El efecto de la crisis podemos medirlo en euros e incluso en nuestra falta de tiempo y de control sobre el mismo dado que, a menor escala social, la exigencia de disponibilidad laboral es mayor, pero se reducen tanto los salarios como la libertad del ... individuo.
Creo que vivimos peor que antes de la crisis. Somos como ese equipo de fútbol colista en su categoría al que le endosan una buena goleada y su entrenador no hace más que arengarles diciendo que lo hacen de cine. El problema es que, pasada la primera parte, los mismos jugadores cansados de tanta paliza pueden decirle al entrenador que mire las caras de la gente en la grada ya que van perdiendo 12-0. Pues de eso hablamos aquí. Todo irá sobre ruedas en lo económico o no, según las creencias de cada uno/a, pero ¿cómo explicar algunos datos económicos dónde los protagonistas son los mismos de siempre?
Acabamos de conocer la Encuesta de Condiciones de Vida de 2016 que publica el Instituto Nacional de Estadística y su información es reveladora. El 27,9% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión social y vive con menos de 8.209 euros al año si son hogares unipersonales o 17.328 euros si son hogares de dos adultos y dos niños. El baremo lo marca el indicador el indicador europeo Arope At Risk of Poverty or Social Exclusion, que combina variables que van desde los ingresos o la intensidad en el empleo hasta la capacidad de los hogares para afrontar ciertos gastos, como mantener caldeada la casa en invierno o pagar a tiempo los recibos.
En Cantabria nos encontramos con una estadística preocupante pues la población en riesgo de pobreza ha aumentado en el último año al situarse en el 24,6%. Y es que, aunque tengamos un menor riesgo de pobreza (15,3%) que el resto (22,3%), tanto la carencia material severa como la baja intensidad en el empleo son más altos en Cantabria (7,5% y 16%) que la media nacional (5,8% y 14,9%). Además, ha aumentado tanto el número de hogares que llega «con mucha dificultad» a fin de mes como aquellos que no se pueden permitir ir de vacaciones fuera de casa una semana al año hasta situarse en el 12,9% y 38,8% respectivamente. Y la reducción de la pobreza infantil es una asignatura aún por aprobar.
A mi entender, tanto nuestros responsables públicos como todos nosotros en general hemos de plantearnos no sólo si la disminución de la pobreza es algo a conseguir (pues nuestros vecinos europeos no tienen estas altas cifras) sino también si es un objetivo prioritario o no en la agenda. Más internamente, dos fenómenos que se dan simultáneamente exigen respuestas inmediatas: la creciente diferencia en tasas de pobreza entre regiones (pues en las del Norte son mucho menores que en las del Sur) y la indolencia en aplicar medidas correctoras a estas situaciones de exclusión social (imagínense cuanto aumentaría la pobreza si se midiera teniendo en cuenta factores como la falta de educación o sanidad, que no se miden por el Arope). Y es que las prestaciones públicas de ayuda a la pobreza o por tamaño de hogar son tremendamente bajas, más allá de tecnicismos, en cuanto a sus condiciones de acceso o a su propia actualización en el tiempo.
En síntesis, aunque vivamos peor que antes de la crisis como dice el cantante Sting: "los optimistas dicen que el futuro es solo un lugar en el que nunca hemos estado" esperemos que alguien se dé cuenta que aunque se esté creando empleo no es para todos igual y de ahí la pobreza y la emergencia social. Así, hay que mejorar los servicios de empleo y formación si el terreno de juego marcado desde Madrid y Bruselas sigue siendo tan pequeño como hasta ahora.
Tal y como lo veo podemos seguir echando la culpa al entrenador o incluso al árbitro pero mientras tanto la línea de acción contra la pobreza ha de ser tanto clarificar sus causas, como aumentar sus partidas presupuestarias para paliarla sin olvidar reducir la temporalidad en el empleo e invertir en capital humano (educación).
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