![Abuso de la cita previa](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202110/01/media/cortadas/68043905--1248x1076.jpg)
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La cita previa, no cabe duda, es algo muy positivo, sobre todo para aquellos que por sus obligaciones laborales disponen de un tiempo limitado, cuando no de una franja horaria muy concreta, para realizar determinadas gestiones en los diferentes organismos de la Administración, o de ... una empresa privada, y que con ella pueden ajustar la actividad que precisen realizar al tiempo real del que disponen, sin para ello tener que solicitar un permiso laboral o tomar un día de sus vacaciones.
Esta fórmula comenzó a utilizarse en algunos organismos públicos como medio de facilitar a los usuarios la ejecución de las gestiones que en ellos precisaran realizar, la cual, con motivo de la pandemia del covid-19, se generalizó, por razones sanitarias, hasta el punto de que salvo que se obtuviese una cita previa, cosa nada fácil, era imposible realizar ninguna gestión presencial en cualquier establecimiento público. Ello obligaba a tener que recurrir a internet para realizar cualquier tipo de gestión, incluido para pedir la cita presencial o para realizar cualquier consulta en la que estuviésemos interesados. Pero claro, no todos se manejan en internet con la habilidad necesaria para realizar tales gestiones, ni tan siquiera, en muchos casos, con la soltura mínima necesaria para resolver sus problemas, por lo que tienen que recurrir a terceros para que les ayuden. Ello dio lugar a un ambiente de gran malestar contra la Administración, rayana, en muchos casos, en un enfado total contra la misma, disgusto que incluía a los propios empleados públicos al considerarlos copartícipes, cuando no responsables, de esa falta de atención al ciudadano.
Ese disgusto se acentuaba más aún cuando transcurría el tiempo y los efectos de la pandemia se iban amortiguando y la vida ciudadana se iba normalizando, pero el ciudadano seguía comprobando la dificultad, cuando no imposibilidad, de realizar muchas gestiones presenciales ante las distintas Administraciones, se supone que para proteger a sus funcionarios de posibles contagios, y ver después a estos haciendo una vida social más o menos activa. Ello, lógicamente, no ayudaba mucho a mitigar esos sentimientos de disgusto contra el estamento funcionarial, lo cual, por otra parte, suponía un agravio injusto para los muchos empleados públicos, desde sanitarios a profesores, pasando por policías y los múltiples servidores públicos que diariamente hacen con su trabajo que nuestra vida sea mejor, muchos de los cuales enfermaron, y algunos, desgraciadamente, murieron, en el ejercicio de su trabajo.
Ahora que se ha anunciado la paulatina reincorporación de todos los empleados públicos a sus puestos de trabajo confiamos en que no se prosiga con la política de cita previa como fórmula exclusiva de conseguir un encuentro presencial en la Administración para gestionar un documento o simplemente enterarse de qué debe hacer para conseguir aquello que desea. Y es que no debe confundirse el servicio positivo que supone la cita previa para quien tiene su tiempo tasado con el que por disponer del tiempo suficiente para ello -léanse, entre otros muchos, los más de nueve millones de jubilados o los más de tres millones de parados-, los cuales pueden aguardar el turno que les corresponda sin tener que estar obligadamente en un día determinado y a una hora concreta para hacer la gestión que precisen.
Compaginar ambos procedimientos, así como posibilitar que quienes quieran y se manejen con soltura en internet puedan realizar las gestiones que deseen utilizando estas nuevas herramientas -como posibilidad, que no como obligación- es deseable y positivo, pero lo que no es lógico es implantar una de ellas en exclusiva, pues no todos tenemos las mismas necesidades ni poseemos los mismos conocimientos en las nuevas tecnologías. Por otra parte, como me decía recientemente un sindicalista -con buen criterio, creo yo, fruto de su larga experiencia en defensa de los empleados públicos- el día que todos los ciudadanos aprendan a realizar sus gestiones desde su móvil muchos funcionarios de oficina sobraremos, y nos pasará lo que ya está sucediendo en muchas entidades bancarias, en las que cada día sobran más trabajadores, una vez que a los usuarios nos han acostumbrado a que saquemos o ingresemos nuestro dinero utilizando nosotros mismos los cajeros dispuestos al efecto, usemos estos para pagar nuestros recibos o multas y los pensionistas -último baluarte que más se resistía al cambio- estén dispuestos ya a cobrar en ellos su pensión y, por supuesto, unos y otros hagamos desde casa las transferencias y demás operaciones bancarias que precisemos.
En esas condiciones y con las máquinas cada vez más inteligentes, me decía este sindicalista, ¿para qué se necesitarán muchos de los actuales funcionarios en las oficinas de la Administración?
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