María José Saénz de Buruaga ha decidido dar un paso adelante porque intuye que, con Ignacio Diego al frente del PP, su partido sólo podrá gobernar en Cantabria con mayoría absoluta
Jesús Herrán
Miércoles, 22 de febrero 2017, 07:17
La educación en nuestro país ha hecho mucho daño a las mujeres. La ideología del nacionalcatolicismo intentó anularlas como personas. "No es bueno que el hombre esté solo", dice la Biblia en los primeros pasajes, y a esa idea de compañera pasiva se retornó muchos ... años después, en la renovación reaccionaria del franquismo, cuando la mujer pasó a ser Eva renacida, madre y apoyo, descanso del guerrero, cuidadora de la prole, señora de... Decía Pilar Primo de Rivera, muy poco femenina ella pero ideóloga de tal sección, que "las mujeres no descubren nada, porque les falta el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles: nosotras no podemos hacer más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho". No en vano el Creador las había sacado de una costilla de Adán, parte más bien vulgar y alejada del cerebro. Ahora, Rosalía Iglesias (de Bárcenas), Ana Mato (de Sepúlveda), Ana María Tejeiro (de Torres) y Cristina de Borbón (de Urdangarín), entre otras, se han aplicado el cuento y han dicho que sus esposos se lo daban todo hecho y que ellas firmaban donde ellos decían. Y algunos jueces nos quieren hacer creer que se han creído tal cantinela pobrecitas, tan sumisas, tan fieles y han dictado sentencia eximiéndolas de toda responsabilidad, cosa que a nuestro presidente Revilla le ha parecido un disparate machista.
Ese tipo de compañera fiel creía Diego que era Sáez de Buruaga, pues en su matrimonio político nunca le había engañado. Era su mano derecha, su escudo. Pero ahora ha decidido dar un paso adelante porque intuye que, con él al frente, su partido sólo podrá gobernar en Cantabria con mayoría absoluta. Diego, sorprendido, ha intentado primeramente conseguir la unidad, el consenso, pero nada ha logrado. Por eso, fiel a su carácter, ha optado luego por el enfrentamiento. La ruptura parece inevitable, porque a Sáez de Buruaga, por juventud, casi no le afectó la educación sentimental del franquismo y no aceptará ser "sumisa al varón" ni va a renunciar a asumir responsabilidades "impropias de las hembras". Habrá divorcio y dejará muchas heridas. Al tiempo.
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