No recuerdo que se haya realizado nunca una simulación sobre cómo funcionaría la democracia en Cantabria por un sistema de circunscripciones uninominales, similares a las constituencies británicas. Allí, como se sabe, hay 650 de estos distritos electorales. El candidato que saca más votos en cada ... uno es elegido miembro de la Cámara de los Comunes. Por ejemplo, en la constituency de Cambridge en 2015, el laborista Daniel Zeichner obtuvo 18.646 votos, mientras que su inmediato seguidor, el liberal demócrata Julian Huppert, se quedó con 18.047. Detrás cayeron, con cifras menores, los candidatos conservador, ecologista, chauvinista y de Reiniciando la Democracia. El pasado jueves Zeichner retuvo el escaño con ventaja más holgada.
Nuestros 35 diputados del Parlamento regional tendrían que ser elegidos por este sistema de «quien primero llega se lleva el escaño», en un mapa de 35 circunscripciones. Como el censo electoral anda en torno a 464.000 cántabros, habría que diseñar distritos de unos 13.260 electores. El equivalente a 35 censos un poco más pequeños que el de El Astillero. Santander debería ser dividido en 10 circunscripciones para elegir otros tantos diputados; y Torrelavega debería repartirse en 3 distritos. Habría que realizar arreglos geográficos para que los territorios electorales fueran homogéneos en número de habitantes. (Trampear estos mapas es lo que los americanos llaman gerrymandering recordando al gobernador de Massachussets en 1812 Elbridge Gerry, que hacía unos diseños de distrito un poco raros).
Este sistema tiene su ventaja: la gente conoce a su representante, que tiene que atender a sus electores. También un inconveniente: podría darse el caso de que los candidatos del partido A se impusieran a los candidatos del partido B por un solo voto en cada una de las 35 circunscripciones. Y entonces el partido A se haría con todos los escaños, a pesar de que el partido B habría logrado casi el 50% de los votos. Media Cantabria se quedaría sin representación (como media Escocia se quedó cuando el SNP ganó hace dos años casi todas las «constituencies», y con el 50% de votos se llevó el 95% de escaños).
Para corregir este problema, existe la doble vuelta. Si nadie obtiene más del 50% del voto del distrito, a los quince días se produce un desenlace entre los dos candidatos más votados. En Cambridge, en vez de nombrar al laborista Zeichner directamente, habríase producido en 2015 una segunda vuelta contra el liberal Huppert (pero no este año, porque ha rebasado el 50%).
Así se permite el voto táctico, se genera un gran pragmatismo, y se hace realmente creíble que los parlamentarios representan personalmente al pueblo. El mismo sistema sería válido para elegir concejales, mediante distritos de pueblo o barrio.
La cercanía genera cierto riesgo de caciquismo, pero la competición individual exige más del político: atención al votante, saber hablar, conocer los temas, tener criterio, trabajarse la confianza. No nos vendría mal una pasadita experimental por este sistema, para poder comparar.
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