![La era de los barcos voladores](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/noticias/201705/13/media/cortadas/barcos-voladores-k09B-U30352732362WCF-490x578@Diario%20Montanes.jpg)
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fernando miñana
Domingo, 14 de mayo 2017, 07:56
Le Ponant, un sofisticado crucero con tres mástiles para románticos a los que aún les gusta viajar impulsados por la brisa, surca la bahía de Bermuda, en medio del Atlántico, cruzando la estela del Oracle. El defensor de la Copa América y los que le ... desafíarán dentro de doce días, como el Artemis sueco o el Groupama Team France, practican maniobras rasgando el agua con sus apéndices. Es la era de los barcos voladores. Y en cubierta, Thibault Derville, un hombre rudo con manos como hogazas de pan que ha llevado el patrocinio de Norauto al equipo francés, cuenta viejas historias de viejas regatas, como la Ruta del Ron en la que salió volando hasta el agua. Y el empresario, bravo navegante, recuerda cómo se hizo una brecha en la frente que intentó contener colocando encima un burda tira de cinta americana.
Thibaut, del Comité Estratégico de Norauto y director general en Bélgica, habla de los tiempos de cabos por doquier, velas de trapo y tipos con cigarrillos en la comisura de los labios, pero desde su empresa de recambios para el automóvil, con una fuerte presencia en España (ochenta centros y cerca de 1.500 trabajadores), apuesta por un proyecto a largo plazo por la vela más tecnológica para esta 35ª Copa América y la siguiente.
Los barcos van y vienen por el interior de la curva que dibuja esa isla con forma de garfio. Bermuda es un archipiélago de aguas claras y azuladas y hermosas playas de arena rosa que debe al cercano arrecife de coral. A distancia, la isla ofrece su rostro salpicado por un llamativo acné de construcciones de techos blancos y fachadas de colores pastel. Por sus estrechas carreteras circula gente amable que saluda al pasar.
Son simpáticos, pero no bobos. Los regatistas se quedaron pasmados cuando vieron los precios de todo. Que un kilo de tomates cueste más de diez euros e ir al aeropuerto en taxi, sin pasar de 30 m/h, salga por más de 70 euros... No están muy contentos los deportistas en una Copa metida allí con calzador por el Oracle de Larry Ellison, que buscó un destino con incentivos fiscales donde hacer y deshacer. Un lugar remoto y exótico a dos horas de avión de Estados Unidos (lo más próximo es Carolina del Norte, a mil kilómetros) y un solo vuelo diario desde Europa (Londres).
Solo seis desafíos con solo seis muchachos encima de cada barco y solo 20 días de competición. Un reto para que los que buscan patrocinadores que no terminan de ver la rentabilidad de proyectos muy caros y mínima exposición. Muchos añoran la edición de la populosa Valencia, con doce equipos de quince regatistas y meses de regatas, buenas comunicaciones, una dársena conectada con carril bici y abundantes variantes de ocio para todos los gustos y bolsillos. Fueron tantos días que, diez años después, muchos rememoran que formaron allí sus familias.
Los relojes que muestran la cuenta atrás no sincronizan con los de los peones que, sin prisas, se tiran toda una mañana para colocar una barandilla en la escalera de acceso al centro de acreditaciones, cerca de la base del Groupama Team France, hecha con contenedores vacíos desembarcaron con 42 containers y mucha imaginación. Allí trajina un equipo de cincuenta personas, cincuenta especialistas en las tareas más diversas.
Los gigantes del barco
COmpetición
La Copa América, en realidad, es únicamente la final de la competición. Antes, siempre en Bermuda, se celebrará, a partir del 26 de mayo, la Louis Vuitton Cup para dilucidar qué equipo desafía al barco defensor, el Oracle estadounidense del multimillonario Larry Ellison. Ese mano a mano será del 17 al 27 de junio.
Oracle (Estados Unidos)
Groupama (Francia)
Artemis (Suecia)
Land Rover (GranBretaña)
SoftBank (Japón)
Emirates (Nueva Zelanda)
A las ocho de la mañana, desde fuera, se escucha un sonido extraño, como si alguien golpeara un yunque. En realidad es un grinder lanzando con todas sus fuerzas una bola de nueve kilos contra el suelo. Es la hora de la preparación física, el momento en el que los colosales grinders, tiarrones inmensos encargados de girar los molinillos que generan la energía que necesita el barco, mueven con fiereza kilos y más kilos. Pero no quieren robots: Franck Cammas, el patrón, exige en su barco a gente fuerte pero con experiencia en la navegación y buena cabeza. Por eso, en plena preparación, con el corazón latiendo 180 veces por minuto, les dan un sudoku para resolver. El objetivo es conservar la mente fría y no cometer errores en el fragor de la regata.
