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El clown y el bufón son los personajes teatrales más adecuados para satirizar asuntos de la sociedad, sobre todo los del día a día cuando se quiere rizar el rizo del surrealismo en el teatro de lo absurdo. No existe combinación más explosiva que un ... texto así en manos de un grupo de clown, el disparate está garantizado como fluye, por ejemplo, en los diálogos de Eugène Ionesco, 'La Cantante Calva', que acabo de disfrutar. Puede resultar exasperante o desternillante según se busque ingenio o coherencia en él. Ni Beckett conseguiría superar estas cotas de surrealismo dislocado y probablemente ni siquiera Arrabal, que ya es decir.
Pero sí lo logra la propia realidad. Es que el teatro del absurdo es obra de genios entre genios que hacen saltar a las tablas la vida saliendo a chorro, diversa e interesante, que está siempre ahí para ser contada ofreciendo espectáculo a la inspiración.
Tal y como ahora ofrece la ley del 'solo sí es sí' o Ley de Garantía de la Libertad Sexual de la ministra Irene Montero, en la que se busca que el consentimiento expreso sea clave al juzgar delitos sexuales y anula la distinción entre abuso y agresión sexual, que resulta un esperpento cuando en su aplicación estricta, queriendo proteger a las mujeres, lo hace logrando cuotas de redención para el delincuente; esa basura asocial y repugnante que la sociedad ha identificado, odia y rechaza pero que en la aplicación de la nueva ley muchos de ellos quedarán libres, en la calle, a sus labores y a sus fechorías, mientras otros muchos verán reducida su condena ante la indignación asustada de sus víctimas.
La ministra, que forma parte de la cuota de Podemos en el llamado Gobierno de coalición que realmente es de partición, con preparación técnica y currículum escasos, elaboró un documento propio del absurdo más exigente: una ley que quiere proteger a las mujeres y obtiene 'un todo lo contrario', producto de la improvisación, la ignorancia, la sordera y las prisas, logrando una trama que haría feliz al autor de éxito más afamado.
El Gobierno, en lugar de modificar con urgencia tal desaguisado, ha decidido adjudicar la responsabilidad a los jueces, al Consejo del Poder Judicial o al Tribunal Supremo, que no salen de su asombro. Tampoco el ciudadano que una vez más tiene que tragar textos incongruentes que no pasan los filtros necesarios ni admiten tutelas ni 'tutías', ni muchos menos consejos expertos, una temeridad.
En cualquier país, tal ridículo de una ley incomprensible con redacción de TBO y resultado nefasto, sería dimisión o cese como resultado, pero aquí se seguirá con «dale a tu cuerpo alegría Macarena, heeey Macarena»... pero llegarán tiempos mejores.
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