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Javier Menéndez Llamazares
Sábado, 25 de marzo 2017, 08:51
Hoy día resulta imposible encontrar las canciones de Mercedes en internet; ni siquiera están digitalizadas. Para escuchar su voz es necesario desempolvar el viejo tocadiscos, fijar la velocidad a cuarenta y cinco revoluciones por minuto, colocar el adaptador para singles de siete pulgadas y sólo ... entonces la aguja conseguirá arrancar del vinilo las canciones que grabara hace ya medio siglo, y que se conservan intactas, tan sólo alteradas imperceptiblemente por los caprichosos saltos y chasquidos del unos discos que, pese a sus imperfecciones, atesoran el regusto de lo auténtico.
¿Cómo adivinar este futuro cuando en 1967 firmó un contrato con Columbia Records? Aquel día todo eran parabienes en las oficinas de la calle Libertad, rodeada de ejecutivos trajeados y con gafas de pasta a lo Buddy Holly. Incluso inmortalizaron la escena con una fotografía que parece sacada de una película de época, con una Mercedes radiante, cuya mirada desprende el magnetismo de quien se cree a punto de tocar el cielo.
Probablemente no hablaron de ello, pero la discográfica miraba de reojo hacia Hispavox, que acababa de fichar a María Ostiz, y buscaban con empeño a su propia cantautora, una artista con talento pero moderadamente moderna, más bien chapada a la antigua, y repetir con ella el éxito de No sabes cómo sufrí.
Su apuesta para conquistar al peculiar mercado español sería Plenitud (más grande), primer corte de la cara A de un EP que firmaría como Mercedes. En la contraportada, el periodista musical Miguel de los Santos dirigía Fórmula 45 en la SER y Especial Pop en TVE se deshacía en elogios: «Mercedes es el candor hecho canción () Es una mujer de hoy que hace y dice música de siempre y para siempre». Pero ¿quién era esa Mercedes?
Vernos santanderinos
Aunque el único dato biográfico disponible en la red afirma que Mercedes Fernández Gándara nació en 1944, en realidad era algo más mayor de lo que la discográfica pretendía hacer creer a su público. Había nacido en 1936, el 18 de noviembre, en Madrid, donde su padre, originario de Betanzos, trabajaba de Correos.
Un destino nefasto para Antonio Fernández, que le supondría serios quebraderos de cabeza tras la guerra civil, con los procesos de depuración de funcionarios afines a la República.
De su madre, Mercedes Gándara, heredaría una querencia por Santander que les llevaría a pasar todos los veranos de su infancia y juventud en la vieja casa familiar del paseo Menéndez Pelayo. Pero lo que más la marcaría de su ambiente sería la pasión de su padre por la música.
Intérprete de laúd y socio número diecisiete de la Sociedad Guitarrística Madrileña, por el salón de su casa cercana al Retiro era habitual que desfilaran los mejores músicos de la capital; primero, para conversar con el padre; en pocos años, para admirar el talento de la mayor de sus cinco hijos, una mocosa de doce años llamada Mercedes.
Mientras cursaba bachillerato, y luego artes, había estudiado solfeo y guitarra en el conservatorio; cuando ya la consideraron una alumna suficientemente avanzada, su gran maestro y mentor pasaría a ser Regino Sainz de la Maza, también santanderino, quien la dirigiría hasta lograr el título oficial de concertista.
Mercedes comienza a enseñar también, y lo hace como profesora de música en los colegios más elitistas de Madrid Santa María, y también dando clases particulares a lo más granado de la alta sociedad madrileña. Serán sus propios alumnos quienes la animen a presentarse a un concurso de Televisión Española, donde vence tocando la guitarra, y Miguel de los Santos la invita a cantar en directo en Cadena SER.
Tras varias intervenciones, llegaría la llamada de Columbia. Su intención es lanzarla en el Festival de Benidorm. No triunfaría, pero sí se llevaría como anécdota un beso robado entre bambalinas por Julio Iglesias, ganador de la edición anterior. A partir de entonces, aparece en Galas del sábado de TVE, es invitada al Festival de Málaga y Columbia le produce otros cuatro singles e inunda las salas de fiestas y facultades del país con postales en las que sale su fotografía y la leyenda Otro éxito Columbia. Mercedes pasa de los conciertos veraniegos en el hotel Chiqui, donde un enorme cartel con su fotografía la anunciaba durante todos los fines de semana de julio y agosto, a salir de gira con otra principiante, Mari Trini, con la que traba gran amistad.
Mercedes, que acaba de alcanzar la treintena, es entonces una mujer arrebatadora, de fuerte carácter y maneras dulces. El amor inalcanzable de todos los amigos de sus hermanos, pues lleva ya años casada con Gregorio. Sin embargo, su aspecto es juvenil y lo resalta una prensa que se pone a sus pies. En Diez Minutos hablan de sus enormes ojos, pero sobre todo quieren saber si su marido es muy celoso. El resto de la conversación no tiene desperdicio: «Usted nunca ha protestado»; «No, para protestar ya tienen los obreros sus comisiones y los estudiantes sus sentadas. Yo quiero cantar a la vida, no protestar por nada». Ni siquiera protesta cuando Columbia se empeña en orquestar sus canciones, desvirtuando su original estilo de cantautora de guitarra y micrófono.
Prematura despedida
Es su mejor momento, y justo entonces llega su primer embarazo, y debe hacer un alto en su trayectoria. Una parada que, por problemas de salud, resultará definitiva, porque Columbia decide entonces no prorrogar el contrato. Centrada a partir de 1970 en su familia y su labor docente, problemas de salud la impedirán retomar su carrera.
Aún así, la reclaman desde el extranjero, y durante esa década será una habitual de las boîtes del Barrio Latino de París. Aunque nada podrá hacer para que no se apague su estrella, aquejada por un cáncer de pulmón, pese a no haber fumado nunca. Resistiría hasta 1987. Sus canciones, en cambio, siguen ahí, escondidas en las tiendas de viejo. Por apenas treinta euros se puede adquirir su toda su discografía en ebay.
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