Pero hay que tener cuidado con los grandullones como Nico Heintz, un grinder corso con planta de pilier de rugby: entre los seis regatistas no pueden superar los 525 kilos (87,5 de media). Los más ligeros, en la popa, para compensar a los más corpulentos, que consumen 600 calorías en cada regata, de 20 minutos. Cada grinder genera 300 vatios y podrían cargar 120 iPads en ese tiempo. Desde que llegaron a Bermuda han levantado 20.000 toneladas en pesas.
El Oracle pidió ayuda a la USNavy para ponerle las pilas a sus tripulantes. Su punto fuerte son los brazos y el tronco para girar el molinillo como posesos. Siempre se ha pensado que debía ser así. Hasta que un día, hace unas semanas, llegaron los kiwis y sus grinders aparecieron pedaleando. Mientras pudieron mantener el secreto trabajaron a destajo con bicicletas bajo la supervisión de Simon van Valthooven, un medallista olímpico neozelandes de ciclismo en pista.
Se cargan las tortugas
En la base del sindicato francés todo está fragmentado por áreas de trabajo por donde pasan sus especialistas. Todos viven en apartamentos donde el primer día encontraron unas cajas con el mobiliario de Ikea que debían montarse ellos mismos. Con independencia de que fueras el cocinero o el seductor Franck Cammas.
el origen
El origen de la competición internacional más antigua del mundo tiene su origen el 22 de agosto de 1851. El punto de partida desde que la goleta América, después de cruzar el Atlántico en 21 días, derrotara a la flota británica en su cuartel general de Cowes en una regata que consistía en dar la vuelta a la isla de Wight, al sur de Inglaterra. Cuando la veloz embarcación estadounidense llegaba a la meta con ocho millas de ventaja sobre el Aurora, la mismísima reina Victoria le preguntó al comodoro "¿Quién es el segundo? A lo que él respondió con una frase para la historia
Estados Unidos convirtió en una cuestión de estado defender el trofeo y gracias a ese énfasis logró una de las rachas hegemónicas más largas de la historia del deporte, al mantener el aguamanil en el New York Yatch Club (fundado en 1844), en pleno Manhattan, durante 132 años y 25 desafíos.
La histórica derrota no llegó hasta 1982, cuando se impuso el Australia 2 de John Bertrand, que gritaba "¡Escupid sangre!"a su tripulación. El barco incorporó una novedosa quilla que abrió la carrera por el diseño en la competición. Dennis Conner, Mister Copa América, recuperó el trofeo para Estados Unidos cinco años después. Una gesta que le llevó en 1987 a compartir la portada del Sports Illustrated con el presidente Ronald Reagan.
Llevan desde febrero en Bermuda y las semanas se hacen largas, como reconoce en una cena promocional un brasileño con acento uruguayo llamado Horacio Carabelli, un veterano trotamundos que se bajó de la cubierta para trabajar en el diseño de los barcos. "Algunos días se hace difícil la convivencia. Estamos aquí, en esta isla en medio del Atlántico, por un capricho del Oracle por un tema fiscal. Es mi opinión".
La base del Groupama se divide en varios pabellones y en cada uno se trabaja con una parte del barco. Todo a buen recaudo, pues el espionaje está regulado, pero también aceptado y ya nadie se extraña de que por la carretera que pasa por encima de las bases asome un supuesto turista con un objetivo como un cañón. Eso sí, el ordenador del jefe de diseño está encriptado y bien protegido.
La plataforma del barco está suspendida de unos cables rodeada de escaleras. Un gran reloj marca el ritmo en aquel lugar lleno de pequeñas básculas donde el 90% de las piezas son de fabricación propia. Aquello parece el taller de un mecánico y en la pared de una especie de trastienda cuelga el infalible calendario de chicas despampanantes.
En otro pabellón está el ala rígida que así, tumbada, recuerda a la de un viejo avión. Es flexible, reactiva, ligera y fiable. La cubre una fina epidermis hecha de plástico para envolver carne al vacío. La fábrica de donde salió paró su producción varios días para hacer los cinco rollos de plástico blanco para el ala del catamarán.
