que estaba cerrado. Alguno hasta nos echaba la bronca». Porque la cafetería sí que siguió abierta, pero el teleférico de Fuente Dé no. Algo más de dos meses fuera de servicio en los que ha sido necesario «desplazar el cable carril». Las «tareas de mantenimiento» fueron, después, «una revisión especial», más tarde, «un imprevisto» y, finalmente, unos trabajos para solventar «un problema» que hicieron necesaria la presencia de técnicos suizos, primero, y alemanes, a continuación. La cuenta rondó los 148.000 euros. Hasta ayer. Fin del parón. En total, 403 personas disfrutaron de la reapertura de una instalación que este año va a cerrar con unos grandes números. Y disfrutaron de verdad. El día, allí arriba, fue de película.
Nublado en Santander. Gris y feo. Y camino de Espinama, placas de hielo en las cunetas. El termómetro del coche marcaba por esa carretera un solitario grado. Pero en el mirador del Cable una joven tomaba el sol y disfrutaba de las vistas. Una mañana luminosa, perfecta. En torno a los quince grados. «Mi novio quería subir andando y yo, si se podía, pues iba a subir en el teleférico. Porque sabíamos que había cerrado, pero no cuándo abría. Le estoy esperando». Dos horas tardó el chaval, en camiseta y pantalones cortos entre diminutos neveros. «Hay muy poca cosa, hemos tenido muchos días así de buenos y, salvo en las zonas más sombrías y en los puntos más altos, casi no hay nieve», comentaba el personal que trabaja en la instalación.
La chica y su novio fueron dos de los visitantes del día festivo. «Nosotros somos de Madrid. Nos lo dijeron en la Cueva del Soplao, que había estado cerrado pero que ya estaba abierto este lunes. Nos ha salido redondo el día», comentaba una familia, en busca de «senderismo y de comer bien». De los primeros. Justo unos segundos antes de las doce, la máquina que dispensa las entradas iba ya por la número 72. Goteo, poca cosa. En el tique pone, además, el acumulado del año. «Visitante: 237.278». «El año pasado fueron unos 222.000. La media que sale diaria es enorme», comentaban junto a la cabina. La cosa, de hecho, se fue animando según avanzó la mañana. De los quince coches que había en el aparcamiento de la zona más alta a las once y media al lleno de la una. Para esa hora ya iban por 181 visitantes y ya tocaba esperar un ratito para poder acceder a las cabinas. «El pico fuerte es entre doce y dos y luego, después de comer».
¿Sabían que había estado cerrado? «Nosotros somos del País Vasco, pero nos quedamos las Navidades con la familia en Castro Cillorigo. Sí que habíamos oído que hoy ya estaba abierto». Ella había oído y ellos llamaron: «Somos de Valladolid, pero algunos vivimos en Manaos (Brasil). Llamamos hace tres o cuatro días para preguntar porque hemos venido específicamente para subir» lo contaba un hombre que iba agarrado a su amigo durante el viaje porque le daba vértigo.
La versión oficial
El vértigo siempre es uno de los temas del día. También lo de jugar con la poca nieve que había. Que si «hace sombra en la montaña», las fotos cuando las cabinas se cruzan, la ruta de los que suben a pie... De eso hablaban, un día más, los visitantes. Entre ellos también estuvo Javier Carrión, el director general de Cantur, que se sumó al día de la reapertura. «El teleférico es una instalación muy singular. Mucho. Con un cable que tiene dos puntos de apoyo y que, por ello, sufre un desgaste importante. Con cierta frecuencia hay que desplazar ese cable, esos dos cables carril. Y lo que hemos hecho es el desplazamiento del doble carril, algo que tenemos que hacer por normativa cada cierto tiempo. Hacía unos años que no se hacía y es una operación compleja. Han tenido que desplazarle unos veinte metros». Esa fue su explicación de lo sucedido en este tiempo justo al pie de la cabina. Carrión justificó la tardanza de los trabajos, además de en la complejidad técnica de la operación, en el proceso administrativo necesario para llevarla a cabo. Burocracia. «Como empresa pública, hemos tardado como un mes en lo que supone la licitación y la adjudicación de los trabajos».
Los suizos (técnicos subcontratados que se encargaron de la reparación en sí y que trajeron el material específico), los alemanes (que certificaron después que todo estaba en orden)... «Esta gente también tiene sus trabajos programados y tenían que hacer un hueco cuando pudieran. Esto no es como llamar al fontanero». Cantur tenía prevista la posibilidad de que su llegada coincidiera, además, con una racha de mal tiempo que dificultara la tarea. Algo normal a estas alturas de calendario. «Mientras se realizaban los trabajos, con el teleférico inutilizado para subir, había que ir por la pista. Teníamos preparado un operativo para que no se quedaran aislados arriba en caso de una gran nevada».
No prevén cerrar más
Ahora queda una segunda parte del trabajo. Una segunda fase. Con la primera ya completada resta colocar «unos cepos en el cable», lo que «no obligará a cerrar» la instalación. La idea es que, de hecho, ya no se cierre, a diferencia de otros años. Lo normal era aprovechar esta etapa navideña para las revisiones y para un parón de un mes que servía, también, para organizar las vacaciones. «Es lo que tenemos previsto. No cerrar y estar ya con todo dispuesto para el 2017, con todo lo que supone el Año Jubilar Lebaniego. Es la idea, salvo que surjan problemas con la meteorología. El año pasado, sin ir más lejos, los operarios tuvieron que subir con esquís de travesía hasta la estación de arriba para quitar la nieve que llenaba la zona a la que llega la cabina». O sea, que sólo se cerrará si hace muy malo que no es descartable, aunque hasta ahora el tiempo haya sido primaveral o si hay que realizar alguna tarea de mantenimiento, «pero en ningún caso un mes entero».
¿Y estos dos meses sin sumar visitantes? «No ha hecho un daño excesivo porque noviembre es un mes de temporada baja, muy baja, para el teleférico y para la comarca, en general», apuntaba Carrión, que sí reconocía e escozor por haber perdido «el puente de la Constitución». «Ingresar un duro siempre es bueno. La comarca demandaba además tener el teleférico disponible para esos días, pero no pudimos hacer otra cosa porque algo como esto no lo puede hacer en abril. Tenía que ser ahora».
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