Montar el barco no es sencillo. Los miembros del equipo encargados de ensamblarlo todo se mueven como en una coreografía bien ensayada. Solo los foils ya pesan 100 kilos. Soportan toda la carga y golpes tremendos que están causando estragos entre la población autóctona de tortugas verdes. No todo es progreso.
Roberto Berrozpe. El 'navarrico' que departe con el patrón
En cada una de las salidas al agua del Groupama, lo último que hace Franck Cammas, el dueño del timón galo, antes de subirse al barco es hablar con un chico de larga melena que camina con aire tranquilo con un ordenador portátil abierto en sus brazos. Es el responsable de la informática y la electrónica del barco. "Hola, yo soy el navarrico", se presenta.
El trofeo
La Copa América está repleta de épicas regatas y leyendas náuticas como Nathanel Greene Herreshoff, el mago de Bristol, quien en 1892 diseñó el velero Vigilant, de cobre, y en 1903 botó el Reliance, uno de los más impresionantes de la historia; Sir Thomas Lipton, un tendero escocés que acabó convirtiéndose en el barón del té y en el primer nuevo rico de la Copa América, con cinco desafíos en 31 años, o Peter Blake, el hombre que llevó la Copa América a Nueva Zelanda en 1995 y la defendió en 2000, y que acabó asesinado por delincuentes en el delta del Amazonas.
Pero por encima de los hombres se mantiene, imperturbable, un imponente trofeo con 166 años de historia. Se le llamó la Jarra de las Cien Guineas, por un error de traducción de moneda sobre el valor que le dio el joyero de la Casa Real que lo fabricó, Robert Garrard. Mide 67,5 centímetros de altura y está fijo sobre dos peanas que han sido añadidas para poder inscribir el nombre de los campeones. A los aficionados a la vela también les gusta utilizar el sobrenombre que le puso Thomas Lipton, The Auld Mug (La Vieja Jarra).
El trofeo tuvo que ser restaurado en 1997 por la casa Garrard después de que un maorí la golpeara con un martillo. La jarra siempre viaja en avión en primera clase, dentro de una maleta a medida de Louis Vuitton y custodiada por dos vigilantes.
Roberto Berrozpe es uno de los contados españoles empotrados en los seis equipos de la Copa América, la élite de la vela, un destino que jamás hubiera imaginado aquel chaval de Barañain, a cinco kilómetros de Pamplona, que se especializó en electrónica a través de la Formación Profesional antes de estudiar Informática en la Universidad de Zaragoza. "Soy de Pamplona, yo no tenía ni idea de vela. Pero en la facultad tenían un proyecto de barcos en Valencia (iba a acoger la Copa América de 2007) y buscaban a una persona de mi perfil, electrónico-informático. Empecé a trabajar para el Desafío Español y me desplacé a Valencia, con 24 años, en 2005".
Ya no se apeó de los barcos y fue haciéndose cada vez más experto en desarrollo de software. En la última Copa América trabajó para el Luna Rossa y cuando desapareció el equipo italiano le rescató el Groupama Team France. "La parte más importante es todo el control del barco. Antes era todo manual, directo, ahora todo es a través de hidráulicos. Yo programo todo el control de la hidráulica. Todas las combinaciones, cuando aprietan un botón del panel de mandos, toda la secuencia que quieran hacer automática... Al final es un volante como el de la Play Station o la F-1, lleno de botones".
Cada día son más necesarios especialistas como él en la Copa América, aunque ya tiene 36 años y desde aquel primer barco en Valencia ya han pasado 12 de proyecto en proyecto. Llegó a Bermuda el 14 de febrero y son muchas semanas sin ver a su mujer y sus dos hijos. "No es fácil llevar esta vida. Te vas con un bebé y cuando vuelves ese niño ya anda. Cuando estás soltero es estupendo porque estás solo; luego, con pareja, está bien porque cuando viajé a Nueva Zelanda con el Luna Rossa me fui con mi mujer, pero ahora, con los niños, cuando empiezan el colegio tienes que decidir si los vuelves locos cambiándolos de casa cada seis meses o que estén estables en Pamplona, que es lo que elegimos". Aunque de momento parece que la nómina y estar en la crema de la vela lo compensan. "Se vive bien de esto: es deporte de élite y se paga muy bien", reconoce.
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